Opinión

Radio Londres

La complicidad entreguista por parte de los gobiernos europeos y los muchos apoyos morales y materiales en todo el mundo, pudieron más que los numerosos mensajes por parte de todos los sectores progresistas, que advertían de una generalizada política de negación de la realidad para con Hitler.

Las nazis, con sus políticas antisemitas y totalitarias, avanzaban con total impunidad. En 1937, el escritor, periodista y filósofo Camillo Berneri, escribía en el periódico Guerra di clase: “las bombas que hoy caen sobre Madrid, mañana caerán sobre Barcelona y pasado sobre París y Londres”. Dos años más tarde, la Historia daría la razón al anarquista italiano.

La visión del que fuera asesinado a manos de comunistas españolas comandadas por Stalin se hizo realidad el 1 de septiembre de 1939. Tener razón antes de tiempo es la eterna maldición de las librepensadoras. Quizás le suene. Lo que después aconteció es de sobras conocido por todas, aunque parezcamos empeñadas en tener muy mala memoria.

Sin embargo, es conveniente recordar que cuando el mariscal Philippe Pétain entregó Francia, y por ende Europa, a las de la esvástica, un hombre decidió que se debía seguir luchando contra la invasora. Voló a la capital del imperio británico y, a través de las ondas, hizo un llamamiento al pueblo francés que quedó para la historia. “L’appel du 18 juin”, el llamamiento del 18 de junio, y su “Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra” supusieron un punto de inflexión.

El general de Gaulle, quizás sin saberlo aún en ese momento, había iniciado la epopeya de Radio Londres y su célebre “los franceses hablan a los franceses”. Desde ese momento, todas las noches el programa comenzaba con las primeras notas musicales de la V Sinfonía de Beethoven.

¿Amor al músico alemán universal? ¿Utilizar al genial compositor como símbolo contra Hitler? ¿Coincidencia? La respuesta se encontraba en el morse

Las cuatro primeras notas de la obra magna de Beethoven, traducidas al idioma de las radioaficionadas, son tres puntos y una raya ( … – ), es decir una “V”, la misma “V” de Victoria que popularizó Churchill.

El 6 de junio de 1944, día del desembarco en Normandía, miles de aviones hicieron la señal luminosa de la “V” a los barcos militares que se dirigían a las costas francesas. Concebido en un primer momento para dar noticias a las familias de quienes habían encontrado refugio en el país de Churchill, el programa se transformó rápidamente en una poderosa arma de guerra.

Las nazis, por su parte, impusieron un férreo bloqueo informativo clausurando los periódicos y unificando la señal de radio. Un clásico. Mientras que en toda la Francia ocupada, Radio París era la voz de las hijas del Reich en unos tiempos en los que la televisión ni siquiera se concebía, Radio Londres representaba la voz de la Libertad.

En muy poco tiempo, el puñado de personas que mantenía la llama de la resistencia desde Inglaterra lograba lo increíble, minar la propaganda radiofónica nazi y ser la radio más escuchada en tierras galas. ¿Cómo lo sabían? Porque el consumo de electricidad se disparaba a la hora de las emisiones.

El impacto fue tal y el peligro para las tropas invasoras resultó tan brutal, que todas las francesas sorprendidas escuchando la voz de la Francia libre eran detenidas, encarceladas, y muchas de ellas enviadas a campos de concentración. Pero ni por esas. Radio Londres seguía siendo el faro que guiaba a quienes creían y luchaban por un mundo nuevo. Las nazis, perfectamente conscientes de la importancia de la comunicación, optaron por requisar todos los receptores de radio en la franja norte de Francia, a la vez que aumentaron la potencia de las emisoras de Radio París y Radio Vichy. Buscaban la supremacía de las ondas.

