Rocío Toledo se enfundó sus botas este domingo y pisó el reposapiés. Hacía un tiempo que no pasaba por ese ritual; había aparcado un tanto su pasión por las motos. Sin embargo, esta vez emprendió una ruta por Ceuta por un motivo esencial. Lo hizo para darle difusión a la enfermedad de lyme.
Ella convive con esta afección en su día a día y hasta hace poco desconocía sobre su existencia más allá de su vinculación con las garrapatas. La vecina ha recorrido un trayecto de 8,3 kilómetros en la ciudad como parte de la iniciativa “LYMEtro a metro”.
La propuesta, nacida en Pamplona, consiste una carrera virtual que pretende superar los 25.000 por toda España con la intención de darle visibilidad a este problema de salud crónico.
Ceuta y el lyme
La protagonista de esta historia se ha grabado durante su trayecto antes de pasarle el testigo a otra paciente localizada en Casares, Málaga. El vídeo arranca en su propio garaje, donde ya claramente se puede percibir su afición por el mundillo.
“Lo he tenido puesto en pausa”, menciona. Una vez montada en la moto, empieza a contar de principio a fin cómo ha sido su proceso con el lyme. “Todo comenzó tras el Covid y tras las vacunaciones. Me diagnosticaron artritis reumatoide”, cuenta.
A pesar de que comenzó a seguir las pautas del médico y a tener un tratamiento para abordarla, no encontraba realmente alivio. “Las inflamaciones no mejoraban. Pasé por varios ciclos varios ciclos de corticoides y lejos de ayudarme, me hacían sentir peor”, relata.
Dolores continuados
Al año siguiente, los sanitarios optaron por cambiar la forma de proceder. Se decantaron por los medicamentos biológicos. Fue en ese momento cuando, el internista a cargo de su caso, se percató de que se había producido una confusión.
Lo que se escondía tras los dolores continuados de Rocío no era la citada afección. Era, de hecho, el lyme. “Pidió la prueba para mí. Fue una decisión de muy buen criterio”, asegura. “Tuve suerte porque ahora sé que no es lo habitual y más la tuve cuando salió positiva”, señala.
Toledo considera que los doctores “no quisieron darle demasiada importancia”, quizá para no preocuparla. Sin embargo, en cuanto supo cuál era la raíz de todos sus malestares, se dio cuenta de que en lo cierto es que es “muy grave”.
“Ahí supe que había encontrado la verdadera causa de lo que me ocurría. Hasta ese momento apenas había oído hablar del lyme más allá de que las garrapatas eran un peligro”, narra. “Cuando lo detectaron, estaba muy debilitada. Tenía cansancio extremo, dificultad para pensar, hablar, pérdida de memoria y ansiedad en espacios abiertos”, manifiesta.
Repercusiones físicas
A nivel físico estas repercusiones se acentuaban. “Mi cuerpo empezó a fallar de muchas formas. Tenía problemas digestivos como el SIBO, dolor de garganta, dificultad para tragar, vértigo, dolores tanto musculares como articulares, inflamaciones en el ojo, dolor en el pecho…”, comenta.
La incertidumbre que rodeaba su expediente a veces la tenía en vilo, sobre todo, en aquellos puntos en los que repentinamente proyectaba síntomas más extraños. “A veces me asustaba porque no podía abrir un ojo, levantar el brazo o mover los dedos de los pies. Siempre ocurría en la parte derecha. Es la más débil”, destaca.
Normalmente, en su día a día, percibe los estragos del lyme. “Me despierto con rigidez en los dedos, fatiga muscular y con las piernas muy pesadas”, detalla. La zona más afectada son sus pies, donde sufre problemas en el talón de Aquiles o daños óseos.
Esperanza
Iniciar un tratamiento específico ha iluminado un rayo de esperanza para ella. Cree que puede mejorar y sobrellevar de otro modo la enfermedad. “Al menos que me permita levantar cabeza porque con esta no vale con tener un diagnóstico. Después de este, llega la lucha”, expresa.
A pesar de que está acompañada por su familia o por profesiones, reconoce que, desde su perspectiva, en esta situación está “sola” ya que “nadie se hace responsable”. Explica que, a fin de cuentas, ella misma es la que debe hacerse cargo.
“Aunque sea rara y apenas se hable de ella existimos, estamos aquí. Hoy soy parte de esta campaña porque quiero que se escuche nuestra voz. No somos invisibles. Merecemos que lo detecten, que lo traen y, sobre todo, respeto”, anuncia con firmeza antes de despedirse.