Esta mañana, como muchas mañanas y muchas tardes en la que vamos a hacer compras, entré a una frutería. Los precios brillaban por su ausencia: tomates, pimientos, pepinos, zanahorias, naranja, manzanas, peras, chirimoyas, lechugas, calabacines y toda la huerta murciana.
La frutería llevaba poco tiempo en el barrio; decidí llevarme el carro de la compra y cargarlo con una para un mes: 3 kilos de patatas, 4 kilos de tomates, 2 lechugas, una coliflor, 6 peras, 5 kilos de naranjas, un kilo de zanahorias, un bote de aceitunas, medio kilo de dátiles, un kilo de judías pintas y otro de judías sin pintar, 3 kilos de calabacines y una calabaza más grande que la Ruperta del ‘Un, dos tres’.
Al estar acostumbrado a mi pueblo, cargué como un burro pensando que los precios serían democráticos; nada de eso. Cuando el frutero (más verdulero que frutero por su carácter agrio y encarado) me dio la cuenta, me regaló un kilo de soponcio: 253 euros con 25 céntimos. Me puse más rojo que un tomate y le dije que era ilegal no poner el precio de los productos. El señor me espetó: “Tendría que haberme preguntado”. ¿Preguntado cuando la tienda estaba hasta los topes?
Me entraron todos los males cuando comprobé que el comerciante se quedaba más fresco que una lechuga y decidí devolver los productos y hacer la compra por unidades: un tomate, una zanahoria, un melocotón, y 100 gramos de coles de Bruselas. Gastar día a día para aprovechar al máximo cada alimento y evitar que se echaran a perder.
Esto de no poner los precios supone que el consumidor no sea consciente de lo que gasta y cuando llegue a pagar se vaya con el rabo entre las piernas.
Suele suceder también con los bancos, compañías de teléfono, pescaderías y muchísimos negocios que te la meten doblada dándote gato por liebre.
La engañifa es ya moneda de cambio. Nos cobran lo que no vemos sin poder denunciar el robo.
Yo ya no sé cómo se puede proteger al consumidor de estas prácticas maliciosas estudiadas por los psicólogos de empresa y un equipo de vendedores de humo.
Me pasó también en un tanatorio. El precio del ataúd eran “obre” 1.200 euros, luego el IVA, el color, que si la cruz es de madera. El sobre 1.200 se quedaron en 1.700 ¿Qué vas a hacer con el muerto delante?
También te añaden un plus si la bebida esta fría... Pero no lo indican en ningún sitio.
En los bares te cobran el pan, el servicio de mesa y si es “dentro o fuera”. Total, engañados como chinos.
Antes era el timo de la estampita o el tocomocho. Ahora esto es tan común que lo único que nos queda es aguantar el chaparrón o dejar de comer, de vestir, de beber, de comprar una casa, de viajar o de morirse.
Yo, que tengo de ser “hermana de la caridad” me pongo en la puerta del super y vendo bolsas de plástico a 5 céntimos, el super te cobra diez: cino para ellos y cinco para mí.
Lo mismo me detiene consumo por competencia ilegal.
El CAÑONAZO nos indicará que los atracadores te vigilan por todas partes.
Ahora está de moda indicar el precio por cuartos ( 25O gramo). Dentro de poco lo indicarán por gramos para “abaratar el precio”.