Los vegetales nacen y viven adheridos a un determinado suelo y clima. También los animales, dependen de un determinado ecosistema y cualquier cambio en las condiciones medioambientales del mismo será vital, hasta el punto de que determinará la supervivencia o extinción de la especie, que simplemente les permite evolucionar en un solo sentido. Es decir, ¡especializarse para la supervivencia! No ocurre otro tanto con el ser humano, quien precisa incesantemente adquirir y crear accesorios externos a sí mismo, independizándole de un ecosistema concreto y, por ende, del sentido de dicha evolución natural. Es la vida con identidad. Y entendido este como entidad acabada, el devenir será simplemente la actualización técnico social de su historia.¡Es la inteligencia creadora!
Sin embargo, esta independencia racional del entorno, que incluso le concede el poder de transformalo conforme a sus necesidades, se ve limitada irracionalmente por determinadas creencias como: “Patria, soberanía, nación, ciudadanía.....”, que exigen una limitación territorial restringiendo incomprensiblemente la facultad humana de libertad en uno de sus aspectos mas importantes. Porque… ¡son creencias que nos esclaviza a un espacio limitado! Ante ello, precisamos comprender su origen y cuál ha sido la posible evolución de los conceptos de nación y de su territorio.
Nuestra historia comienza quizás hace 2 millones de años, en la que surge el hombre como animal recolector y cazador, que evolucionó al sedentarismo convirtiéndose en productor de alimentos, lo que le permitió el uso y control de un territorio limitado. Después fue la civilización helénica la que configuró la apasionante devoción a la ciudad. Devoción que alimentó un motivo consciente que justificaba la acción moral de autosacrificio. Surgía de esta manera el germen de la noción Patria. Ideal que las tribus bárbaras no necesitaban. Se conformaban con ello los sentimientos de patria y ciudadanía. ¡Sangre, lengua, religión y costumbre, diferenciarían un territorio de otro! Mas el territorio aún no pertenecía a sus habitantes, los avatares históricos y las decisiones unilaterales de los monarcas, quienes podían regalarlo o repartirlo junto con su población le daban el carácter de patrimonio particular. El monarca era el único soberano. Debe ser la Revolución Francesa quien señalase la llegada de nuestra historia occidental actual destruyendo el régimen señorial. Y así, la idea de que la voluntad de todos es el orden, la regla suprema, hará que los ciudadanos comprendiéramos que la soberanía es indivisible, inalienable, y que reside esencialmente en todos nosotros. ¡Se impedía con ello el uso arbitrario de unos pocos sobre nuestro territorio!
Ciudadano, patria, nación, soberanía... aparecen, por tanto, como conceptos derivados de la evolución social humana. Y así, considerando al ciudadano de un Estado como aquel que tiene el derecho de participar en un oficio deliberativo, es decir de gobernar o de ser gobernado, estamos, consecuentemente ante una construcción política basada en la voluntad de todos sus ciudadanos. En principio, todos estos conceptos sociales, descansan en una sola condición ¡La ciudadanía!
Ahora la cuestión está en saber si la ciudadanía se corresponde con la idea tradicional, o estamos ante una ciudadanía diferente.
Porque la idea de ciudadanía ya no depende evidentemente ni de una ciudad ni de un territorio aislado y cerrado, ya que seria imposible construir muros o murallas suficientes para ello, y dado que los conceptos que manejamos hasta ahora exigían un determinado territorio nacional, cuando alteramos este concepto de asociación de ciudadanos, alteramos los demás. Y quebrando la imagen de ciudadano territorial, quebramos la identidad del Estado, de la Nación, de la Soberanía, de la Patria.... De esta manera, la historia evolutiva social deja obsoletos y arcaicos los movimientos nacionalistas, anclados irreflexivamente todavía, sobre las ideas de sangre, lengua y territorio, que antaño fueron el germen de la nación uniétnica.
Porque la nación que comenzó a existir bajo una idea todavía no acabada empieza también a difuminarse. Así, el proceso histórico español llegó en 1978 a la definición que la propia Constitución declara: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Ciudadanía española, que constituye para la persona nacional, “el vinculo de pertenencia a su nación”, proporcionándole una serie de derechos y obligaciones, que se configuran como un verdadero estatuto civil y político.
Aumentan los derechos atribuidos al ciudadano, que ya no se restringen únicamente a ámbitos económicos o de mercado, sino que engloban aspectos sociales, políticos y democráticos. Derechos especiales, que se suman a los de libertad de circulación; libertad de elección de residencia; libertad de participación en la vida política del lugar de residencia... Resulta por todo ello un nuevo concepto de ciudadanía menos restringido que el considerado hasta este momento.
Pero ahora... ¿se han transformado las creencias?, o se sigue manteniendo en algunas comunidades todavía la inicial idea de la defensa del territorio de caza, territorialmente ampliado, que ahora podemos denominar de empleo, consumo y bienestar. Porque lo que se pretende en nuestra evolución es que todos nos sintamos parte de un mismo mundo, desechando conceptos de exclusión. Ya que de lo que se trata es de caminar hacia una cultura y civilización única en la que todos nos sintamos representados. ¿Luego a qué vienen estos arcaicos sentimientos territoriales, propios de reinos taifas ya superados?
Porque… no nos engañemos… existe una evolución imparable en la que algunos empezamos a pensar en quitar del diccionario palabras como Patria, Nación, Estado... y considerar que cada individuo sea su propia patria y que cada uno le dará su propia interpretación. ¡Y no olvidemos que la libertad no solo es un derecho, sino también puede ser una carga que exige la aceptación de los “otros”! Entonces que alguien me conteste…¿Porqué algunos de los dirigentes de nuestros reinos de taifas siguen pensando en la independencia territorial? Y… sobretodo… ¿para qué?