Categorías: Opinión

Sana envidia

Suelo pasear a pie bastante por la ciudad. Mi condición andariega me lleva a los más dispares rincones que, para alguien como yo que ha vivido aquí toda su existencia, inevitablemente me sumergen en un mar de variopintos escenarios de nostalgia, satisfacción, curiosidad y, otras tantas veces, de pesimismo o amargura. Hacía meses que no me encaminaba a uno de los entornos predilectos de mi infancia: la estación de ferrocarril y a su vieja olvidada locomotora, donde la contemplación me retrotrae inolvidables vivencias con el que yo siempre llamé mi primer tren.
Ciertamente, procuro frecuentar lo menos posible la zona por el dolor que me causa el abandono de tan significativos presentes del siglo que dejamos atrás, y en los que, hoy, no voy a incidir de nuevo. El conjunto no parece tener el desenlace que muchos desearíamos con las obras de restauración del edificio incomprensiblemente paralizadas y de la C-1, mejor no hablar. El olvido volvió a sobrevolar sobre el lugar.
Si hoy vuelvo al tema es por la sana envidia que me ha producido que Marruecos haya devuelto a la vida a la hermana gemela de nuestra estación de Tetuán. Qué mejor forma, una vez desaparecido para siempre aquel romántico ferrocarril, que convertir el emblemático, edificio admirablemente restaurado, en un elegante Museo de Arte Contemporáneo.
La estación tetuaní, si bien permaneció algo en el olvido durante bastante tiempo, su deterioro no llegó a la gravedad de la nuestra. Hará algo más de 20 años se convirtió en un centro de formación profesional tras una sencilla operación de maquillaje. Desaparecido el centro, algunos marginados se asentaron en el edificio, que, incluso, llegó a cobijar una modesta mezquita cuando volvió a quedar de nuevo a merced del abandono.
Sin embargo, un acuerdo de cooperación para la restauración de varios proyectos en Tetuán por parte del Ministerio de Cultura marroquí y la Fundación Tres Culturas de la Junta de Andalucía, puso su atención en la edificación que, una vez totalmente remodelada, ha permitido convertirse en ese magnífico centro de arte, orgullo de los tetuaníes. En total, cuatro salas en las que, por derecho, está Mariano Bertuchi, como fundador de la Escuela de Bellas Artes de la capital, junto a otros pintores españoles y marroquíes de diversas épocas y tendencias. Y como remate, su pintoresco patio central, sede de exposiciones temporales donde los jóvenes marroquíes tendrán un destacado protagonismo.
No deja de ser llamativa la dadivosidad de la Junta de Andalucía en materia de restauraciones en Tetuán, puesta de nuevo de manifiesto en ese acuerdo de 2003 con la Administración marroquí. En concreto y según el director del flamante museo, de los cuatro millones de euros que ha costado la restauración, un millón y medio ha sido aportado por el ente andaluz. Curioso interés, ciertamente, cuando aquí en Ceuta existe una estación hermana y de idéntico estilo arquitectónico neoárabe por la que jamás se ha interesado lo más mínimo. Ni por ella ni por nada. Qué le vamos a pedir a la Junta cuando sistemáticamente olvida nuestra existencia, pese a que en el artículo 228 del Estatuto andaluz se refleja que “la Comunidad Autónoma de Andalucía mantendrá unas especiales relaciones de colaboración, cooperación y asistencia con las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla”.
Dentro de algo menos de un lustro, nuestra estación, sede que fuera de la cabecera de la línea férrea que nos unía con Tetuán, cumplirá su centenario. Es de esperar que para entonces la restauración pueda ser un hecho. ¿Qué hacer entonces con el edificio? He oído determinados proyectos pero, por qué no estudiar la posibilidad de instalar allí el Museo de la Ciudad con su peculiar costumbrismo, objetos y motivos que escapan al del Rebellín. Una muestra popular como las que existen en tantas ciudades españolas, en el que nuestro ferrocarril tendría también su parcela destacada.
Y el próximo miércoles, la presentación por la Biblioteca local de un libro como llamamiento artístico-literario para la recuperación del que fue Gran Teatro Cervantes de Tánger, uno de los símbolos culturales más importantes de la presencia española en el norte de África, abandonado desde hace cuatro décadas. Al cumplirse su centenario el próximo día 13, la Fundación Baile de Civilizaciones así como algún que otro colectivo más reclama su restauración. Por razones de vecindad es justo que en Ceuta recordemos ahora aquel gran coliseo, escenario de referencia y modernidad internacional durante gran parte del Siglo XX. Perfecto. Pero no olvidemos que aquí tuvimos también un Teatro Cervantes, mucho más modesto pero muy entrañablemente nuestro, que dentro de dos años cumpliría también su centenario. ¿De él y de la forma que sea, nadie parece querer acordarse?

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