Estaba acostumbrado de tener unos despertares, sobre las cuatro de la mañana, no era ni la primera vez, ni creo que será la última. Yo siempre lo relacionaba con la hora de los fallecimientos de mis padres.
Era una gran coincidencia, pero ambos se habían puesto de acuerdo de abandonar este mundo a la misma hora. Por eso siempre he tenido esa calma y tranquilidad, para afrontar esas horas de pérdidas de sueños.
Pero la verdad, siempre ha estado relacionado con alguna noticia.
Por eso nunca perdía la paciencia y yo mismo me decía: “Dime que deseas”, ya que sabía que uno de los dos, me estaba intentando decir algo. Pero esa madrugada fue casi en blanco.
No conseguía dormir, tampoco me venía ese chivatazo del más allá, aunque yo le puse su nombre: “mis revelaciones secretas”. Nunca me habían fallado.
Pero parecía que esta vez algo había interrumpido el mensaje, y el receptor estaba un poco mosqueado ya que la mañana era larga y con falta de sueño siempre estaba un poco irritable.
Hacia frío y me fijé que la ventana estaba abierta; mi mujer la deja así, para que entre un poco de ventilación, aunque a estas horas y aunque ya estemos con temperaturas un poco fuera de contexto, pero hace frío, y por prevención hay que cerrarla para evitar tener en el futuro un pañuelo como nuevo amigo.
Sobre las ocho de la mañana me quedé dormido y fue cuando tuve ese momento de comunicación con el más allá, del “enchufismo”. Me apareció la cara de una persona.
La verdad que me sorprendió, ya que hacía muchos años que no lo veía. Sobre las diez de la mañana salí de casa después de desayunar mis tostadas con manteca y mi vaso de manzanilla con anís.
Sobre las doce más o menos observé cómo una persona se cayó a unos metros delante mía. Me aligeré y fui a socorrerle. Mi sorpresa primaria fue que era la cara que me había avisado hacia pocas horas.
Tenía mala pinta su caída, según declaraciones de este querido hombre, se había doblado el tobillo y desde ese momento ya se le noto un gran bulto.
Llame urgentemente al 112 y, como de costumbre, me empezó a dar la lata con un montón de palabras sobre cómo estaba, la edad que tenía y los síntomas, la verdad que estaba perdiendo la calma cuando un policía local se acercó a socorrernos y fue quien terminó la labor.
Pero lo fuerte fue cuando me indicó este desafortunado amigo que hacía tiempo que quería hablar conmigo.
Yo me quedé de piedra, primero, por la advertencia que me había dado mi familiar en el sueño, luego la coincidencia de que su accidente lo hubiera presenciado yo, y ahora estas palabras: “quería hablar contigo”.
Y le indiqué que es lo que se le ofrecía. Él me dijo que se había enterado de la publicación de mi novela Caballa de Adopción, que la había comprado y que quería que se la dedicara.
Creo que fue muy gustoso, por un lado, y por otro un gran cúmulo de circunstancias que se habían dado para llegar a esta bonita conclusión de tener que dedicar un libro.
Ha sido una bella historia, donde un melodrama, ha acabado con un detalle de felicidad para ambas partes.