Ceuta se ha especializado en el error. Cada decisión que adopta supera en desatino a la anterior. Somos un pueblo incapaz de aprender. Un ridículo sentido del orgullo, propio de la ignorancia más supina, funciona como una especie de borrador de la memoria, que nos ciega y ofusca. Así, no sin esfuerzo, hemos logrado convertirnos en un paradigma vivo de la Ley de Murphy: “Cuando parece que ya nada puede ir peor, empeora”
Ceuta necesita un cambio de política. Urgente. El modelo del “PP de Vivas” está absolutamente agotado. Todas y cada una de las claves de su forma de entender y gestionar la Ciudad han quebrado. El empeño en redecorar los estertores resulta baldío. Abrazar los postulados de la extrema derecha, “levantar” la Ciudad de manera tan frenética como desordenada, y recuperar el trasnochado clientelismo institucional (diseminando por todos los rincones pequeñas prebendas personales para “recomprar” los votos huidos); no parecen argumentos suficientes para cubrir lo que ya es un socavón de credibilidad y confianza.
Precisamente por este motivo he insistido tanto en que estábamos ante “la oportunidad de la izquierda”. Porque el cambio que exige la actual coyuntura, para que sea en un sentido positivo con perspectiva de futuro se compone de tres vectores que deben actuar simultáneamente y en la misma dirección: fortalecimiento de las señas de identidad (con especial atención a la españolidad y la interculturalidad); una relación más reivindicativa y beligerante con los poderes del estado (y la Unión Europea) en defensa de los interese de Ceuta; y una política que avance hacia la igualdad (social, generacional y territorial). Estos objetivos, que tienen la vitola de esenciales y estratégicos, por su naturaleza intrínseca emanan de los postulados de la izquierda; podríamos decir que forman parte de su razón de ser.
Sin embargo la izquierda local, en su conjunto, ha renunciado a asumir su papel como motor del cambio que necesita Ceuta. No hemos estado a la altura. Una vez más. Preferimos seguir siendo una peculiar jaula de grillos, cuyos integrantes solo aspiran a ser el grillo que chifla más alto. Es difícil encontrar algo más inútil que el sonio que emiten los grillos. Algún día (espero), la izquierda de Ceuta entenderá que sólo desde el poder se puede transformar la sociedad. Y que no es necesario coincidir en todo milimétricamente como si fuéramos hermanos siameses, sino que es suficiente con avanzar todos por el mismo camino (aunque los ritmos, los matices, y las intensidades sean diferentes).
Pero asumiendo, ya de antemano, esta derrota voluntaria y ganada a pulso, queda por analizar cuál puede ser el nuevo escenario tras las elecciones municipales de mayo. Y es aquí cuando entra en funcionamiento (trágicamente) la maldita Ley de Murphy. Aunque parezca mentira, todo puede ir a peor. El resultado más probable es que la derecha compuesta por PP y Ciudadanos retenga la mayoría necesaria para seguir gobernando. Así lo ponen de manifiesto las encuestas publicadas y parece ser el sentir general (lo que uno baja, lo recupera el otro, en una especie de vasos comunicantes ideológicos). Y esto puede degenerar en un desastre de proporciones colosales, mucho peor del que ahora sufrimos.
La eventualidad de que Ciudadanos pueda llegar a ser la “llave del Gobierno”, hipotecándolo hasta la extorsión, convierte a este partido en una inmejorable “plataforma de negocios” en un futuro ya muy próximo. El hecho de que una formación política que vive exclusivamente de su marca nacional, pero que en Ceuta carece de arraigo, trayectoria, proyecto y base social, pueda influir decisivamente en la gestión de trescientos millones de euros anuales, provoca un rutilante efecto llamada entre aquella nutrida legión de medradores profesionales (buscadores de fortuna rápida), sin escrúpulos ni vergüenza, que pululan por nuestra Ciudad. Para tan curtida especie, una presa sumamente fácil y asaz apetecible. Quien consiga finalmente hacerse con el control de las siglas (ya han comenzado las escaramuzas), sabe que tiene un formidable negocio garantizado, al menos, durante cuatro años.
Si otro Gobierno de un Vivas decadente, cansado, aburrido, desencantado y descreído es malo para Ceuta; imaginemos por un momento que, además, esté presionado, chantajeado, mediatizado o maniatado (elija usted el verbo)por un conglomerado de intereses a cual más espurio. Efectivamente, en Ceuta todo puede ir a peor.
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