Opinión

La robotización imparable

La Edad Contemporánea ha conllevado tres procesos de revolución tecnológica: La Primera, iniciada en Reino Unido, promovida por la utilización de la máquina de vapor. La Segunda por la utilización de la electricidad y el empleo de los combustibles fósiles. La Tercera con el desarrollo de las tecnologías de comunicación y las energías renovables y la teórica Cuarta, aún en sus inicios, basada en la inteligencia artificial y los big data. Precisamente esta última, ligada a la robotización, puede suponer una transformación de consecuencias impredecibles para la humanidad.
La inteligencia artificial (IA) −término acuñado en 1950 por John McCarthy y Marvin Minsky− es la simulación de procesos de inteligencia humana por parte de máquinas, incluyendo el aprendizaje, el razonamiento y la autocorrección. Permite que equipos inanimados tengan capacidad para resolver problemas. El padre de la IA fue el matemático Alan M. Turing, el mismo que descifró el código Enigma nazi y creó el “test de Turing” para juzgar la inteligencia de una máquina.
La Cibernética es la ciencia que estudia las analogías entre los sistemas de control y comunicación de los seres vivos y los de las máquinas. Un robot es una máquina o ingenio electrónico programable, capaz de manipular objetos y realizar operaciones antes reservadas solo a las personas. Proviene del vocablo checo robota que significa trabajo o servidumbre y lo utilizó el dramaturgo Karen Capek en su obra RUR, en 1920. La robótica, expresión acuñada por Isaac Asimov, es la técnica que aplica la informática al diseño y empleo de aparatos que, en sustitución de personas, realizan operaciones o trabajos por lo general en instalaciones industriales.
Un autómata es un instrumento o aparato que encierra dentro de si el mecanismo que imprime determinadas acciones que imitan la figura y los movimientos de un ser animado. Humanoide es aquel que tiene forma o características del ser humano.
La atracción del hombre por artificios que ejecuten movimientos o acciones humanas o animales data de muy antiguo e incluso están presentes en la literatura antigua y la mitología. Por referirnos a algunos de ellos citamos al matemático pitagórico Arquitas de Tarento, que pasa por ser el primer inventor documentado. En el siglo IV a.C. fabricó una paloma de madera que, a base contrapesos y aire encerrado, llegó a volar. Desde el siglo III a.C. en Alejandría y Siracusa, Arquímedes, Ctesibio, Filón y Herón crearon máquinas y autómatas dotados de movimientos.
El genial Leonardo da Vinci, bajo el mecenazgo de Ludovico Sforza, en 1495 diseñó, lo que en principio iba a ser un juguete, un hombre mecánico − de proporciones anatómicas según el canon de Vitrubio− articulado con poleas, engranajes y árboles de levas, que andaba, se sentaba, movía las manos, la cabeza y la mandíbula. En 1515, para el rey Francisco I de Francia con ocasión del encuentro con el Papa León X, construyó, precisamente, un león mecánico animado.
Más recientemente y relacionado con el juego del ajedrez tuvo una enorme resonancia la aparición de El Turco. La máquina constituida por una gran caja compartimentada y un muñeco con túnica de seda y turbante − de donde procede el nombre asignado al invento− fue creado en 1769 por el científico e inventor eslovaco Wolfang Von Kempelen. Ganó partidas a numerosos personajes de la época, entre ellos Benjamín Franklin y al propio Napoleón Bonaparte en el 1809, durante la campaña de la batalla de Wagram.
La realidad es que su poderío se basaba en que, disimulado de manera genial dentro del cajón, había un ajedrecista de pequeña estatura que, a base de imanes, movía les piezas. Dice la leyenda que se descubrió el truco cuando un inteligente espectador, desconfiado, gritó “fuego” y automáticamente el mínimo ajedrecista salió apresuradamente del cajón. Otra versión contempla que tras la destrucción del invento, el día 5 de Julio del 1854 durante el gran incendio de Filadelfia, el hijo del último propietario confesó a una revista de ajedrez el truco. No obstante, el falso autómata tuvo 85 años de vida y al menos 15 jugadores operaron dentro de él.
Hay que hacer constar que el ingeniero español Leonardo Torres Quevedo creó, en 1912, El Ajedrecista, quizá la primera máquina en la historia capaz de dar jaque mate a un contrincante.
El Deep Blue de IBM −que podía calcular millones de posiciones por segundo− en 1997 acabó con el reinado humano al vencer a Gary Kasparov, entonces campeón del mundo.
