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El caballa Ismael Dris relata para ‘el Faro’ su experiencia en una de las pruebas de trail más duras del mundo, en pleno Himalaya, en Nepal
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El ceutí acabó la prueba entre los diez mejores
Aún no ha pasado un día desde que el ceutí Ismael Dris haya completado una gesta deportiva con su presencia en la exigente Everest Trail Race, en pleno Himalaya (Nepal), cuando se pone en contacto con la redacción de deportes de ‘El Faro’ para relatar su experiencia.
“Aprovecho un momento que tengo conexión a internet para mandarte la información”, escribe el caballa desde el otro lado del planeta. Además de las fotos de rigor, escribe pulcramente a mano su valioso relato en unas hojas de papel, fotografiadas a su vez: un ejemplo de la personalidad humilde y entregada de un deportista de máximo nivel.
Y es que tras ese cuerpo, que algunos tacharían de enclenque, y esa sonrisa contagiosa hay un deportista con una capacidad de sufrimiento y una fuerza de voluntad sin límites.
Ismael sabe lo que es estar entre los diez primeros clasificados en una de las carrera más célebres del planeta como es el Maratón de las Arenas, en el desierto del Sáhara; se ha perdido, literalmente, en la frondosa jungla de Costa Rica en The Coastal Challange, otra competición por etapas; e incluso se dejó caer, casi literalmente, por los 101 Kilómetros de Ronda, prácticamente como entrenamiento para una de sus grandes citas, y acabó segundo en la general. Así se las gasta este fuera de serie.
Hace tres años en su primera aventura en The Everest Trail Race, Ismael sufrió una fea caída que habría obligado a retirarse a cualquiera, pero no a Ismael. Con muchos dolores y sufrimiento, y casi sin poder andar, completó la competición para ser el 14º en la clasificación.
El ceutí tenía una cuenta pendiente por tanto y volvía al techo del mundo. “No quedé contento. Fue mala suerte, pero tampoco era una justificación, y tenía que volver a intentarlo”, explica el ceutí en su relato.
“En esta edición, por trabajo y atención a la familia casi no pude entrenar, pero yo confío mucho en mi voluntad y fuerza mental, aunque no siempre sea suficiente”, explica.
Ismael, metódico, relata su competición día a día, y ya desde la primera etapa “me di cuenta de que iba a pasarlo fatal. No encontraba tono muscular, pero tenía que seguir. No tengo palabras para explicar la dureza de la prueba”, señala.
En cuanto al segundo día de competición, “había que subir a 4.200 metros. Fue terrible, sin oxígeno, ni fuerzas. Tardabas 25 minutos en hacer un kilómetro. Pero para mí lo peor fueron las bajadas, largas y muy técnicas, peligrosas incluso para la vida”, asegura.
Ahí fue donde empezaron algunos de los problemas. Cuenta que “me provocaron ampollas gigantes. No podía andar por el campamento. Además, debido a la altitud el cuerpo se te hincha, no tienes apetito y, sobre todo, el frío es mortal”.
Quedaban cuatro etapas por delante “y casi no podía pisar”, relata. “Tuve que correr por tanto con una pisada diferente, y eso me hizo daño en otros puntos de la pierna, y más ampollas. No me podía creer que tuviera tan mala suerte, con los pies hinchados y tanto dolor”, añade.
Era el momento de buscar un objetivo deportivo, e Ismael lo tenía claro, “quería mantener la 7ª plaza en la general. Sabía que era difícil, pero tocaba sacar fuerza y raza”, escribe el ceutí.
Y es ahí en donde el ceutí se mueve como pez en el agua. Cuando cualquiera abandonaría, él decide dar un paso más, y otro, hasta cumplir con su reto. “Sólo yo sé lo que yo he pasado. Mis rivales no me daban tregua, el terreno no me favorecía, porque con tanta subida y bajada casi no podía apoyar los pies. Cada paso era un dolor infernal, pero yo sólo pensaba en terminar”. Ismael en estado puro.
Cuenta el caballa que “los médicos, al ver mis pies me preguntaron, ¿cómo puedes andar? Yo con risas les decía que no puedo andar, pero tengo que correr”. Genio y figura.
Con sufrimiento logró su objetivo, como él mismo recuerda, “resistí hasta la última etapa, que fue durísima, de 29 kilómetros, con 18 de ellos en bajadas técnicas. Creo que nunca he estado tan cansado”.
Ismael asegura que “he superado algo imposible”, y agradece sobre todo “el apoyo de mi familia y de mis paisanos”. Dice además que “más que lo deportivo, lo mejor son los valores humanos que se obtienen en este tipo de pruebas”.
El caballa escribe el relato desde Katmandú, “sin poder andar, con los pies vendados y tomando antibióticos”, y quizás por eso sea para él “una de mis últimas pruebas por etapas”.
Lo mejor, el conocer “gente maravillosa” y el “estar satisfecho” con lo conseguido. Y en mente, “otros tres retos más” antes de dejar unas “historias que tanto me han dado”, concluye el caballa.