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La plazoleta del Príncipe, una “verbena” diaria en la que se pone en juego la salud pública

“Nunca han guardado el confinamiento. Mientras el 95% cumple, el 5% no respeta”. Así de indignados se muestran los vecinos de la barriada del Príncipe, que ven cómo al menos una treintena de personas se reúne cada día en la plazoleta del lugar hasta altas horas de la madrugada, alterando el sueño de los vecinos que viven en los alrededores debido al ruido que hacen estas personas.

“El día entero están en la calle. Si se nos ocurriese salir, es como un campo de minas”, explican los vecinos que hacen referencia a una multitud sin mascarillas puestas ni distanciamiento social del mínimo de dos metros. Están reunidos y la mascarilla sí que la llevan, pero solo por si acaso. Y esa condición es la de que aparezca policía por la barriada.

Si durante las primeras semanas de estado de alarma los furgones de la UIR de la Policía Nacional recorrían varias veces al día las calles del Príncipe (“hasta se aprendieron los callejones”, aseguran), ahora los vecinos afirman que apenas se les ve. Desde que empezó la desescalada, “no aparecen”.

Han llamado en repetidas ocasiones al 112 para pedir presencia policial durante estas semanas en los que los grupos de jóvenes, y no tan jóvenes, se congregan en la plazoleta en la que pasan prácticamente todo el día y parte de la noche. Las ocasiones en las que ven patrullar a un vehículo policial son contadas, como la pasada noche, cuando aseguran que pasó un furgón entrada la madrugada.

A tal punto llega la impotencia que, por muchas veces que llamen al teléfono de emergencias, llegan a creer que no se les traslada las llamadas a la policía, o bien que los cuerpos policiales “pasan olímpicamente” de ellos. Otra medida disuasoria para estas personas que se reúnen cada día en la plazoleta pudieran ser las multas. “Pero aquí de eso nada”, lamentan.

Fue al acabar Ramadán cuando comenzó el suplicio para los vecinos de las proximidades de un lugar que hace las veces de zoco. Durante el mes sagrado, aún se podía soportar este tipo de comportamientos ya que no se quedaban hasta tarde haciendo ruido. Una vez celebrado el Eid, es cuando el vecindario ha puesto el grito en el cielo, con la esperanza de que vuelvan a patrullar la barriada y así puedan descansar de nuevo.

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