Y escribimos a Araceli 100 poemas de amor… Y. nos faltaron poemas y horas para describir la desolación sobrevenida a su pérdida. Porque no existen palabras ni versos para ver partir a la mujer que habitó tu nave durante los procelosos día de la existencia.
Y, tuve que escribir 365 nuevos poemas -uno para cada día del año- para que el dolor -como una llama viva en el alma- se calmara y pasara a sentirse como una herida abierta que nunca cesara de sangrar…
La vida, a veces, te lleva al camino de la irrealidad donde para poder continuar necesitas refugiarte en el mundo de los sueños; que, al cabo, te da la posibilidad de encontrarla en el destello de un rayo de luna en una noche azul; o, en la primera luz que tenue alumbra los cristales de tu ventana en la mañana…
Es verdad, todos lo saben, la vida para mí dictó su oráculo y ya no trasmite el impulso salvaje de la flores en primavera; o, el sonido ingrávido de los astros en sus órbitas infinitas. Sí; es cierto, porque la vida ya no se allega como un impuso vital que todo lo puede y lo alcanza; sino como un continuo desapego que de manera lenta pero continua va tejiendo el fluir del tiempo pretérito como las únicas horas donde aún puedes vivir sintiendo su recuerdo como una llamarada, como una nueva oportunidad de sentir su aliento y alumbre nuestros pasos más allá de cada palabra que escribo, más allá de cada pensamiento -como hojas de otoño- que el viento de poniente me traiga de ella…
Aquí os dejo, mis entrañables lectores, 10 poemas de los 365 poemas que hemos escrito para dejar que el alma fluya con ellos como fluye el río hacia el mar:
1
SE ACERCAN TUS PASOS…
«Te acercarás a mí, Araceli, como un rumor de hojas…»
No sabes que la soledad llega sin avisar, sin que apenas te des cuenta de que se acercó a tu puerta para preguntar -como un amigo- acerca de la vida y sus interminables horas…
Sin embargo, la soledad no es una amiga, al contrario, una asidua compañera de viaje en aquellos días dónde no te reconoces y tu voz se extingue en la línea del horizonte, cuando el crepúsculo agoniza en una corola roja de pétalos llenos de espanto y olvido…
Tu recuerdo, ¡amor!, no tiene término ni fin y se hace eterno en los crepúsculos, como si el tiempo cesara de latir en los giros azules de los astros y en las esferas de los relojes, y sólo sintiera tu mirada caer sobre mi rostro…
Tal vez ya no estás cuando la luna rompe con su luz de faro el cristal de la ventana que copia la calle y el verdor de las acacias.
Tal vez no estés… Pero si estás, porque tu mirada traspasa la distancia y se acerca a mí como un pájaro busca desesperado la rama del árbol que cobija su último vuelo…
Sí, amor, a veces, parece que no estás, como si tu presencia hubiera viajado a otro lugar dónde mi nombre fuera sólo una palabra del pasado que mañana ya no recordaremos…
Sabes, he dudado, porque siempre te roza la ausencia, cuando nos alcanza la soledad; sin embargo, cuando el primer rayo del alba se deja sentir por las alamedas, y las gotas de rocío mojan exultantes las rosas únicas del nostálgico jardín de los primeros besos, yo presiento como ya se acercan tus pasos a la puerta del casal y tu alma enamorada -hoguera de pasiones- se funde en la mía…
2
¡AY, QUE YA VIENE...!
«Y, llevarás en la brisa mi amor mis mejores versos y mis cantos…»
¡Ay, versos y cantos!
A ver si los poetas
sueñan y cantan
con agua de versos
escritos en tu alma…
¡¡Versos!!
¡Ay!, que ya viene.
Sí, que ya llega,
que ya está llegando,
la primavera primera,
con la brisa de marzo...
¡¡Cantos!!
¡Ay!, que canten
a los cipreses altos
de esta cenefa verde
y rosas de esparto…
¡¡Amor!!
¡Ay, que ya soñamos,
Araceli, con tus amados
besos por los dorados
valles en tu deseado
cuerpo de luz mojado…
¡Ay, versos y cantos!
3
PALABRAS SOÑADAS (*)
«Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado»
Juan de la Cruz (Fontiveros - 1591, Úbeda)
¡Ay, palabras soñadas
de los sueños del amor
en alma de la Amada!
Palabras lleva el viento
cuando cruza de punta
a punta la mar Océana,
Palabras llevan los ríos
cuando fluyen crecidos
y constantes entre limos
y grises cantos rodados.
Palabras llevan tristes
tus melancólicos besos...
Y retumba bajo el puente
la llamada de tu corazón
de sus ardientes latidos
donde dejé mis abiertos
labios libres a tu deseo.
Palabras, sólo palabras
de campos de sol y agua,
como una estrofa de amor
y vida que nunca cesara…
¡Ay, palabras soñadas
de los sueños del amor
en alma de la Amada!
