Lorena García es la dueña del único negocio de la barrida del Recinto Sur. Una pequeña tienda bajo el nombre de La Pimienta ubicada en la calle Ibiza de Ceuta. A pesar de que esta barriada está bastante poblada, solo dispone de la tienda de Lorena para cubrir sus necesidades.
El nombre del local viene de una perrita chihuahua que tenía, y aunque ya no está con ella, pues fue robada cuando el animal tenía 15 años, mantiene su nombre y su retrato en la puerta.
No hay ninguna otra tienda de ningún tipo en el barrio, ni de ropa para mujer, ni para hombres, ni para niños o bebés. Tampoco de calzado o complementos.
El barrio siempre ha contado solamente con la presencia de tiendas de comestibles, cuyo número, según José María Romero, el presidente de la asociación de vecinos del Recinto Sur y Lorena García, era de 7 u 8.
Estos negocios han ido cerrando. Hasta hace cuatro años todavía quedaban dos, pero ahora, solo Lorena sobrevive.
“La pandemia hizo mucho daño a los negocios de barrio”, asiente Lorena.
La historia de esta tienda se remonta 20 años atrás cuando Lorena García decidió lanzarse a la aventura de abrir un negocio con 20 añitos (ahora tiene 40), lo que hoy denominaríamos una “joven emprendedora”.
Aunque tuvo la ayuda de su padre como aval bancario, el resto fue trabajo suyo. Antes de hacerse con su actual tienda trabajó en una otra de lencería, en un supermercado y “otros sitios”, y poquito a poco se compró su casa y su tienda, que están justo al lado. Se puede decir que Lorena se levanta de la cama y cae en el trabajo.
El local de Lorena tiene su historia. Aunque en distintos negocios, lleva con las puertas abiertas 70 años. Primero fue una tienda de comestibles que estuvo abierta durante 50 años. Tras la jubilación del dueño fue traspasada y convertida en carnicería y después de tres años, Lorena se hizo con el negocio y lo volvió a convertir en lo que siempre había sido.
Cuenta que desde la pandemia “la cosa está muy floja” y que también hace mucho daño que los grandes supermercados abran los fines de semana, que es cuando las tiendas de barrio aprovechaban para generar más beneficios
“Es una tienda de barrio, llevo muchos años, tengo mi clientela y para mí es más llevadero por eso, por mis clientes fieles”, explica.
Respecto a ser el único negocio que sigue con la puerta abierta en el barrio dice sentirse “muy contenta”.
De momento sigue con su negocio aunque, “tal y como está la cosa, he buscado otra vía que me abra puertas, por lo que he estudiado para vigilante de seguridad para tener un segundo trabajo”.
García asegura que su intención es seguir manteniendo La Pimienta durante muchos años más “si mis clientes me lo permiten”.
“Mis clientes y yo somos una piña, hay mucha confianza entre todos. Como empecé muy joven los vecinos me ayudaban porque me costaba mucho. Son muy amables. Unos vienen y me cuentan si han tenido un mal día, si han discutido con su mujer…somos un familia”, comenta entre risas Lorena.
Lorena, caballa hija de Miguel García y Mª Teresa Fernández, tiene dos hijos. Desde los ocho años vive en el Recinto Sur.
Ser madre soltera no le ha impedido ser dueña de su propia empresa y cuidar de sus pequeños.
La ceutí quiere enviar un mensaje a sus clientes: “Espero que sigan conmigo siempre y que no me dejen. Gracias a ellos tengo mi casa y mis gastos a los que puedo hacer frente con mi tienda”, detalla.
No ha querido enviar ningún mensaje en concreto a ninguno de sus clientes porque estaba claro que el resto de piñones se pondrían celosos.
El Faro es testigo de esta relación con sus clientes, pura alegría e imagen de que Lorena está bien cuidada y arropada por todos.
Encontrar un local de barrio que mantenga la esencia de los pequeños negocios es siempre motivo de felicidad y reconocimiento, pues entre tantas grandes superficies “sin sentimientos” merece la pena cuidar las paredes de una tiendecita que esconde historias y emociones mantenidas en el tiempo.
El papel de sus clientes en su día a día en la tienda
Reconoce que sus clientes no pueden vivir sin ella. “Ahora me voy de vacaciones y ya están pensando cuándo voy a volver. Me preguntan cuántos días me voy”.
Cuando Lorena se va, el barrio pierde una gran parte de su esencia y alegría en calle Ibiza. Mantener la tienda abierta ayuda a esta emprendedora hasta en su estado de ánimo. “Yo tengo algunos problemas de ansiedad y gracias a ellos estoy siempre activa y con una sonrisa en la cara. Ellos me dan vida a mí. Me animan”, confiesa.
La tienda de Lorena es la tienda de barrio tradicional. "Yo estoy aquí hasta que haya clientes. Si uno se quiere quedar bebiéndose una coca cola conmigo en la puerta, yo me quedo sin problema". Una tienda sin horarios, lo que hace único a un local de barrio. Claro, el vivir al lado de la empresa también ayuda.