Se equivocaba Churchill al preconizar que el socialismo se acaba cuando se les acaba el dinero a los demás. La realidad ha demostrado que cuando se les acaba el dinero a los demás, se transforma en comunismo, aparecen los acosos a los que piensan diferente, la nacionalización de toda iniciativa económica, la casta política que gobierna de modo agraciable, la animadversión personal, y la esclavitud de todo ciudadano condenado a trabajar para pagar impuestos y tasas sobre todo lo que se mueva. Y, por supuesto, aparece el populismo como único credo del mensaje político.
Hace más ruido un árbol cayendo que miles creciendo. Si el 97% de los hipotecados pagan su recibo del mes religiosamente, sacrificios incluidos, eso no es nada. Vienen los gritones de siempre, los mismos que levantan cadáveres de las cunetas 70 años después, sí, los mismos que los dejaron en esas cunetas con un tiro en la nuca; y chillan al más puro estilo del Cháves el buitre ¡Exprópiese! ¡Una quita!
Eso sí, callan premeditadamente que tienen 5.000 viviendas vacías, que votaron hasta 10 veces en contra de leyes anti desahucio, que fueron ellos mismos los que idearon, propusieron y aprobaron esa ley, que ellos mismos han desahuciado a más de 500 ciudadanos, que la expropiación con sentido retroactivo es anticonstitucional, o que una quita de solo el 5% supondría un rescate a la banca de 43.000 millones, similar al ya recibido.
Además, todo esto no deja de ser una sandez propia de una república bananera, populismo execrable y una injusticia para todos.
Sin lugar a dudas un desahucio es una situación indeseable que puede tener añadida un profundo drama personal del que solo es culpable la persona que ha adquirido un bien que no se sabía si podía pagar. Nadie salió a las calles cuando la banca otorgaba créditos hipotecarios por encima del valor real, incluso para pagar el coche o las vacaciones en Cancún, a asalariados inestables que percibían, en aquel entonces, remuneraciones muy superiores a las habituales. Yo he visto con mis propios ojos albañiles en paro, con una situación acuciante, pero con un BMW de última generación de cuyo maletero sacaban el palustre para trabajar en “negro”.
La mala cabeza de algunos no puede ser asunto de Estado, salvo si es cuestión de salud mental. Lo que debe ser asunto de Estado es modificar las leyes sobre subastas, una nueva ley hipotecaria que no permita más desmanes, y sobre todo crear las bases para el crecimiento económico que genere empleo.
Es fácil propugnar medidas populistas. Yo mismo propongo algunas, verán como la mayoría estamos de acuerdo: La primera, no pagar ni un solo céntimo de impuestos: IRPF, IPSI, IVA, ni tasas. La segunda, que el Estado pague una tapa de jamón ibérico con cerveza de calidad todos los días en una parada obligatoria de todos los trabajadores de 12:30 a 14:30h. Y la tercera, que todos los españoles tienen derecho, al menos una vez en la vida, a que le toque la primitiva.
Pero gobernar es hacer el bien general, que puede no coincidir con lo que los ciudadanos quieren escuchar.