Una odisea de cinco días con un final feliz. Desde la noche del pasado domingo los vecinos de la zona se percataron de la presencia de un gato rubio, desconocido en la barriada, que terminó en lo alto de las Murallas Meriníes, en Ceuta.
“No sabemos si ha sido un abandono o ha llegado aquí por casualidad”. Tampoco saben a ciencia cierta cómo el animal trepó tan alto, si fue que pasó un susto, si alguna persona o un perro le hizo algo. Pero, “para escapar se subió a lo alto de lo que queda de las Murallas Mereníes”.
Justo en la zona que está perpendicular al barrio de Pedro Lamata. Ahí se podía observar al pequeño felino asustado al no poder bajar por sus propios medios.
“Los dos primeros días estuvimos intentando lanzarle un poco de comida a ver si el gato, por la necesidad de comer bajaba, pero su miedo era muy grande”, cuentan los vecinos que estuvieron siempre atentos.
Ante lo que estaba ocurriendo, varias personas contactaron con el 112, pero las respuestas, aunque todas diferentes coincidieron, en su mayoría, en no ser satisfactorias hasta que finalmente se logró la atención requerida.
“En la primera llamada dijeron que no se podía hacer nada, que la cosa era complicada, que las Murallas Meriníes no se podían tocar, y una segunda persona que contactó con el 112 recibió la respuesta de que pasarían el parte al departamento adecuado”, relatan.
Se estableció el contacto con el Centro Zoosanitario que en la mañana de este viernes envió a una persona que remitió el caso al SEIS, al no contar con los medios técnicos para poder hacer el rescate.
Todos pusieron su granito de arena e insistieron para que el episodio pudiera culminar con un final feliz como de hecho sucedió.
Antes de solucionar la situación con las avispas asiáticas en las Murallas Reales, los bomberos hicieron una necesaria parada en las Murallas Meriníes para poner a salvo al gato naranja, haciendo uso del camión escala.
“Con muchísima habilidad han actuado”, agradecen los vecinos. Aunque el gato se había escondido, quienes lo habían estado vigilando desde el primer día sabían dónde estaba, lo que ha hecho un poco más sencillas las labores.
Así, lo capturado, lo bajaron y lo colocaron en un trasportín para poder vacunarlo y colocarle el chip.
Ahora está en una jaula intentando calmarse de semejante susto que pasó durante estos días.
Una historia que, al igual que la de Ícaro, otro minino naranja que también llegó a lo altos de las Muralla Meriníes, terminó con un rescate exitoso, sin daño alguno.
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