Los sábados quedo a la vuelta de la esquina con la felicidad, lo suelo hacer siempre que puedo pues cualquier otro día de la semana nos viene mal por nuestro horario.
Son las 6 de la mañana y mi perra sabe que toca madrugar. Tapada en las sábanas de nuestra cama, asoma el hocico de los buenos días, sacude su cabeza y lame mi rostro desenamorado.
Café rápido, medicamentos cotidianos, vestirme de chandal y abrigarme del húmedo frío de Ceuta.
Mi amigo Pedro estará dándole de comer a una colonia de gatos que tenemos en la marina. Pedro adora a los felinos del mundo y comparte con ellos un lenguaje extraño que entienden perfectamente.
Abby lo busca. ¿Dónde está Pedro? Vuela a su encuentro moviendo la cola en todas direcciones, rastreando sus pasos, presa de la prisa y del desasosiego de no encontrarlo al momento.
Los tres desayunamos en el " bar las balsas" cercano al antiguo hospital abandonado por el tiempo y olvidado de la mano de Dios. Café doble, tortilla, bocata o huevos fritos; Jesús, el dueño, nada más entrar, a la velocidad de la luz, llega a la mesa con los manjares balseros. Mi Abby pide a ladridos su ración de queso y lo más típico de la casa "pata".
Pedro se va a dormir, ha trabajado toda la noche en la residencia Virgen de África, parece que los ancianos rejuvenecen con su presencia.
Toca parque de perros: se buscan y juegan mordisqueándose y persiguiéndose los unos a los otros bajo unos códigos de juego limpio que respetan.
La ducha caliente sin prisas cae sobre mi alma: llueve y deja de llover a mi antojo, controlando la temperatura, la presión, el comenzar y el parar. Soy el dios de la lluvia en la bañera. Soy Zeus, Poseidón, Neptuno, Tlaloc (dios mexica de la lluvia y del relámpago).
El Chandal es el traje típico sabatino, el gorro, un buen pañuelo para el gaznate y los deportivos: siempre tengo la curiosidad de saber por qué en Ceuta riegan las calles aunque llueva y saber también por qué lo hacen a unas horas en las que las víctimas potenciales salen a la calle evitando la típica caída ceutí. Eso forma parte de la aventura de patear esta ciudad.
Llegar al mercado central es un espectáculo visual de frutas, pescados, especias, olor a churros, zumos exóticos, tapas de aperitivo, tiendas morunas: Tajín, teteras, vasos de te, dátiles, pasas, miel, sazonadores.. Marruecos y Ceuta compartimos cultura.
Comprar un número de la cruz roja, charlar en las colas, probar un chicharrón ofrecido como un manjar bendito, comprobar la bonoloto, ir a por el periódico y leer ordenando las hojas a tu antojo mientras pasas páginas de bodas, bautizos y comuniones.
El paseo de la marina, las tiendas de musulmanes y chinos que abren 48 horas al día. Charlar con unos y con otros sobre fútbol, el tiempo, los cangrejos que mueven sus patas sin saber su futuro.
Hoy haré un puchero; me gusta pedir consejo sobre las viandas: medio pollo, muslo de pavo, trozo de ternera, hueso salado, hueso fresco, tocino. Zanahorias, patatas, apio, perejil.. Todos los placeros son mis Carlos Arguiñano.
Me cuentan que en la guerra cayó una bomba y historias de las generaciones que han regentado estos pequeños comercios.
Me siento con el tercer Café en la Plaza de los Reyes. Desde " las columnas" invito a comer puchero a la felicidad pero siempre me dice que tiene prisa.
El seseo de la olla me avisa que la cocción está lista. A mi Abby le espera todo un manjar de carne mientras la observo comiendo una sopa de fideos en la que navega la yema amarilla rodeada de un aura blanquecina.