La ministra Valerio recurrió a un símil futbolístico cuando tuvo conocimiento de la publicación en el BOE, por la Dirección General de Trabajo −perteneciente a su Ministerio− anunciando la constitución del sindicato denominado Organización de Trabajadoras Sexuales (OTRAS). La enfadada política espetó: "Me han colado un gol por la escuadra" y seguidamente manifestó la inmediata anulación de la Resolución del 4 de agosto.
El citado sindicato había presentado su acta de constitución, su estatuto y su domicilio social, reuniendo todos los requisitos legales para su aprobación. Su objetivo, dicen, es: “desarrollar sus actividades en el ámbito funcional de las actividades relacionadas con el trabajo sexual en todas sus vertientes". Parece ser que tras el sindicato está la Asociación de Profesionales Sexuales (APROSEX), con sede en Barcelona, que preconiza la catalogación de la prostitución como una profesión y, en consecuencia, la necesidad para sus ejercientes de una capacitación formativa. Por esta razón, desde hace cuatro años, imparte un curso para novatas –con un coste de 50 euros– sobre técnicas de prostitución e incluso formación en idiomas a tono con la actividad.
De Rode Draad fue el primer sindicato del mundo para trabajadoras del sexo. Se creó por el gobierno holandés en 2002, tras la legalización de la prostitución y se financió con recursos públicos. Incluso, en 2005, el sindicato CCOO anunció la creación de la primera sección sindical exclusiva para prostitutas. Según el Diccionario de la RAE la prostitución es la actividad de quien mantiene relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero u otros beneficios. Se la ha calificado –aunque puede que no sea totalmente acertado– como la profesión más antigua del mundo, pero evidentemente desde muy lejanos tiempos se habría utilizado para conseguir recursos.
Ya en el siglo XVIII a. C. el Código de Hammurabi, en Mesopotamia, recoge en algún apartado la protección a las prostitutas Por referirnos al mundo clásico, en la antigua Atenas, en el siglo VI a. C., fue fundado por Solón el primer burdel. La prostitución era una actividad con reconocimiento social, practicada por mujeres y hombres adolescentes y estaba sometida a impuestos. En la antigua Roma el ejercicio era habitual, con estatus y especialización, aunque es cierto que no siempre se ejercía libremente. No era el caso de la libertina Valeria Mesalina, esposa de Claudio que, oculta bajo el nombre de Licisca, se prostituía por los barrios de Roma. A partir del siglo I d. C. se empezó a gravar la actividad con una tasa.
En la Baja Edad Media los burdeles eran municipales y pretendían suavizar la violencia social y controlar las pandemias. Durante el siglo XVI los jueces otorgaban los permisos para ser prostituta y por tanto era actividad tolerada, hasta que Felipe IV, en 1623, clausuró los burdeles. Al cabo de dos siglos, durante el reinado de Isabel II, a partir de 1845, se empezó a regular, reglamentando a nivel municipal. Zaragoza, Málaga, Cádiz, Madrid y otras ciudades empezaron a llevar registros, empadronamientos y normas sobre espacios de ejercicio de la prostitución. Toda la reglamentación existente en España, desde mediados del siglo XIX, fue abolida por la Segunda República en junio de 1935 y la prostitución pasó a considerarse un medio ilícito de vida.
Evidentemente la Guerra Civil relajó, en ambos bandos, la disposición restrictiva y finalizada la misma con el triunfo del bando franquista, en 1941 se derogó la normativa abolicionista republicana. El sistema de tolerancia reglamentada de prostíbulos y casas de lenocinio se reanudó. Resulta ilustrativa la letra de la copla Ojos verdes, de Rafael de León, Valverde y Quiroga: “Apoyá en el quicio de la mancebía/miraba encenderse la noche de mayo”
La aceptación de España en la esfera internacional motivó que el régimen franquista, en 1956, eliminase la reglamentación y cerrase tanto los registros municipales de prostitutas, como los controles médicos. Se modificó el Código Penal y la prostitución pasó a ser clandestina, pero en cierto modo reconocida su existencia y tolerada. Las prostitutas eran, en general, calificadas como delincuentes. Llegó la democracia pero no se revisó el Código Penal hasta 1995, aboliéndose las disposiciones sobre repulsas a la prostitución y prostitutas.
