Sus orígenes se remontan al tiempo del Imperio Romano, ya que iniciaban el desfile de sus Legiones con “El draco” que era una cabeza de animal en bronce con las fauces abiertas (fauces, es la parte posterior de la boca de los mamíferos, que se extiende desde el velo del paladar hasta el principio del esófago), a la que se añade un tubo de colores y que al agitarlo producía un ruido sordo. En los siglos XVII y XVIII, algunos ejércitos adoptan la “porra” siendo portada por los maestros de banda como señal de mando.
En la Legión el “Porras” maneja diestramente la “Porra” pero de una manera decorativa o para adornar más si cabe la marcialidad del desfile y que no pertenece al cuerpo de la Banda de Guerra música aunque marche al frente de ellas.
En los Tercios de infantería del siglo XVI ya se documenta la existencia de un soldado que encabeza la formación, provisto de una porra con la que realiza complicados ejercicios.
No está claro a quien atribuir su creación, hay quien se la atribuye al “Duque de Alba”, y otros a “Alejandro Farnesio”.
"Siglo XVI ya se documenta su existencia. En los Tercios de infantería del siglo XVI ya se documenta la existencia de un soldado que encabeza la formación, provisto de una porra con la que realiza complicados ejercicios"
Otros ejércitos copiaron esta peculiaridad de los Tercios Españoles, como Inglaterra, Irlanda o Escocia, que aún lo conservan en algunos de sus regimientos.
Aquí en España desapareció de nuestros regimientos en tiempos de Carlos III.
En su época de utilización, una de las funciones que tenía el Porrista o Tambor Mayor, era la de dejar la porra clavada en el suelo en el lugar en que debían ser vigilados los arrestados o sancionados que debían permanecer junto a la porra, de ahí viene la expresión “mandar a la porra” o “vete a la porra”.
Millán-Astray en su afán de recuperar el espíritu de los temibles Tercios Españoles, decidió devolverlo a
la vida para “La Legión”, así en los grandes desfiles, el Porrista ocupa un espacio entre la escuadra de “Gastadores” y la banda de Guerra de La Legión.
Al Porrista, avanzando a los estipulados 160 pasos por minuto que marcan la banda que le sigue, fina su vista en el cielo y deleita al público y autoridades con sus arriesgados malabarismos, no pudieron evitar que en más de una ocasión la porra caiga delante de la tribuna de autoridades en tan solemne ocasión.