En su primer ensayo debajo de un paso, ese que la mayoría de costaleros novatos utilizan para ‘probarse’, Francisco José tuvo que ir con un ojo abierto y otro cerrado. El viento de Poniente le robó una lentilla mientras cogía postura en medio de la cuarta trabajadera. Un contratiempo, sí, pero nada importante para mermar el optimismo de este chaval de 17 años que no tiene dudas de que, el próximo martes, aguantará lo que haga falta durante la procesión de El Encuentro. Y es que, para él y para decenas de nuevos costaleros en la ciudad, la Semana Santa 2010 será muy especial. Será su primera vez ahí debajo, como protagonistas silenciosos. Protagonistas casi invisibles. Pero, ¿cuánto cuesta ser costalero?
A él, estudiante de Bachillerato en el Luis de Camoens donde vio el cartel que le animó a unirse al Nazareno, le ha costado casi 60 euros... y un año de gimnasio. “La camisa blanca y los pantalones negros ya los tenía”, explica, “así que me he comprado faja (12 euros), zapatillas (10 euros) y pagar la papeleta de sitio (15 euros)”. Preguntando a unos cuantos compañeros novatos que el próximo martes estarán bajo el mando del capataz Andrés Peña, se concluye que el gasto total de un costalero que pasea a su Cristo o su Virgen por primera vez oscila entre los 50 y los 70.
Pocos han de comprarse la ‘equipación’ completa. A Miguel Ángel, que se ha animado a participar con los 30 años ya cumplidos, la faja se la presta su suegro, veterano costalero. La camisa ya la tenía. Su mujer le dio el último empujón para participar y, espera, sea ella la que le lleve algún bocadillo durante la procesión. “Vine el primer día, me dijeron que probase... y desde ahí no he fallado”, cuenta.
El optimismo es el denominador común entre todos ellos. Saben que será duro, pero están convencidos de que aguantarán. Sanjay no tiene duda. “¿Aguantarás?”, le preguntan; “Sí”, contesta ipso facto; “¿Seguro?”... “Sí”... “¿Y repetirás el próximo año?”... “Claro”, asevera. Él ha tenido que vestirse de la cabeza a los pies. Otros, sin embargo, se equipan a última hora y se van comprando lo necesario sobre la marcha. “Yo de momento estoy ensayando con una faja de estas de motorista que tenía por casa, pero me tendré que comprar una, sí...”, comenta Juanma mientras comienza a sacar su costal de la mochila. El resto de compañeros han ido llegando y es hora de ponerse en marcha. Porque la faja, el costal y la papeleta cuestan dinero, pero sentir la Semana Santa desde abajo, estar ahí... ¡no tiene precio!