Hace no muchos años podíamos decir todavía aquello de: “hay tres jueves en el año que relucen más que el sol...”; hace no tantos años el Corpus Christi pasó a domingo y el día de la Ascensión fue el domingo pasado, por lo tanto ya sólo hay dos jueves en Ceuta que relucen más que el sol, uno es el Jueves Santo, por ahora; y otro, hoy, Jueves de junio eucarístico en el que mi Hermandad se pone en la calle y se echa a los caminos.
No se si el sol se habrá levantado ya cuando se abran las páginas de este periódico local, siempre fiel a las tradiciones de su pueblo, pero estoy seguro que antes de que el astro rey se levante por el Hacho ya se habrán levantado los corazones llenos de gozo y de amor henchido, sabiendo que se terminó la espera, que un año más, contra viento y marea, contra levante o poniente, sobre las olas del mar azul purísima, entre la fronda tintada de verde de la Argentina, por los rincones caprichosos de la Plaza que lleva el nombre de una Virgen coronada por todo un continente, en cada calle y cada plaza, en cada azotea dorada por los rayos que emanan de la Paloma que corona mi Simpecao, en todos y cada uno de los más recónditos lugares de mi Ceuta, todo olerá a verde romero, todo sonará a estruendo en el cielo de cohete rociero, todo sabrá a regusto en la garganta de plegaria rociera, todo impregnará nuestras retinas con el colorido de las flores que adornan la carreta que la lleva a Ella, todo excitará cada una de las terminaciones nerviosas de nuestros cuerpos cuando el Pastorcito Divino juguetee entre las faldas de su Madre queriendo tocar la luna.
Será entonces cuando mi corazón se estremezca de gozo, cuando mi alma se transporte en el tiempo, cuando todo mi ser volará por los cielos de la campiña sevillana y gaditana, nadará raudo y veloz por ese mar que estrecha nuestras distancias y entronizará a la Madre de Dios en su altar itinerante de metal argénteo, que con tanta gracia y tanto arte han adornado mis queridos hermanos bajo la atenta mirada del trío de ases que apuntala mi débil espíritu cada día, es decir bajo el amparo de sus ojos verdes como el reflejo del manto de mi esperanza o el terciopelo de mi Simpecao, bajo la atenta mirada del Discípulo amado que la acogió como Madre de todos sus hijos dispersos por el mundo y ante la presencia del Bravo León de Judá sentado poderosamente humilde sobre su montura de suave pelaje gris que lo llevará como alcalde de carretas hasta la aldea prometida...
Todo está consumado, los tiempos vuelven a ser mejores, los vencejos revolotean jugueteando con las pavanas, los lirios y las azucenas se trenzan con el romero para adornar los bucles de su pelo, los azahares del Revellín florecen de nuevo para aromar su presencia, el salitre del Chorrillo se funde con el de Calamocarro para que la sal no se vuelva sosa, San Antonio la despide desde su ermita con los acantilados llenos de su Paz de Reina Bendita del Rosario de la Aurora, San Daniel en compañía de sus hermanos franciscanos entonan una salve al pasar por su casa recordando tiempos de antaño cuando un 18 de diciembre naciera en el Norte de África una hermandad de gloria que fue anunciada a sus hermanos llenos de gozo en esa noche buena inolvidable mientras cantaban la Misa del Gallo el cura de turno, nuestro Director Espiritual Perpétuo, ese que el domingo por la mañana te ponía el megáfono en la oreja y te cantaba eso de: “ las campanas anuncian que ya es la hora, que la misa comienza por la Señora y el demonio te dice sigue durmiendo, no hace falta que vayas con la que está cayendo”...
¡Ay, recuerdos que me llevan por los caminos y que hacen que hoy vuelva a ser tu peregrino!...
Cuando ya no falta na’
Pa’ salir de romería
n las calles de mi Ceuta
Hay una gran algarabía,
Y se forma un zipi y zape
Desde el Hacho a Manzanera
Porque ven que mi carreta
Dice que cesó la espera,
Que Rocío con su Niño
Ya dejaron a mi Palma
Y Mi Dulce conmovío’
Con San Juan los acompaña,
Y los lirios y romeros
Igual que las mantillas
En las peinetas
Se enredan en las ruedas
De la carreta,
Y es que...
Yo no sabría decir
Como llegaste a mi vía’
Pero siento a todas horas
Que ya no puedo vivir
Sin ver tu cara Señora.