Anadie escapa que la situación es tan crítica que la tijera debe ser aplicada en todas las áreas. Pero debe hacerse sin perder la cabeza y sobre todo siguiendo unas pautas cuando menos congruentes. Esta semana han sido noticia los recortes en las sociedades, los anuncios de ‘mordidas’ en los sueldos y en las jornadas, para satisfacer la llegada a un ahorro que permitiría que la Ciudad cuadrara sus cuentas. Lo que no es de recibo es que por un enfoque desacertado los recortes den lugar a otros problemas de índole social. Me explico. Ha cobrado protagonismo el recorte que quiere aplicarse en Procesa y cómo influirá en servicios que ya de por sí eran escasos. Sucede, por ejemplo, con la biblioteca del Príncipe. De aplicarse el recorte sobre los trabajadores que la gestionan (que sorprendentemente cobran menos que los de la biblioteca municipal) no podrá estar abierta todas las tardes. Y curiosamente es el periodo del día en que más usuarios acuden: estudiantes, jóvenes que necesitan consultar internet para sus trabajos, escolares que hacen allí sus deberes y a los que ayudan incluso los propios trabajadores... En este caso concreto cerrar la biblioteca sería provocar un daño social mayor, sobre todo en una barriada en la que las soluciones a los problemas no llegan de la mano de la Jefatura anunciada a los cuatro vientos por la Delegación del Gobierno.
No se trata de ser demagogos, se trata de ajustar la tijera donde se debe. Y la Ciudad sabe que ha habido áreas y colectivos en los que no se ha atrevido ni a cuestionar reducciones por el miedo a que le organicen presiones para nada deseadas. Pero en esta historia no tiene más razón el que más protesta. No me imagino a los trabajadores afectados con un silbato entrando en el Ayuntamiento para decir a don Juan que si cierra la biblioteca por las tardes está haciendo un daño social inimaginable.
Cada uno que saque sus conclusiones y que llore por lo que quiera: por pedir más dinero para el Ceuta o por conseguir que haya más vecinos estudiando y menos en las calles.