Las familias que tenemos en nuestro seno una persona con Síndrome Down u otra deficiencia cualquiera que sea, somos vistos desde fuera, como familias que tienen una carga adicional a las ya difíciles tareas de educación y crianza de sus miembros. Ciertamente no es fácil vivir con este hándicap que pesa sobre nosotros, y no porque ellos sean en si una carga, sino porque la sociedad en la que vivimos nos exige una serie de ritmos de trabajo y preparación que estas personas no siempre pueden superar. Como padre de una hija de cuarenta y seis años con S.D., he vivido muchas experiencias de todo tipo y ahora en la edad adulta de ella y mayor de nosotros, cuando ves que van faltando compañeras suyas del colegio especial en que siempre estuvieron juntas y compartiendo padres e hijos experiencias, deportes y hasta viajes, te vas dando cuenta que la vida es corta y difícil. Empiezas a pensar que tú estás en las listas, y te puede tocar la marcha de un hijo de estas características, y si ya de por si es insoportable la pérdida de un hijo nadie pueda pensar que cuando nos pasa a nosotros la de un hijo especial pueda doler algo menos, todo lo contrario. El hijo especial que se te va, ha estado contigo día y noche hora tras hora, en tu casa contigo siempre, haciéndole falta siempre apoyo y ayuda infinita. El vacio que nos deja será en todo caso más grande que el de otro tipo de hijo, y creo que el echarlo en falta a cada movimiento que tú hagas te hace pensar ¿y ahora qué hago? si ya no tengo nadie a quien atender. En nuestro interior siempre hay pensamientos y dudas que no decimos ni a nuestras propias parejas, porque son tan difíciles de entender, que pueden dar hasta sensaciones falsas sobre lo que queremos expresar, una de ellas es cuando las deficiencias traen aparejadas una limitación en los años de vida, se plantea a veces la duda para los padres de que es preferible irse uno antes que ellos y por tanto dejar una carga a ¿Quién?, o que se te vayan ellos y tu estés al pie del cañón hasta el último día, pudiendo así descansar tranquilo cuando llegue tu hora, pues las circunstancias familiares de cada uno influyen en esa imposible elección. Ana Mari y Alejo habéis estado siempre donde debíais estar, habéis hecho siempre lo que teníais que hacer, habéis querido siempre lo que teníais que querer, ¿qué más se puede pedir? Solo que seáis fuertes y asumáis este vacío infinito con la conciencia más que tranquila, pensando que ahora tenéis que vivir la nueva normalidad de la mejor manera posible. Hay cosas en la vida que se nos escapan de nuestros deseos y tenemos que conformarnos con ellas, esta sin duda es la peor de ellas, pero siendo personas de vuestra calidad humana, tenéis que ser lo felices que podáis por derecho y merecimiento propio una vez cumplido de sobradamente vuestras obligaciones como padres. Habéis sido unos padres ejemplares para todos los que nos encontramos en las mismas circunstancias, lo podremos hacer igual pero mejor no es posible.