“Aquellos encendidos discursos africanistas en los que participó nuestro Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros trataban de volver la mirada de un país (España) hacia lo que ellos denominaban parte de sus raíces”
Siento una pena profunda por aquellos que defienden a ultranza el legado de los reyes católicos y justifican la expulsión de una parte importante y diría imprescindible de la esencia de lo que llamamos español. Cuanta capacidad perdida y cuanto mestizaje sin culminar debido a la falta de entendimiento del mundo y a una visión estrecha de las realidades, que puso punto y final a la epopeya hispano-árabe después de siglos de consolidación de la cultura arabo-andalusí en tierra europea, en una parte importante de la península ibérica. Cuesta pensar que no cupieran soluciones mestizas y políticamente apropiadas sin tener que renunciar a esencias y mentalidades. Después de todo lo acontecido durante y después de la expulsión en la edad media y sus múltiples consecuencias morales, espirituales, sociales y económicas, no terminamos de entender la falta de entendimiento para potenciar una sociedad mestiza culturalmente hablando.
Ceuta posee esa potencialidad hoy en día, y bien que sirvió siempre a los intereses españoles en el territorio cercano marroquí. Aquellos encendidos discursos africanistas en los que participó nuestro Antonio Ramos y Espinosa de los Monteros trataban de volver la mirada de un país (España) hacia lo que ellos denominaban parte de sus raíces y que fueron extirpadas con la infamante expulsión ejecutada por los católicos reyes. Los que descendían de aquellos que expulsaron a sus amigos, hermanos y conocidos hacia África se arrogaban ahora el derecho de colonizar Marruecos. Afortunadamente, previamente a todos estos acontecimientos hubo un Alfonso X el sabio que supo entender la trascendencia del desarrollo cultural de la civilización arabo-andalusí. Un verso suelto, pues su ejemplo no cundió y se impuso el carácter de conquista y sometimiento tan característico de todos los imperialistas y colonizadores. En términos de influencia podríamos hacer una simple conjetura de todo lo que se dejó en el camino cuando perdimos el acervo cultural propio de la cultura árabe y nuestro idioma pasó a ser uno y trino en vez de compartir hábitat sociológico e intelectual con el árabe instalado en el sur y el este de nuestra península ibérica, parte de la cual, con el tiempo, se convirtió en España. ¿Por qué no aprovechar desde entonces esa potencia cultural ya reducida política y militarmente a unas franjas de influencia e impulsarla dentro del marco hispánico de convivencia con todo lo demás?. ¿Por qué simplificar y homogeneizar un territorio culturalmente cuando ya era complejo y rico?. La única respuesta que encuentro es el afán de poder y conquista. Soy consciente del análisis tan simplista de la cuestión que estoy desarrollando, pues también habría que tener en consideración el aprovechamiento de oportunidades únicas para establecer la unidad de los reinos cristianos y deshacerse finalmente del imperialismo árabe. Puede que no haya tenido en cuenta esta y muchas y más profundas razones que aconsejaban eliminar cualquier tipo de reino, taifa o facción árabe que pudiera volver a alzarse contra los reinos cristianos apoyado por sus hermanos musulmanes de Marruecos, pues mi ignorancia sobre el asunto me impide abordar este asunto con el rigor que merece.
No obstante, sobre lo que albergo escasas dudas es sobre la inutilidad política, social, económica y cultural de la expulsión de la población musulmana, y, sobretodo, de los perjuicios causados por deshacerse de un importante contingente de población netamente ibérica con mentalidades y cultura propias. Como ejemplo palmario de la venganza de los españoles musulmanes expulsados de su tierra, hogar, raíces y casas mencionaremos el dolor ocasionado y las pérdidas económicas sufridas por el ya imperio español a causa de la feroz piratería acrecentada por los españoles andalusíes despechados, obligados a sufrir un indigno destierro buscando alojo y cobijo en el norte de África. Aconsejamos una lectura de Guillermo Gozalbes Busto sobre estos pormenores históricos centrados en la ciudad de Tetúan y el rescate de cautivos y, en general, el precioso relato de León el africano sobre los acontecimientos del éxodo hispánico y sus aventuras norteafricanas.
Si aquel mestizaje que pudo ser no fue por la intolerancia religiosa ahora los que de algún modo nos sentimos cercanos a un sentimiento mozárabe de nuestro tiempo podemos afirmar que vivir en una ciudad de frontera como Ceuta es una experiencia muy interesante por muchos motivos, entre los que anoto la proyección hacia el africanismo de nuevo cuño desarrollado desde el conocimiento del país y el acercamiento lingüístico.
Durante la llamada penetración pacífica, algunos africanistas y exploradores naturalistas de vocación, como los Martínez de la Escalera, hicieron buenos servicios a científicos que venían a describir y reconocer las maravillas de la naturaleza ignota de los territorios del norte de Marruecos. Como por ejemplo durante la expedición de naturalistas españoles por el Yebala y el bajo Lucus. Una pena que nuestros intrépidos y despiertos científicos no hubieran podido tener la información previa sobre las montañas de Yebala escritas por el insigne cronista historiador hispano-musulmán Al Bakri. Nos indicaba hace unos días en Tetuán, el arabista-hispanista profesor Benabu, la importancia de las lecturas del historiador mencionado y de muchas otras fuentes más referidas a Alfekíes de Al Andalús que se están sacando a la luz y nos proporcionan un valioso documento histórico para comprender más sobre el modo de vida y la sociedad española de la época andalusí.
Por todo lo escrito creo que hay razones de peso suficientes como para apoyar la propuesta de partidos políticos localistas de Ceuta que apuestan por el reconocimiento cultural del habla árabe marroquí y en especial por el practicado en Ceuta y el norte de Marruecos. Son tantas las ventajas de impulsar este tipo de cultura lingüística que nos acerca al territorio vecino que debería tomarse seriamente y no solo a la ligera. Será difícil convencer a los más ignorantes y reaccionarios españolistas, pero merecerá la pena intentarlo por el bien de nuestra ciudad, pues el acercamiento a África deber ser, sobre todo, cultural y con vocación de mestizaje que es una de las potencias humanas que nos hace más fuertes y competentes. Aprender de los demás las cosas que merecen la pena y abrir cauces de entendimiento mutuo a través de los sentimientos, el territorio y los acervos lingüísticos. Sin duda una de las potencias de Ceuta es la mirada que sea capaz de desarrollar hacia África. Debido a las circunstancias de índole comercial y colonial era mucho más corriente en otra época hablar el árabe vulgar en Ceuta, y este tipo de estudios se impulsaba por las estrechas relaciones establecidas entre nuestra ciudad y el protectorado.El primer diccionario y gramática de la lengua rifeña fue elaborado por un erudito franciscano de la misión católica española de Tánger. Ahora que tenemos tan latente el problema de la frontera, y sin ánimo de ser simplista, me pregunto como sería la cuestión en términos de mejoría si tuviéramos un delegado del gobierno que supiera hablar el árabe de la región y mantuviera conversaciones fluidas con su homólogo en Tetuán. Creo sinceramente que podría venir una época de progreso de Ceuta, bien enraizada en sus tradiciones españolas y africanas, y finalmente libre de las ataduras mentales típicas de la derechona tardofranquista y su atraso secular.