El Boletín Oficial de las Cortes publicaba ayer la respuesta dada por el Gobierno a la pregunta cursada por el diputado Gaspar Zarrías respecto al conocimiento que el presidente don Mariano puede tener de los problemas de Ceuta. En la pregunta de marras el socialista no evitaba enmarcar dicha cuestión en el hecho, siempre recurrente, de que el citado no haya cursado visita alguna a la ciudad en calidad de presidente del Gobierno. La respuesta del Ejecutivo ha sido la que se esperaba, aludiendo a los contactos que mantiene don Mariano con la clase política local, encabezada por Vivas, para saber algo más que los precios de los transistores.
La salida oficial a la pregunta de Zarrías, erigido en el diputado de referencia por Ceuta, entra dentro de lo considerado como normal, pero carece de algo que importa, y más en esta ciudad. Hablo del simbolismo. En una Ceuta que se ha sentido malquerida en muchos aspectos, que sigue arrastrando reivindicaciones históricas marcadas por complejos que los asustaviejas se encargan de alimentar según la época, es muy importante la actitud, el gesto que presente la figura política de turno.
Acuérdense de la visita real. Que finalmente se produjera hizo historia en una ciudad en la que esa ausencia era entremezclada con tintes maliciosos por distintos frentes. Acuérdense del mitin de Aznar y del anuncio de su visita como presidente del PP, marcando una distancia respecto a su papel como presidente del Gobierno que todavía le pasa factura en las tertulias en las que se pone de manifiesto aquel asunto. Son gestos, formas, modos y maneras que llegan a calar más en la población que una respuesta políticamente correcta. Y eso, la clase política lo sabe, y más aún cuando está en la oposición y sabe como echar mano del lenguaje que, aunque recurrente, siempre lleva aparejado su cuota de éxito.