________
(*) Aquí os dejo el poema primigenio escrito en la primavera de 1970 -hace ahora 45 años- que ha inspirado a este otro redactado tan solo hace unos días.
-A veces, es una experiencia llena de ternura, examinar esos viejos poemas llenos de la ingenuidad y la frescura de la juventud... Qué, por otra parte, ese aroma de la juventud perdida en el pretérito puede hacerte desear -como es el caso- de atreverte a escribir otro poema desde los cerros de la vida transcurrida por los años, donde ahora nos encontramos....
5
A LA MAÑANA, ¡AMOR!
«Nunca cesará el susurro de mis palabras en tu pelo...»
A la mañana clara,
tu recuerdo, ¡amor!
A la mañana de luz,
tu imagen, ¡amor!
A la mañana de sueños,
tu boca, ¡amor!
A la mañana de lluvia,
tus lágrimas, ¡amor!
A la mañana de olvido,
tus ojos, ¡amor!
A la mañana de deseo,
tus pechos, ¡amor!
A la mañana lejana,
tu adiós, ¡amor!
A la mañana de ausencia,
la soledad, ¡amor!
A la mañana en el puerto,
mi tristeza, ¡amor!
A la mañana en el mar,
tu alma, ¡amor!
6
CÓMO SI CADA PALABRA…
«En cada palabra llevas la emoción de tu amor en un mensaje de besos…»
Así, de esta manera, cómo si cada palabra fuera una gota de puro rocío que nos dejara la inefable mañana que comienza…
Cómo si cada palabra fuera el eco de la voz del pueblo allende en la montaña…
Cómo si cada palabra fuera el oleaje de espuma que la mar hiciese llegar hasta la orilla de una playa en soledad…
Cómo si cada palabra fuera un milagro que cada noche brilla y titila en los astros…
Cómo si cada palabra fuera un tránsito de un tiempo pretérito que aún ansiamos encontrar desesperadamente…
Cómo si cada palabra fuera la última luz que, en la hoguera del crepúsculo, la tarde dejara a los destellos plateados de los astros…
Cómo si cada palabra fuera el último adiós que yo te diera, antes de abandonar la última frontera de tus besos….
7
¡AY, NIÑA LA LUNA!
«Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba...»
Federico García Lorca.
La luna asoma alegre
su cara blanca de nácar
por los ventanales verdes
por los caminos de plata.
¡Ay, niña!, no apagues
la luz azul de tu puerta
ni aquellas palabras
-palabras solo de amor-
que incendian mi alma.
La luna asoma alegre
su cara blanca de nácar
por los ventanales verdes
por los corredores de plata.
¡Ay, niña!, que hoy no llego
a la luz azul de tu puerta
ni alcanza ya mi mirada
-miradas tristes de amor-
a la hoguera de tu alma.
La luna asoma alegre
su cara blanca de nácar
por los ventanales verdes
por los corredores de plata.
¡Ay, niña!, te digo adiós,
a la luz azul de tu puerta
y asomarán enamoradas
coplas de amor, coplas
que queman el alma…
La luna asoma alegre
su cara blanca de nácar
por los ventanales verdes
por los caminos de plata.
10
Y COMENZARÁ OTRO TIEMPO…
«Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.»
San Juan de la Cruz
¿Sabéis lo que es el acto sublime del amor? ¿Alguien os ha apuntado lo que significan los besos? ¿Acaso algún ángel benefactor os ha anunciado lo que puede significar una mirada ausente en la agonía, encendida en fuego, del crepúsculo?
Así, decidme, si a vuestro corazón llegó el Amado y os susurró palabras de amor… Y, por último, hacedme saber si habéis perdido el sueño y os alcanza la incertidumbre, y, el desasosiego -como un relámpago que reabre de luz la noche- cubre con un manto de tristeza los campos verdes del alma…
No; no contadme más tristezas ni el desánimo que habita en vosotros… No necesito saber más, pues he de deciros que el amor fluye en vuestros corazones, como fluye el agua en las torrenteras que bajan de los altos cerros de las sierras. No podéis ir contra la corriente en los asuntos del amor; ni contra aquellos sentimientos que desde que nacen ya lo hacen cautivos en las prisiones de nuestros deseos irrenunciables.
¡Sed sensatos!, y abandonad todo intento de acallar lo que el destino de manera indeleble ha dejado al pie mismo del sendero que conduce al conocimiento mágico de las cosas. ¡No hagáis ni intentéis nada! La corriente que fluye cercana a la pasión del verbo mostrará su lado más hermoso y delicado y, como en un nuevo jardín del Edén, nos sumergiremos en sus aguas colmadas de las ausencias del pasado que no cesa…
Y, al cabo, olvidados - ¡oh, abandonados! - entre la línea del horizonte y el flujo de la marea que la mar acerca imperturbable desde siglos, se allegará el Amado y, en un sublimado gesto, dejará marcado sus labios en vuestras apasionadas bocas… Luego se pararán las horas, aquellas horas que ya no nos pertenecen.