Sin embargo, esa medida, que consistía en tener más potencia de difusión y, por ende, más alcance, tuvo con su mortal contramedida. Los bombarderos de la RAF, que llevaban a cabo sus misiones por la noche, buscaban el origen de la señal desde el momento en que salían de Inglaterra con el fin de aniquilar las emisoras del Reich en Francia. Ante el peligro evidente, los programas de Radio París terminaban todos los días puntualmente a las 19:15.

Pero, si bien los aliados no tuvieron la oportunidad de acabar físicamente con la emisora franconazi, desde la hora señalada el campo electromagnético pertenecía a Radio Londres. Obviamente, las esbirras de Hitler cambiaron de táctica y pusieron en marcha potentes dispositivos de interferencias.

Así, el típico sonido ondulante por encima de las voces de la BBC quedaría para la historia como la brutal marca de la dictadura y de la muerte hecha señal radioeléctrica

El humor corrosivo, las canciones parodiando las consignas nazis y los discursos políticos llamando a la unidad nacional contra Hitler y el Gobierno títere de Pétain, se mezclaban con la sección de los “mensajes personales” que, en realidad, eran consignas para quienes integraban la resistencia en Francia.

Muchos mensajes daban a entender que iba a llegar un operador de radio a una determinada zona, otros que se iba a lanzar material sobre un área concreta, muchos tenían la misión de avisar de que habían llegado sanas y salvas hasta Inglaterra unas prisioneras evadidas. Evidentemente, un número considerable de estas comunicaciones eran pura superchería y absoluta intoxicación.

El eterno juego del gato y del ratón, de la información y la contrainformación. Sin embargo, por encima de las interferencias y de los años quedaron en los manuales de Historia unos versos de Verlaine que cambiaron el transcurso de la Humanidad. Emitidos en dos mitades, los primeros versos de la “Canción de Otoño” del maestro del simbolismo francés anunciaron el ansiado D-Day, y aunque hubo otros muchos mensajes, este quedó como “el” mensaje del desembarco de Normandía. A primeros de junio de 1944, Radio Londres ordenaba una intensificación de los sabotajes con la primera mitad del verso “los largos sollozos de los violines del otoño”. El 5 de junio se lanzó la segunda parte: “hieren mi corazón con monótona languidez”, que significaba que las tropas aliadas llegarían en el transcurso de las veinticuatro horas siguientes.

Y así fue. Desde el llamamiento del 18 de junio de 1940, hasta el 24 de octubre de 1944, Radio Londres fue la voz que siempre se recordará porque clamaba, en el desierto de la intolerancia, contra el oscurantismo y la esclavitud. Fueron unas idealistas que se entregaron en cuerpo y alma para combatir el fascismo mediante las ondas.

Fueron las mismas a las que, para que se pudiera oír su voz en las tierras sometidas, se les hacía cambiar constantemente el tono de voz para anular el efecto de las sofisticadas interferencias totalitarias. Y en esas estamos. Todos los sistemas que pretenden la supremacía de unas pocas sobre el resto tienen, como primera consigna, recluir a las librepensadoras a las galeras del ostracismo. Un clásico.

El problema reside en que en los sistemas en los que las ciudadanas son consideras como una masa amorfa o, en el mejor de los casos, objetivos de la mercadotecnia política, no se tolera a quienes reflexionan, cuestionan, o mantienen un pensamiento crítico. La disidencia siempre acaba en el paredón o en el gulag, figurado o real. Axioma.

Pero frente a las barbaridades terribles que soportamos a diario, por pura supervivencia no nos queda más remedio que transformarnos todas en Radio Londres.

sí, cuando el poderoso “agit-prop” del neoliberalismo depredador nos intenta convencer de que la riqueza de unas pocas es la panacea para todas, no lanzar un constante llamamiento del 18 de junio no puede ser interpretado de otra manera sino como una rendición incondicional, o una servil aceptación de la dictadura camuflada.