Según la fundación Global Freedom, España es uno de los tres primeros países del mundo y el primero en Europa en demanda de prostitución
La Biblia contiene pasajes muy duros sobre la prostitución, pero prefiero referirme a los positivos. En Génesis 38 se relata como Tamar, viuda, esperanzada en ser madre, se hace pasar por prostituta para poder quedar embarazada de su suegro Judá. La ramera Rahab, en Jos 2.1-24, cumple la voluntad del Señor acogiendo y ayudando a los espías enviados por Josué para conquistar Jericó. Es bellísima la narración del evangelista Lucas del agasajo y ungimiento que una mujer pecadora – no está acreditado que se tratase de María Magdalena, a pesar de la homilía del papa Gregorio Magno en el 591– hace a Jesús en casa del fariseo Simón. Ilustrativo es también Mat 21,31 donde Jesús manifiesta: “De cierto os digo que los publicanos y las rameras os van delante al Reino de Dios”
Según la fundación Global Freedom, España es uno de los tres primeros países del mundo y el primero en Europa en demanda de prostitución. Afirma que el 39% de los hombres españoles han acudido a ella en alguna ocasión y que la mitad de los clientes españoles están casados o viven en pareja y el 40% tiene hijos. Según un reciente estudio de Carmen Meneses y su equipo, uno de cada cinco españoles, el 20,3 %, confiesa haber recurrido a ella.
El informe, hace pocos años, de una comisión parlamentaria concluye que los españoles se gastan 50 millones de euros todos los días en prostitución, con un promedio de 127 euros al mes y el negocio de clubs de alterne, mueve en España 18.000 millones de euros al año. El censo de prostitución en nuestro país es difícilmente calculable. El Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado lo estima en unas 45.000 mujeres, otras fuentes lo fijan entre 23.000 y 93.000, con una media de 58.000, pero algunas lo disparan hasta 100.000 o 300.000 y las mujeres suponen el 90 %, según Caritas, de las personas ejercientes de la prostitución siendo el resto hombres y transexuales. Aunque algunas ONG y organizaciones consideran que el 95% de las mujeres que ejercen son víctimas de mafias y trata de blancas o en todo caso lo hacen bajo coacción, un estudio de la ONU en Europa lo reduce a un 15%, que tampoco deja de ser sangrante.
El Reglamento nº 549/2013 del Parlamento Europeo y del Consejo, de fecha 21 de mayo de 2013, obliga a todos los países de la Unión Europea a incluir en la medición del PIB el impacto del consumo de drogas, el contrabando y la prostitución. En nuestro país el Instituto Nacional de Estadística (INE), estimó en 1914, que el sexo de pago representa un 0,35% del PIB, lo que supone casi 4.100 millones de euros.
No existe en Europa una uniformidad en la regulación de la prostitución y mientras algunos países, sobre todo centroeuropeos la han legalizado, otros la penalizan de diversas formas y algunos como España la mantienen en situación de alegalidad. Holanda la legalizó en 2000 y Alemania en 2002. En nuestro país la prostitución ejercida por propia decisión personal no está recogida en el Código Penal. No es legal ni ilegal, es alegal, aunque los municipios pueden regularla en sus ordenanzas y la Ley de Seguridad Ciudadana sanciona con multas el ejercicio en ciertos lugares.
Es difícil encontrar alguna actividad cuyos ejercientes sean identificados con tantos apelativos y desde luego con un sentido denigrante: prostituta, meretriz, puta, ramera, cortesana, zorra, buscona, hetaira, fulana, furcia, pendón y así hasta alguna decena más, aunque muchos en desuso. Camilo José Cela revivió, en el título de un libro, los antiguos: iza, rabiza y colipoterra. En la actualidad, pero exclusivo para ejercientes de alto nivel, se utiliza el término escort.
La sin par fraila y vicepresidenta Calva – lo preferirá, supongo, al no inclusivo Calvo –creo que exagera al comparar la prostitución con el asesinato y el narcotráfico. Añade que los prostíbulos son guantánamos, califica la actividad de estas personas como indigna y niega que pueda ser una profesión.
Con el respeto a todas las opiniones, a la vista de los datos económicos generados y la amplia demanda de utilización de la actividad, no cabe duda que existe en nuestra sociedad un alto grado de hipocresía y también de incongruencia- las mujeres son dueñas de su cuerpo para abortar pero no lo son para prestar un servicio libre y voluntario – que debe superarse. Tampoco es adecuada la estigmatización de las personas que ejercen la actividad porque – aunque habrá de todo como en botica– supongo que muchas de ellas, independientemente de su trabajo, son personas con sentimientos y preocupadas por sus hijos y sus familias. No creo que sean indignas por hacer algo voluntariamente y sin causar perjuicios a nadie. Miles de personas despidieron, por su calidad humana y solidaridad social, en 1867 en su funeral, a Julia Bulette, dueña del burdel más importante de Virginia.
Es necesario, aunque haga falta imaginación y voluntad, regular la situación de millares de estas personas ignoradas– condenando, eso sí, la explotación– pero respetando sus derechos y obligaciones sociales. Hace falta, desde luego, marcar un adecuado e imparable gol por la escuadra