Las cuestiones importantes siempre afectan a nuestras vidas de alguna manera, y hay otras que, si bien no podríamos indicar objetivamente que modifican sustancialmente nuestro modo de ver el mundo, sí que nos influyen mucho más de lo que esperaríamos. Desde mi punto de vista, comportamientos inesperados y exagerados sobre temas triviales señalan especialmente la vacuidad de nuestras sociedades y la estupidez colectiva que nos envuelve a todos. La ausencia de reflexión para despejar el grano de la paja y visualizar con claridad los asuntos relevantes de los banales persigue a nuestras opulentas sociedades occidentales, donde la banalización se ha convertido en una marca que nos distingue.
El fenómeno que ha desnaturalizado nuestras formas de vida y ha creado la mega-ciudad industrial, nuestro alejamiento de la naturaleza y la arrogancia ignorante con la que nos maltratamos espiritualmente creo que tiene entre otras muchas una explicación filosófica. H. Arendt y su valiente banalización del mal, extendiéndolo a cualquier ser humano que no sepa reflexionar o que no tenga ni los mínimos arrestos para oponerse a la infamia, pusieron de manifiesto que mucho de lo feo y abyecto que nos rodea se puede explicar por la ausencia de razonamiento. El vacío espiritual de muchos y la extensión del nihilismo y la sociopatía colectiva aludida en uno de nuestros recientes artículos podrían estar relacionadas con todo esto que estamos comentando y ser la consecuencia inevitable de no saber pensar éticamente y tomar las decisiones correctas con respecto a uno mismo y a los demás. Las consecuencias de no saber pensar son muy trágicas y solo benefician a los mercaderes y a sus voceros del contubernio político-burocrático.
Estos últimos solo desean una sociedad de sumisos autómatas que no piensen y que actúen como una máquina colectiva cuando se les enciende el resorte, sea este el de los espectáculos deportivos, los bochornosos programas basura o la decadente obsesión por la cocina de diseño, que incluso han tenido la ocurrencia de convertir en un programa de I+D. Solo persiguen éxito electoral (estén legitimados por la participación o no) y el mantenimiento del insostenible sistema de consumo con un incremento demográfico suicida. No conviene olvidar que el incremento poblacional de nuestra especie, con sus niveles de consumo, son el principal problema ecológico al que nos enfrentamos y también la fuente fundamental que alimenta el cambio global que estamos sufriendo. Esto significa que nuestra especie no es la única que soporta estas consecuencias sino que también lo padecen los ecosistemas del planeta y la biosfera en su conjunto; todo esto es bien conocido y también la teoría de James Lovelock sobre el equilibrio que se debe restablecer dentro del marco de actuación de Gaia. Que no suene a esoterismo ecologista sino a un sistema tampón, que una vez perdido su frágil equilibrio producirá transformaciones profundas para conseguir alcanzar un nuevo estado de la cuestión de la vida, como ha estado haciendo a lo largo de todas las eras en las que las especies han colonizado nuestro planeta y han creado esta maravilla llamada biosfera sufriendo grandes extinciones.
Y en este estado de cosas, la falta de comprensión del otro ser vivo y su mecanización como si fueran cosas, simples objetos con los que podemos hacer lo que nos venga en gana, es una de las grandes alienaciones de nuestra época. Contra esto luchan de Waal y muchos otros, como el partido animalista, que desean la humanización de nuestras relaciones con las demás especies del planeta tierra y, en el caso del partido mencionado, con aquellas que son producto de nuestra evolución cultural, la maravillosa domesticación puesta en marcha y desarrollada durante uno de nuestro periodo más fructífero de entendimiento y compenetración con la biosfera, el neolítico. Una pena que no lograran entender que la demografía exagerada era un gran Armagedón que disminuiría nuestra espiritualidad y nos alejaría del mundo natural, que es la gran fuente eterna de bienestar y plenitud vital. En este estado de cosas llegamos a nuestra milenaria y marinera ciudad que, como es obvio, no se ha librado de la debacle ambiental. En ella no puedo sino asistir con gran asombro a la falta de comprensión de los problemas ambientales y, si se me apura, a observar un notable desprecio hacia estas cuestiones desde que los gobiernos del PP decidieron desentenderse de la Agenda 21 y del consenso ciudadano que tanto había conseguido por la participación ciudadana. Desde hace unos años, además, se está produciendo una curiosa alienación colectiva que consiste en ignorar en general las cuestiones ambientales y centrarse con saña en el problema que causan la excesiva proliferación de gaviotas de la especie Larus michahellis. Por arte de magia se han esfumado los problemas de tráfico, contaminación, el abandono de nuestro medio forestal y marino, los incendios, la ausencia de planes de residuos o de una política energética apropiada a nuestro territorio y de la misma forma podríamos continuar citando un largo número de cuestiones ambientales pendientes. Pensamos que muchos no reflexionan lo suficiente como para pensar en estas cuestiones y sí en las molestias que les causan las “terroríficas” gaviotas patiamarillas. Pero, ni aun eligiendo un tema banal, si se compara con los graves carencias que padecemos en política ambiental, consiguen pensar con alguna profundidad intentando llegar a conclusiones racionales más acordes con lo que se espera de nuestra evolución cultural. Pocos de los protestones se han preguntado de dónde han salido tantas gaviotas y solo quieren que les eliminen las molestias los mismos irresponsables que han provocado, con su dejadez en relación a los residuos, el problema de las gaviotas. Por lo tanto, la posibilidad de que los magníficos gestores provocadores del problema lo resuelvan es bastante remota.
Para los eternos gobernantes es solo una molestia electoral y por eso tratan el problema generado por ellos mismos y su desgestión de manera improvisada, irresponsable y sin contar con las personas que más saben sobre esto en Ceuta, que son evidentemente la SEO/Bird-Life. Así que la lógica consecuencia de todo esto se está concretando en unas actuaciones infamantes que mutilan a las gaviotas mientras se van muriendo lentamente ofreciendo un dantesco espectáculo. Ni siquiera parece que los políticos en el ejercicio del gobierno municipal se respeten mucho a sí mismos, ya que al fin y al cabo la gaviota es el símbolo del PP. Muchos de los habitantes de la marinera ciudad en vez de estar preocupados por otros temas de mayor calado (como el clientelismo político, el sobrecargado capítulo uno de los gastos del ayuntamiento, la situación de la frontera, la viabilidad socioeconómica y ambiental de Ceuta, el deterioro de los fondos marinos debido a las algas invasoras o para que sirve tener diputados y senadores en Madrid que votan lo que dice el partido mientras los canarios se llevan el botín) están más centrados en someter al escarnio público mediante una infamante grabación a personas que cometieron un error motivado por una locura nocturna con muchas copas por medio.
Entre todos hemos conseguido que no importen las cosas relevantes y que lo anormal se convierta en normalidad todos los días. Por eso, somos tan insistentes en el necesario cambio de orientación de nuestra forma de vivir y de sentir. Es necesario que rescatemos el ser humano que llevamos dentro y empezar a decir ¡basta! a no pensar, hay que atreverse a mirar y reflexionar sobre los problemas que nos afectan a todos y dejar de vivir entre pensamientos estúpidos y engañosas nebulosas de felicidad consumista.