¿Exageraciones de un H2SO4 “demasiado” librepensador? Veamos. El hecho de que varios países sudamericanos estén privatizando el agua debería ser, por sí solo, toda una señal de alarma. Si partimos de la base de que las megacorporaciones solo existen por y para ganar ingentes cantidades de dinero, el cómo deja de tener importancia. Condenar a la sed a seres humanos a cambio de la rentabilidad, deja de ser el argumento de una película de James Bond (Quamtun of solace) para transformarse en una lamentable y cruel realidad. Aviso a navegantas. Prosigamos con las “exageraciones”. Según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, el hambre asesina a más personas que enfermedades como el SIDA, la tuberculosis y la malaria juntas.

El propio organismo de Naciones Unidas estima que alrededor de 800 millones de personas pasan hambre en el mundo. Imagínese que la población de 17,39 españas no tuviera para comer y tendrá una imagen real de la situación. El PMA asegura que en el África subsahariana se dan los mayores porcentajes de población con hambre.

En concreto, una persona de cada cuatro presenta desnutrición. Después, nos extrañaremos si por miles se mueren en mitad de la nada huyendo de la miseria o de la guerra intentando llegar a Europa. ¿De verdad no lo vemos? ¿Más datos? Este organismo de la ONU afirma que la desnutrición es la causa de la mitad de las muertes de las menores de cinco años.

Traducido a frías cifras, Naciones Unidas nos está diciendo que más de TRES MILLONES DE SERES HUMANOS con menos de cinco años se mueren anualmente de no poder comer. Brutal. ¿Y a nadie le incita esto tan siquiera a levantar la voz? Sigamos.

La lucha contra la contaminación debería ser la primera de nuestras luchas. Por pura supervivencia. Básico. A pesar de que atendamos más a los cantos de sirena que afirman que nada pasa y que las ecologistas son unas aguafiestas, la información es demoledora. Se estima que cada año se arrojan más de seis millones de kilos de basura a mares y océanos, la mayor parte plástico.

Ese plástico, a su vez, provoca anualmente la muerte de más de un millón de aves, más de cien mil mamíferos y una cantidad incalculable de peces y crustáceos. Pero, claro, hasta que bolsas y botellas no nos impidan tomar el sol, todo va bien. Hablemos de la energía nuclear.

Al margen de la contaminación que suponen los residuos de las centrales nucleares, estos tardarán unos diez mil años en degradarse y volverse inofensivos.

Esto es en el caso de que no se produzcan accidentes. En caso de producirse, la cosa cambia radicalmente. Tras la catástrofe de Fukushima se vertieron al Océano Pacífico once millones de litros de agua con niveles extremos de radioactividad.

Pocos días después, a más de ochenta kilómetros de la costa, se detectaron peces contaminados por radioactividad. Demoledor. Usted, como siempre, sabrá lo que más le conviene y sabrá elegir entre los mensajes de Radio Londres y las arengas totalitarias de Radio París. Quizás los datos expuestos lleven a la reflexión.

Quizás entonces seamos capaces de reaccionar cuando la propaganda nos asegure, mediante anuncios o sesudos artículos de investigación, que vivimos en un mundo feliz. Quizás desde ese momento nos opongamos a la doctrina de que lo mejor es dejarse hacer, sin protestas u objeciones. Quizás haya llegado el momento de dejar de permitir que nos masacren agachando testa y lomo con sumisión.

La Radio Londres del librepensamiento es cada día más necesaria. Probablemente lo que oiga en esa emisora, a pesar de las ondas interferidas, no va a ser de su agrado y siempre puede optar por los múltiples opios sociales que machaconamente le ofrecen.

Escuchar a la BBC de la libertad o al ministerio de la verdad orweliano depende de usted. Llegadas a este punto, quizás sea bueno recordar a Albert Camus cuando afirmaba que “la única manera de lidiar a con un mundo que no es libre es llegar a ser tan completamente libre que tu propia existencia sea un acto de rebeldía”. Quizás nos convendría considerar que, frente al yugo del pensamiento único, el librepensamiento es el inicio de la rebelión. Nada más que añadir, Señoría.

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