Y comenzará otro tiempo. Otro tiempo sin horas, donde el amor abarcará el paisaje desnudo de la cordillera inexpugnable de tu cuerpo y el roce de mi boca dejando mis besos...
11
TE ESTARÉ ESPERANDO (*)
«En el alba oiré tus pasos...»
¡Ay, quedose olvidada
entre jazmines blancos
y sueños cautivos del alma,
mi amor amante, mi Amada!
A ti que habitas en mi corazón
cuando llega la tristeza,
y la soledad me lleva
al río de las apariencias,
a las aguas de la nada...
A ti, ¡Amor!, que oyes
la llegada de las horas,
en las horas sin tiempo.
A ti, ¡Amada!, que conoces
y pronuncias mi nombre
en la desolación del alma.
A ti ¡Amor!, que miras
atento mis palabras
y las dejas en la arena.
A ti, ¡Amada!, que miras
cómo se aleja mi barca
entre la espuma del mar,
y, luego, en un grito
largo desde la orilla,
vuelves a pronunciar
mi nombre…
Y la brisa lleva tu mensaje:
¡Cuando del mar regreses
no olvides buscarme,
porque pasados los años,
al pie de la orilla añorada,
entre peñas caminando,
mis pisadas de siempre,
te estarán esperando!
¡Ay, quedose olvidada
entre jazmines blancos
y sueños cautivos del alma,
mi amor amante, mi Amada!
(*) Mirad, cómo puede transformarse -observarlo en "Noche obscura del alma” de Juan de la Cruz- un poema al Amado, en otro a la Amada. Y, puede transformarse, porque el amor rompe todas las fronteras y se funde en un mar infinito, inabarcable hacia Dios, o hacia el cosmos, como gustan de llamarlo otros...
12
RIMARÉ AMOR CON CORAZÓN…
«Y, el poeta escribe sus sentidos versos a la Amada para rimar con noche constelada y mujer deseada…»
El monte sube a la cumbre como tu voz a la mía.
Las hojas caen del árbol como tu alma a la mía.
El viento corre al espacio como tu risa a la mía.
El río baja al océano, como tu boca ya a la mía.
El buque navega en la mar como tu amor al mío.
El campo crece verde como tus besos a los míos.
El sueño sueña libre como tu recuerdo a los míos.
La pasión se allega incontenible como la llama
de tu corazón incendia los versos del poema…
La memoria de tus palabras alcanzan la tristeza
de mi alma cuando columbro tus fotografías…
La mañana se rompe en mil cristales de rocío
cuando en la ventana me llamas desde las nubes.
Los astros giran imperturbables en la larga noche
cuando te busco, Araceli, en cada titileo del cielo
constelado y sólo siento el aliento de tu ausencia.
Sí; amor, te busco y no te encuentro en el instante
que tu imagen -como una mariposa de azules alas-
se posa en la desnuda herida de tu febril perdida…
Ya no me quedan palabras, ni versos para recordar
tu ausencia cuando la tarde agoniza en la frontera
del cárdeno horizonte en la lejanía de las horas…
Sí; sí, es verdad, Araceli, ya no, me quedan más
palabras ni versos que escribirte cuando al alba
-fuera de la realidad- abro las páginas del cuaderno
de tu poemario y anoto unos nostálgicos versos.
Y, rimo amor con corazón; o, pasión con dolor;
o, alma con calma; o deseos con pechos y besos;
o; ausencia con tu dolorida presencia; o, soledad
en cada acto que el tiempo nos da; y, finalmente,
dejaremos la palabra desolación, cuando ni puede
ya el tiempo, siquiera, rimar la palabra compasión…
13
¿DÓNDE TE HALLARÉ?
Y, cuando se allegue la soledad
y el corazón se rompa en pedazos:
¿Dónde estarás, amor?
Y, cuando me alcance la tristeza
y los astros giren imperturbables:
¿Dónde te hallarás, amor?
Y, cuando tu ausencia sea insoportable:
¿Dónde estarás, amor?
Y, cuando no encuentre tu mirada más allá del horizonte en llamas: ¿Dónde te hallaras, amor?
Y, cuando no sienta el roce de tus besos:
¿Dónde estarás, amor?
Y, cuando no sienta la llama de tu cuerpo:
¿Dónde te hallaras, amor?
Y, cuando en la tarde no me alcance tu voz y se pierda en la agreste maleza:
¿Dónde estarás, amor?
Y, cuando el tenue rumor de la llegada de tus pasos se hagan imperceptibles, y no acierte en los sueños a sentirlos:
¿Dónde, entonces, Araceli, te hallaré?