En el terreno sicalíptico el fabricante de muñecas sexuales RealDoll ha presentado recientemente a Harmony la primera robótica y con inteligencia artificial, creada por Realbotix. Su programación especial le dicta cómo tratar a su pareja humana con "amor y adoración eterna". Permite efectuar fantasías sexuales, tener conversaciones sencillas, recibir de ella frases amorosas y manifestarnos que nos amará siempre.
El robot CubeStormer 3, en marzo de 2014, resolvió el cubo de Rubik en tan solo 3,253 segundos. El primer restaurante con robots se inauguró en julio de 2006 en Hong Kong. Varios de ellos podían recibir órdenes de los clientes y entregarles sus pedidos o comidas, mientras un tercer robot hacía las veces de cocinero.
La aplicación de la automatización, según un informe realizado a finales de 2017 por la consultoría McKinsey Global Institute, puede afectar a entre 400 y 800 millones de personas que tendrán que buscar una nueva ocupación. En el mismo se especifica que el 50 por ciento de las actividades laborales actuales pueden automatizarse para el año 2030, con tecnología que ya ha sido probada y ha demostrado su eficacia. Otros expertos lo fijan en un 47 por ciento en 20 años y el Banco Mundial, para los países de OCDE, en un 57 por ciento. Los trabajos físicos o el procesamiento de datos serán los más afectados mientras los de alta exigencia de interacción emocional serán los menos y ello posiblemente durante corto plazo.
Pero el proceso de desarrollo de inteligencia artificial es significativamente acelerado. No se descarta que en poco tiempo las máquinas progresarán en capacidades de percepción, intuición y pensamiento, con lo cual sustituirán al ser humano en otros muchos campos y actividades.
Indudablemente las ventajas de la automatización son innegables. Se habla de que con la mitad del personal, se produce el doble, con un tercio de coste y una economía de la cuarta parte del tiempo. Además los robots podrían realizar sustitutivamente labores peligrosas o insalubres para los humanos, serían utilísimos en medicina y cirugía, así como en otros muchos campos. Su problema está en la eliminación de empleo, algo parecido a la aparición del maquinismo que, en aquella época, hizo surgir reacciones como el ludismo en Inglaterra entre 1811 y 1816, caracterizado por la destrucción de máquinas, fábricas y amenazas a los patrones.
Es difícil e imprevisible que millones de desempleados encuentren trabajo en las nuevas actividades que puedan generarse, por lo que habrá que buscar soluciones de empleo del tiempo y de propia subsistencia. Se baraja la aplicación de una renta básica que podría proceder de cuotas a los robots como sustitutivos de los cotizantes humanos a la seguridad social. Incluso se contempla − si estos robots tienen capacidad de decisión− el análisis de la responsabilidad civil e incluso la creación de una personalidad robótica, tal como las de personas físicas y personas jurídicas. El año pasado Arabia Saudí dio la ciudadanía a un robot, llamado Sophia – y no estamos soñando– e incluso se recoge que el mismo agradeció la distinción e hizo constar que era un momento histórico.
Aunque ahora nos parezca ciencia ficción solo de literatura y cine, quizá no esté tan lejano que se llegue a diseñar robots con sentimientos. En “Blade Runner” el replicante Roy salva la vida del cazador al despertarse los sentimientos y en “El hombre bicentenario”, el robot Andrew va aprendiendo y desarrollando sentimientos y habilidades para convertirse y ser tratado como ser humano.
Ante ese peligro, científicos como Stephen Hawking se atrevieron a decir que estas máquinas pueden hacer desaparecer la humanidad y otros, que son más peligrosas que las armas nucleares Es necesario crear un código moral para las máquinas. Ya Isaac Asimov en su relato “Círculo vicioso”, en 1942 , incluyó lo que llamó las Tres Leyes de la Robótica. Los 23 Principios de Asilomar − ciudad de California donde se celebró en 2017 la Conferencia organizada por el “Future of Life Institute”− fueron aprobados por más de 2.000 científicos e investigadores en inteligencia artificial. El Parlamento Europeo ha aprobado en febrero de 2017 un Código Ético de Conducta.
Todas estas iniciativas tienen por objeto crear un marco de guía ético para el diseño, producción y uso de los robots. Nace con ello una nueva disciplina: la roboética.
El progreso en la inteligencia artificial no tiene vuelta atrás, es imparable. Es evidente que la humanidad puede beneficiarse de los componentes positivos de la robotización, pero hay que estar atentos al peligro de los elementos negativos: desempleo masivo y sustitución de la capacidad intelectual y de la toma de decisiones vitales del hombre por máquinas. No está tan lejano el horizonte y hay que ir buscando soluciones y anticiparse ya. (*) Doctor Ingeniero y Académico.

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