Hasta ahora habíamos venido examinando los objetivos que la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible persigue expresamente a través de las dimensiones medioambiental, demográfica y social, unos objetivos que, en muchos casos, separadamente, resultan deseables. ¿Quién se puede oponer al fin de la pobreza y el hambre, al fomento de la pequeña y mediana empresa, al trabajo digno para todos, a garantizar el acceso al agua potable en el Tercer Mundo o a lograr unas ciudades menos contaminadas y más seguras? Pero junto a estos genéricos objetivos que todo ser humano comparte, se introducen los objetivos propios de la ideología de género, el control de la natalidad a través del aborto y la agenda del cambio climático. La ONU ha creado un proyecto que en su conjunto converge en una concreta orientación ideológica. Pero reducir el pensamiento humano a una sola ideología deseable, implantar un solo sistema de valores, equivale al fin de la libertad. La Agenda 2030 no impone obligaciones normativas, pero, de hecho, dado que la mayoría de países del mundo se han sumado a la misma, sus recomendaciones suponen uniformar los ordenamientos jurídicos de todos estos los países, lo que se traduce en una pretensión de hegemonía política universal. Peor aún, los recursos de los Estados, que no olvidemos, se extraen del esfuerzo de los ciudadanos, se dedican a lograr los objetivos de la Agenda 2030 sin que ninguno de esos ciudadanos/contribuyentes haya sido consultado para poner la soberanía de su nación al servicio de un plan universal diseñado desde opacas instancias supranacionales. La ONU además ha establecido un sistema de control ajeno a cualquier tipo de participación democrática: “Las reuniones anuales del Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible desempeñarán un papel fundamental a la hora de examinar los progresos conseguidos en el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) a nivel mundial. Se supervisarán y examinarán los medios de aplicación de los ODS, tal y como se indica en la Agenda de Acción de Addis Abeba, el documento final de la Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, para garantizar que se movilicen de forma efectiva los recursos financieros en apoyo de la nueva agenda de desarrollo sostenible”. Es la nueva gobernanza mundial.
Pero reducir el pensamiento humano a una sola ideología deseable, implantar un solo sistema de valores, equivale al fin de la libertad
En España esa “Gobernanza de la Agenda 2030”, es decir, la obediencia a las directrices de la ONU, corresponde a la Vicepresidencia Segunda del Gobierno del neocomunista Pablo Iglesias, que, bajo el lema de” no dejar a nadie atrás”, se ejecuta a través de:
- El GAN, grupo de Alto Nivel, dependiente de la Comisión Delegada Del Gobierno para Asuntos Económicos, cuya función es trasladar a todos los departamentos ministeriales los contenidos de la Agenda 2030.
- Alto Comisionado para la Agenda 2030, órgano Unipersonal del Gobierno de España, dependiente orgánicamente de la Presidencia del Gobierno, encargado de la coordinación de actuaciones para el cumplimiento de la Agenda 2030.
- Consejo de Desarrollo sostenible, órgano asesor, de colaboración y cauce para la participación de la sociedad civil en el cumplimiento de los ODS y la Agenda 2030, adscrito a la Oficina del Alto Comisionado para la Agenda 2030.
- Mejor uso de las técnicas existentes entre el Estado y las CCAA a través de las Conferencias Sectoriales, así como la inclusión, dentro del orden del día de la Conferencia de Presidentes, del impulso y medidas de seguimiento de la Agenda 2030.
- En el ámbito Parlamentario, se crea una comisión mixta “Congreso Senado” en el año 2019, para la Coordinación y Seguimiento de la estrategia española para alcanzar los ODS.
Nuevo marco geoestratégico e ideológico
La caída del Muro de Berlín puso fin a la guerra fría y cambió los paradigmas geoestratégicos de la lucha por la hegemonía mundial, hasta entonces en pugna entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Desde el punto de vista ideológico parecía, como vaticinó Fukuyama, que el sistema democrático liberal-capitalista, que se impuso en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial, iba a quedar como dueño absoluto del mundo. Un triunfo que el despliegue de la globalización comercial y financiera, junto a las innovaciones tecnológicas, parecía respaldar. El “fin de la historia” no sucedió, hoy nos hallamos frente a nuevos ejes geopolíticos que, en buena medida, suponen que nos encontremos viviendo en una época de crisis, en el sentido de transformación hacia un nuevo orden mundial y hacía una nueva etapa historica.