La clase política se presenta en nuestras vidas para intentar servir a los demás. Esa dicen que es su misión, el problema llega cuando añaden al verbo el ‘se’ y comienzan los problemas. El servir se transforma en servirse, los demás en uno mismo. Y así nos topamos con la cantidad de casos que no solo han ensuciado partidos, sino que han provocado que la ciudadanía termine metiendo a todos en el mismo saco, considerando que las elecciones de nada sirven, optando por ir a la playa sin perder ni siquiera el par de minutos invertidos en depositar la papeleta. De esta situación tienen la culpa los que se han encargado de reventar el sistema, de provocar partos de auténticos monstruos que ahora pretenden erigirse en salvadores de la patria llevándoselo todo por delante: hasta los derechos conseguidos, las libertades y el respeto.
Pero los tentáculos de esas malas artes llegan a más. Hasta enemistar a familias, provocar que haya quienes ni siquiera se hablan o generar grietas entre amistades por cuestión de política. Hasta eso hemos llegado. Hasta estas situaciones nos estamos encontrando en una Ceuta en la que parece que hay quienes gustan de que el resto nos tiremos los trastos a la cabeza por el color del voto elegido.
No merece la pena caer en enfrentamientos, enrarecer una sociedad por culpa de una campaña
Cada uno debe elegir en conciencia, debe premiar o castigar según lo que considere. Lo segundo lo tienen más fácil porque todos nuestros representantes políticos arrastran una lista más o menos larga de asignaturas pendientes y errores. El más grave: el provocar con sus intervenciones interesadas que se haya generado un clima de inquietud en la ciudadanía y que estemos escuchando acusaciones infundadas porque ahora conviene largarlas.
No, no merece la pena que se peleen, que se distancien, que se miren de otra manera porque los partidos se asomen a la palestra endemoniados, peleados, con ganas de enfrentarse hasta el último voto a costa de lo que sea. No, no merece la pena. Si ellos son incapaces de darse cuenta, ustedes al menos sean más inteligentes para no caer en el error de mirar al otro como un bicho raro, de acusar a todos por lo que unos hacen, de recelar de una sociedad que se merece asistir a estos espectáculos. El 26M está a la vuelta de la esquina, sus amigos y familiares permanecen a su lado siempre.