Lo del guantazo resuena más que los muertos por la guerra. La violencia es así, distintiva. La mujer de Will Smith cuando escuchó la grosería del presentador de los Oscar, ni se inmutó. Como mucho, torció el gesto pensando… ‘Mira que eres idiota’.
Su marido no, porque ya sabemos que los hombres que nos poseen- algunos- se creen con derecho a protegernos hasta de nosotras mismas.
Es un cuento antiguo que algunos- y lo peor es que algunas también – reviven para su mejor conveniencia. No está de más decir que seguimos siendo obsoletos y arcaicos como las piedras de Pompeya, pero sin volcán iluminador que nos acoja. Sin ir más lejos, ayer mismo -ante la figura de mi hija con su piragua a cuestas- una mujer me dijo que le vendría muy bien un marido rico para que sostuviera los gastos que conlleva semejante deporte.
Esto es lo que se cuece en los bajos hornos del pensamiento más retrogrado. Lo malo es que no lo dijo la mujer con mala baba, sino con acondicionamiento espeso que no hay como repetir muchas veces una necedad para que la idea vaya calando.
En eso se basa los comunicados de los partidos políticos que luego vemos en cada rotativo y en cada noticiario, con distintas caras, sexos y figuras pero siempre calcado como un buque insignia que representase un todo común. Pues los micros -o bestiales- machismos nos esperan a la puerta de cada casa, en los recreos, en las reuniones, y al finalizar un entrenamiento de piragua. “Un marido rico te lo solventará todo y la Sección Femenina te enseñará cómo fregar mejor los platos o cómo acicalarte para que cuando llegue tu marido estés perfecta, después de haber trabajado tan duro como él”.
Nunca tenemos descanso las que parimos al mundo, ni las médicos, ni las enfermeras, ni las empollonas, ni las deportistas. No hay modo de sufragar gastos emocionales cuando te lías la manta y te posee un idiota, porque tu mundo se reduce como si estuvieras inmersa en una bola de Navidad colgada de una ramita de abeto. Comprimida y sola mirando a un necio gastar bromas sobre tu enfermedad, sobre tu aspecto físico o sobre qué deberías hacer en la vida. Jada tiene alopecia, lo que para una mujer negra es terrible porque su cabello forma parte de su identidad, cultura y autoestima. Puedo entender lo que es querer a alguien y que lo dañen estando tu presente.
Me pasó con mi marido en la última etapa de su cáncer cuando una cajera le dijo que por qué estaba tan delgado de una forma nada educada, ni comprensiva. La hubiera estrangulado despacito hasta que las órbitas de los ojos le estallasen, porque él no sabía que estaba tan mal físicamente, ni entendía que a los demás nos costaba reconocerlo en su nuevo aspecto tan demacrado. Pero no lo hice. Simplemente, le contesté que estaba pasándolo mal porque se estaba arreglando la dentadura. Todavía hoy cuando veo a esa cajera se me clava una punzada de dolor en el estómago y mira que han pasado más de seis años. Así que sé del dolor a los que queremos, de la violencia y del espectáculo.
Siempre pensaré que todo formaba parte de la entrega de los Oscar. No consentido, ni pactado, sino improvisado como hacen los grandes actores y cómicos.
Algo había en el ambiente y el defensor caballero entró al trapo porque pensó que era lo que tocaba. No nos toca a las mujeres ni callar, ni aguantar, ni ser educadas. No nos toca partirnos para volvernos a unir, hundirnos para emerger, ni sobrevivir a costa de nuestra propia existencia. No nos hacen falta idiotas que se burlen de nosotras, ni paladines de tres al cuarto. No nos merecemos violadores rusos mancillando nuestro territorio, nuestro cuerpo y el de nuestros hijos. No nos hacen falta los horrores de la guerra, ni la redención eterna de los mártires. Si queremos no depender de un rico poderoso mejor pongámonos a trabajar, a estudiar, a pelear y a levantarnos a las seis de la mañana para plantar los pies sobre la tierra que alimentamos, que hacemos germinar y a la que le damos nuestra semilla para que prospere. Porque los idiotas poseedores de la nada están a la caza y captura.