Nichos y sepulcros destrozados a martillazos, ataúdes abiertos o golpeados, cadáveres desaparecidos, lápidas de mármol arrancadas de cuajo...
Ése es el macabro escenario que ofrece desde hace varias semanas el cementerio cristiano de Boubana, en Tánger, también conocido como “europeo” al datar de los tiempos anteriores a la independencia de Marruecos, cuando la ciudad gozaba de estatus internacional. En el camposanto, ahora violentado, descansan los restos de numerosos ceutíes y de sus familiares que se asentaron en la zona durante la etapa del Protectorado.
La cadena de sucesos, recogida por medios marroquíes y que ha circulado estos días con rapidez por las redes sociales, comenzó hace semanas, cuando se registraron los primeros saqueos, pero se ha intensificado en los últimos días. El propio Consulado de España en Tánger reconocía la profanación en 62 tumbas, pero otras fuentes aseguran que el goteo de ataques ha provocado que la cifra total supere ya el centenar.
De noche y amparados por la nula vigilancia que los residentes en la zona aseguran que arrastra el recinto, los autores de los saqueos han destrozado los accesos a los sepulcros, arrancando las lápidas de mármol y derribado los pequeños muros que las sostenían. Los ataúdes aparecen también violentados, abiertos, y de la mayoría de los cadáveres se desconoce su paradero. La noticia ha causado tal impacto en la ciudad que incluso se ha celebrado un acto de desagravio y oración que fue oficiado por el obispo de Tánger, Monseñor Santiago Agrelo, y al que también acudieron el párroco de la Catedral, el padre Martín, y numerosas religiosas de varias congregaciones, así como el cónsul de España en Tánger, José de Carvajal Salido, y otras personalidades relevantes. Tampoco quiso faltar una representación de la colonia de residentes de origen español y francés que aún permanecen en Tánger, así como familiares de quienes hasta ahora yacían en el camposanto.
En ese mismo acto, tal y como ayer recogía gaceta.es, el obispo prefirió no utilizar el término “profanación” para referirse a los hechos, ya que a su juicio “esto implica la voluntad intrínseca de hacer daño a bienes o personas de otra religión”, y no quiere “alimentar enemistades religiosas”. Asimismo, el clérigo aseguró que reza por el eterno descanso de los muertos y por los autores de “ese horrible acto”.
En Facebook podía ayer leerse una carta remitida por el cónsul en Tánger como respuesta a una queja presentada por una ciudadana de origen español. En ella, Carvajal Salido asegura que “tanto el Consulado General de Francia como el de España han estado al tanto de los lamentables hechos sucedidos en el Cementerio de Boubana” y que desde entonces ambas legaciones han mantenido contacto con el Ayuntamiento de Tánger, al que se le ha solicitado “la reparación de las tumbas violadas, la elaboración de la lista de los enterramientos afectados, la denuncia de los hechos a la Policía para que se intente detener a los responsables y el establecimiento de un servicio de vigilancia que proteja en el futuro a dicho cementerio frente a situaciones similares”.
El cónsul confirma también que el Ayuntamiento ha iniciado ya la restauración de los sepulcros y que el propio alcalde ha propuesto a la Asamblea Municipal la aprobación de un contrato de vigilancia con una empresa privada para proteger la integridad de todos los cementerios de la ciudad.
Tras la independencia de Marruecos, el cementerio cristiano de Tánger quedó bajo jurisdicción del municipio, que es ahora el encargado de velar por su seguridad y de la prestación de servicios. Los vecinos de la zona atribuyen los actos violentos al vandalismo y a su proximidad a barriadas consideradas “conflictivas”, que no están separadas del cementerio por vallas ni perímetro que lo preserven de las entradas de desconocidos. Además, hasta ahora solo existía un guardia de seguridad de avanzada edad con presencia discontinua.