Llevamos desde 2021 esperando a que el Ministerio del Interior nos cuente las cifras de entradas de marroquíes por los espigones. Sus transparentes y maquillados balances oficiales evitan arrojar luz sobre el caos de aquellas 48 horas. Cuando a uno no le interesa hablar sobre un asunto lo mejor es pasar página y entregarse al olvido, como aquí ha sucedido.
Interior es el Ministerio con más arte para contar las cosas que suceden a su manera. En cada episodio migratorio grave que ha ocurrido en nuestras fronteras ha estilado una política informativa nefasta, teñida de medias verdades y de un desprecio absoluto al conocimiento claro de lo que ocurre.
Por eso precisamente no extraña el juego que se trae con sus balances oficiales en los que cuenta el juego estadístico que quiere contar. Lo hizo en 2021, sumando meses y meses encadenados de puro silencio hasta conseguir el adormecimiento social completo y la anulación de las cuestiones que ya ni se plantean.
Interior calla sobre un problema que existe en la frontera sur y que alude a la presión registrada en los espigones que se ha traducido en cuantiosos desaparecidos y fallecidos.
A eso se suma las infernales jornadas para los agentes de la Guardia Civil incapaces de asumir lo que sucede.
Eso no trasciende, no se cuenta ni se incluye en ese mareo de cifras que solo sirve para dar luz a titulares absurdos e irreales que no cuadran con la realidad de una de las trincheras más tercermundistas que mantiene Europa en nuestro territorio.
El ministro que se olvidó de ser juez empieza el año con una visión oficial sobre la inmigración que evita hablar de muchos asuntos de los que su Ministerio es responsable. Claro que en Madrid debe importar lo que pasa con tanto desaparecido, tanta muerte y tanto mirar hacia otro lado ante prácticas de los vecinos que no respetan los derechos humanos. A un país demócrata que se piensa que quitando las concertinas ya ha cumplido le tiene que importar cómo tiene sus fronteras y cuál es la realidad de la valla aunque le fastidie un balance.