Alegría, pero ante todo, mucha calma. Es lo que vino a decir ayer el presidente de la Ciudad, Juan Vivas, que quiso comparecer ante los medios para desgranar los detalles de su reunión con el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. El dirigente local explicó que hay motivos para que la sociedad ceutí vea con ilusión la creación de una aduana comercial a partir de enero, aunque todo acompañado de la prudencia que exige dar un paso de este calado.
El presidente señaló que si el plan acordado con el Gobierno de España va según lo previsto a partir de 2023 se podría avanzar en el tráfico de mercancías regulado, pero incidió en la necesidad de mirar con cautela todo el proceso para que sea una apertura “gradual y ordenada” que beneficie a los vecinos y empresarios ceutíes.
Este mensaje comedido de Vivas responde al objetivo de que un “hito histórico” como la apertura de una aduana comercial sea un filón y una verdadera oportunidad para la economía local. Es por ello que el máximo responsable del Ejecutivo de la Ciudad Autónoma apeló a la “legalidad” y a intentar evitar a toda costa que vuelva el porteo.
Que la imagen de esa frontera comercial sea eficiente, próspera y acorde a los tiempos que vivimos es la mayor preocupación del Gobierno local, que por esta razón incide en dar pasos muy medidos para normalizar una frontera que debe ser ejemplo de una línea digna.
La lealtad institucional, el respeto entre la Ciudad y el Gobierno central es la clave que puede definir el éxito de una aduana comercial de Ceuta del siglo XXI, así como de unas relaciones garantistas para todos.