Generalmente, el cine basado en obras literarias (y más aún aquellas películas que se nutren de obras de John le Carré) suele transformarlas en proyectos recomendables por el alto grado de interés de la trama, a la vez que es algo espeso en ritmo. El trabajo del famoso autor de novelas de espionaje es siempre difícil de extrapolar a otro medio narrativo, pero tiene un “nosequé” que a pesar de esta dificultad suele hacer que dichas adaptaciones tengan en mayor o menor medida lo necesario para atraer bastante público al cine, y no solo a seguidores de dicho escritor. Esta ocasión no es diferente, y el trabajo de Susanna White destaca por su rigor británico, su factura impecable, la atmósfera bien captada de la obra original y la por momentos excesiva pausa más literaria que fílmica para contarlo todo casi a tiempo real.
Un traidor como los nuestros, ya metiéndonos en “farina”, que diría Scorsese, sitúa en escena a una pareja británica de viaje romántico en Marruecos que conoce a un afable ricachón ruso con muy malas compañías (muy Hitchcock hasta aquí). Desde este momento vamos subiendo la cuesta de intensidad de tensión por lo que está ocurriendo, o más bien por la calma chicha de saber que algo va a romper la tranquilidad y sencillez del momento. Imagínense, el resto del metraje es un barullo de espías, mafias, corruptelas y gobiernos en el que se ve envuelta la pareja (profesor universitario de poesía él, importante abogada ella, personas de lo más normales ambos, como mandan los cánones del género). El guión nos hará saltar sin vértigo de país en país siguiendo la pista, expectantes ante el devenir de unos personajes a los que las circunstancias siempre dejan entrever en el filo de la navaja.
El reparto asegura efectividad y suficiencia con los británicos Ewan McGregor (y el pelazo que se ha dejado para la ocasión) y Naomie Harris (conocida en los últimos tiempos por asomarse al universo James Bond) dando buena réplica coprotagonista al gran Stellan Skarsgård, que hace de ruso con aristas y doble capa, como todo lo que encara, con personalidad y tronío profesional.
Un escalón más allá de lo que denominamos “peliculilla de intriga” y un par de escalones por encima del telefilme para sofá y manta, las intrigas sacadas de la imaginación con toques de realidad de este escritor dan para un muy buen rato sin más y también sin menos. Recomendable pues para futuras fechas festivas en las que a uno puede llegar a apetecerle, permítanme la maldad, huir durante un rato de las zambombas, los anisetes, las reuniones familiares muchitudinarias y las compras compulsivas con su correspondiente ticket-regalo. Una interesante aventura en suma, que viste de buena apuesta la del cine en su vertiente evasiva como terapia ante la esquizofrenia colectiva…
PUNTUACIÓN: 6