Media docena de pacientes que sufren ‘tocs’, congregados en una sala de espera. Seis trastornos obsesivos compulsivos: tourette, aritmomanía, nosofobia, ‘tocs’ de verificación, fascinación para palilalia y ecolalia que se sirvieron de una risa ácida, a la vez que sanadora, para desatar las carcajadas entre un numeroso público que arropó el regreso del Centro Dramático a la escena del Revellín.
Con Manuel Merlo al frente, la compañía local se encargó de rescatar la obra ‘Toc Toc’, un teatro comercial, ingenioso e inteligente, escrito por el francés Laurent Baffie, que ha atesorado grandes resultados de público y recaudación en los últimos años, y que se situó en la línea que ha caracterizado a la original: mantener a la asistencia con la carcajada viva.
Sin embargo, esa vis cómica, a la que tanto recurren los de Merlo, fue la envoltura bien maquillada para presentar un tema más crudo: los problemas de salud mental y los estigmas que le rodean. Esos trastornos bastante estirados de sus protagonistas fueron la excusa para desmitificar y desactivar el trastorno obsesivo compulsivo que, una vez, al descubierto y sin escudos dejó entrever una representación conmovedora.
Todos tienen traumas personales, pero incubados en una sociedad contemporánea que los estimula: la soledad, la competitividad excesiva, el machismo, los miedos o la autoestima erosionada. Los prejuicios forman parte del perfil de estos personajes que exacerban y agravan sus conductas. Todo ello se vio reforzado con la escenografía, iluminación y otros resortes técnicos y artísticos, como la línea de actuación, que fueron imprescindibles para completar una comedia que miró de manera risueña la dura vida a partir de los tics cotidianos.