“Quiero que sobre Ceuta caiga un diluvio, un diluvio de caridad”

A la misma vez que el nuevo obispo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta recorría, a pie, la efímera distancia que hay entre la Catedral y la iglesia de Nuestra Señora de África, una mirada clara como el agua de ‘La Ribera’ centelleaba de un lado hacia otro, de los árboles de la plaza hasta la puerta de entrada del Parador; de los caballeros que leían ‘El Faro’ sentados en los bancos hasta la cima de la iglesia.

Parecía como si quisiera, de un impulso, abrazar a todos los ceutíes, a Ceuta entera. Tal era el juvenil entusiasmo del nuevo obispo, que más que sesenta y dos, aparentaba unos cuantos años menos, impresión ésta que se erigió en uno de los puntos ineludibles en los corrillos de católicos que formó la mañana. El obispo seguía a lo suyo: cuando se acercaba  a la puerta de la iglesia, rectificó el rumbo para, dos metros a la derecha, tomar en pulso a un niño de seis, siete años a lo sumo.
No era un gesto baladí, como tampoco lo fue el cordial saludo y las risas posteriores con la madre del pequeño y con el resto del pueblo que le aguardaba ya, una hora antes de la homilía de las doce en la Catedral. De hecho se trataba, tal y como demostraron sus propias palabras y sentimientos, de toda una declaración de intenciones acerca de cómo va a ser el camino pastoral al frente de la Diócesis, una senda aún por confirmar públicamente pero que, a buen seguro descansará en dos pilares a los que se refirió de la siguiente manera: el primero, “quiero que sobre la tierra de Ceuta y sobre sus gentes, entre las que me incluyo, caiga un diluvio, un diluvio de caridad”; el segundo, “profundizaremos en el sentimiento de Cristo, en la creencia de que la bondad existe y de que el ser humano, que es bueno, la recoge”.
Aún en la puerta, y ya ansioso por conocer ‘in situ’ a la Virgen de África,  patrona de nuestra –su– ciudad, guardó tiempo y exquisitas maneras para saludar, departir y desearse buena suerte mutua con la junta de gobierno de la cofradía Santa María de África, con Purificación Morales, hermana mayor, a la cabeza de la misma; con el vicario parroquial; con diáconos de la ciudad y con ciudadanos de Ceuta.
En el interior se vivió un momento de fuerte carga emotiva, el del encuentro de un centenar de inmigrantes africanos, acogidos en el CETI, con don Rafael quien  les dedicó unas palabras cariñosas “y el mejor de los deseos” antes de, al fin, subir los peldaños del altar y admirar la cara, los ojos, la tez tostada de la Virgen de África y de Cristo yacente en su consuelo.
De vuelta al camino desandado, y siempre bajo la atenta guía del vicario Francisco Correro y la compañía, entre otros clérigos, del nuncio apostólico de la santa Sede en España, el italiano Renzo Fratini y del arzobispo de Tánger,  el obispo Zornoza avanzó metros hasta llegar a la puerta de la Catredral, donde esperaba la plana mayor del Gobierno de la Ciudad.
“Ésta es una primera y rápida visita”, decía el obispo al presidente Vivas, “pero nos reuniremos más adelante y estaremos en permanente unión”, declaración de intenciones que el máximo regidor de la Ciudad Autónoma contestó con un “Ceuta es su casa y como en ella  queremos que se sienta, bienvenido”.
Durante unos instantes, ambos, acompañados del  delegado de Gobierno, de José Torrado, Mabel Deu o de la senadora Sanín, se quedaron admirando la fachada de la Catedral de Ceuta, “cuyo patrimonio ha sido restaurado en los últimos años gracias a la perseverancia de la Iglesia y a la colaboración del ayuntamiento”, comentaba Vivas al obispo, una fachada que presentaba, en la cúspide, evidentes muestras de la lluvia caída en la madrugada anterior, un diluvio que desde ahora será de caridad.

Así fue la primera misa que el obispo dice en Ceuta

El acto de presentación del nuevo obispo para la Diócesis de Cádiz y Ceuta, encuadrado dentro de la homilía posterior, dio comienzo  en la Catedral de Ceuta a las doce del mediodía, celebrándose ante una multitud enorme de ceutíes que abarrotaron la iglesia desde minutos antes de la llegada de don Rafael Zornoza.
El canto de entrada de los ritos inciales fue ‘Firmes en la fe’, himno oficial de la JMJ de Madrid 2011, cuya entonación y letra fue seguida con fervor por los fieles asistentes. Posteriormente, el obispo saludó a los ceutíes, recibiendo a su vez el saludo de éstos y también del vicario general de Ceuta, Francisco Correro. Desde este momento se siguieron las siguientes directrices: Liturgia de la palabra, homilía del obispo, símbolo apostólico, oración universal, liturgia de la eucaristía y ritos finales consistentes en oración, bendición episcopal y la entonación del himno de Santa María de África.

Jóvenes e inmigrantes, grandes motivaciones para don Rafael

En la primera oportunidad que tuvieron los ceutíes de escuchar la voz de su nuevo obispo, pudieron percatarse de dos de las grandes motivaciones para don Rafael, los jóvenes y los inmigrantes, a los que citó en continuadas ocasiones. Respecto a los primeros, el obispo dijo que “espero estar muy cerca de ellos y alentar su fe porque es muy importante mantener viva esa llama de caridad y esa capacidad de interiorizar la verdad y hacerla vida para poder ser auténticos protagonistas de esta sociedad y orientar a muchos que están en situación de búsqueda”; mientras que sobre la inmigración indicó que “es una verdadera necesidad humanitaria y de atención primaria a personas sufrientes. Ya sé que se está haciendo mucho en la diócesis y que la gente es muy consciente de la ayuda que hay que prestar”, remarcó.