El proceso es un estado avanzado del lenguaje, definido éste como una apropiación de la realidad para lograr su entendimiento y solución.
Si el entorno es abundante, la solución será sencilla, y se dará como añadida; pero si el signo es la escasez se hará necesaria una explicación, el establecimiento de un proceso.
Sirva como ejemplo la naturaleza del agua. Dada la necesidad de calmar la sed, las comunidades se asentaban en los márgenes del río, y de ahí se proveían sin miedo al desabastecimiento. Es así que la abundancia es uno de los sinónimos del bienestar, y ofrece fáciles soluciones.
Sin embargo, ocurrió la sequía y la aglomeración de los asentamientos. Entonces, la provisión del agua se complicó, fue problema, y el lenguaje tuvo que dar respuesta con la invención de pozos, acequias, aljibes, saneamientos, etc. En los días de hoy, el acceso al agua es fruto de un proceso.
Ahora toca extrapolar este ejemplo para entender el entorno de la salud mental en la sociedad moderna.
Si, dado que el 25% de la población mundial no tiene fácil el agua potable, decimos que el agua es un bien escaso; de la misma manera, diremos que la salud mental es un bien escaso, ya que todos los indicadores apuntan a que una de cada cuatro personas tendrá un problema de salud mental a lo largo de su vida.
La conclusión a este razonamiento es que la solución a este escenario, tan poco favorable en cuanto a la salud mental, tendrá que venir de la mano de un proceso.
No valen acciones dispersas, esporádicas, con conexiones caóticas; antes bien, es necesaria una estrategia persistente y coordinada, un lenguaje que aborde todas las fases del problema.
Identificar el proceso de la salud mental con la visita al médico, un diagnóstico y la pauta de medicamentos, es una visión muy reducida, ya que la fase de auxilio y atención es solo una parte concreta.
Hay que completar el proceso de la salud mental con la fase de recuperación y esperanza (cuando se tiene una perspectiva en el día a día); con la fase de plenitud y bienestar (cuando se alcanza un proyecto de vida); y con la fase más transversal de la prevención y conciencia (cuando el lenguaje de la salud mental forma parte de la práctica colectiva, en todos sus ámbitos).
Esta última muy importante, pues al reducir la incidencia de los problemas de salud mental, y fortalecer al conjunto, podremos hacer provisión y dotarnos de los recursos indispensables para llegar al fin deseado de una asistencia de calidad, y de estricto cumplimiento de los derechos humanos.
Que no sea por falta de propios recursos el aplazamiento de la dignidad humana.