Que una de las aportaciones de España a la literatura universal haya venido de la picaresca no ha sido ni es cuestión baladí. El paso de cuatro siglos ha sido incapaz de borrar el espíritu de Guzmán de Alfarache, del Lazarillo o del buscón D. Pablos. La figura del pícaro no sólo pervive sino que el vocablo encierra sensaciones positivas en muchos compatriotas. Lejos ya de aquella estratificada sociedad española de los siglos XVI y XVII, en la que tantos bribones sobrevivían gracias a la estafa y al engaño, nuestros pícaros contemporáneos pululan bajo otras connotaciones y estrategias, con su “forma de vida o actuación aprovechada y tramposa” (diccionario de la R.A.E).
Mateo Alemán o Quevedo, convertidos hoy en cronistas de la actualidad, habrían encontrado en Ceuta temática para sus historias. Nuestra condición fronteriza, el régimen fiscal o la desidia de los poderes públicos, han sido siempre un acicate para los nuevos pícaros. A los que ahora se comienza a poner contra las cuerdas, cuando la crisis ahoga las cuentas públicas. ¿Y por qué no antes? Valga la recopilación de determinados titulares e informaciones de nuestro diario aparecidos este mes. No pueden ser más ilustrativos.
“El fraude en los billetes del Estrecho puede llegar a los dos millones y medio. El 6% de los pasajeros que viajaron bonificados en 2011 cometió fraude, fingiendo una residencia que no les correspondía, según Fomento”. “El Estado ha pagado hasta la entrada en vigor de la obligatoriedad del certificado de residencia unos ocho millones y más del 25% se calcula que no sería legal”.
“La Ciudad ordena 300 bajas en el padrón de falsos residentes. Es el resultado de las dos semanas de inspección que se están llevando a cabo en las viviendas para comprobar la existencia de pisos patera y fraudes vinculados a la residencia ficticia”. Y las que seguirán, añadiríamos. No sólo son los pisos patera. Son los de tantos domicilios falsos o trucados de quienes no viviendo en Ceuta, buscan sus beneficios fiscales. Cómo si no, nuestros bajos índices de participación en los comicios electorales.
“Esa bonificación del 50% en el IRPF al hacer la declaración la recibirán quienes residen en Ceuta” (…) donde se supone que trabajan y viven, y donde tienen que estar 181 días como mínimo. A las personas que no vivan no se les aplicará esa bonificación”, decía el delegado del Gobierno, quien también ponía el dedo en la llaga en el control sobre determinados agentes de las fuerzas de seguridad del Estado “que tienen que acudir al servicio si se les reclama por un caso especial en una hora”. Algo imposible residiendo en la otra orilla. Recuérdese por cierto, en ese sentido, la revuelta de los subsaharianos del Ángulo, cuando el reducido número de efectivos disponibles en los primeros momentos sembró la inquietud.
El mismo Francisco A. González: “No puede ser que haya personas que en años anteriores aparecieran al plan de empleo con un BMV 750”. Para llorar. Como los marroquíes que, no viviendo en nuestra ciudad, son beneficiarios de planes de empleo. O del aluvión de personas que nos siguen llegando desde el país vecino, colapsando nuestro único hospital y sin que sea posible trasladar los costos de sus atenciones a la seguridad social de su país.
Suma y sigue. “Cinco conocidas empresas panaderas ceutíes cierran por la competencia desleal marroquí. Así, de las 16 panificadoras con las que contaba nuestra ciudad, sólo seis han logrado sobrevivir en los últimos años debido a esa competencia desleal”. Lamentable. Recuérdese que las denuncias sobre este problema en nuestro diario vienen ya de años.
Más. “3,2 millones de fraude. Las sanciones impuestas por la Inspección de Trabajo tras las inspecciones giradas para luchar contra la economía irregular alcanzan cifras millonarias en los ocho primeros meses”.
Tráfico de estupefacientes. “Un joven lleva años burlando la ley colando hachís por la valla emulando al atleta Aouita”. De película, vaya. Y de ahí a la exitosa Operación Arquería contra los narcos que operaban en Cortijo Moreno, blindados por una “red de vigilantes”, “decenas de personas que se apostaban para controlar la llegada de guardias civiles y alertar a los cabecillas”.
Picaresca, histórica, también la de las construcciones ilegales, especialmente sangrante por quienes se apropian y levantan sus viviendas en suelo público o particular ante la pasividad de la autoridad competente de turno.
Y cómo llamar al tema de las agencias de viajes de Castillejos que, al regreso de la OPE, vendían los billetes del barco por la mitad de lo que nos cuesta a los residentes. O sea que, cabe suponer, puede existir margen para ello. Y mientras tanto, nosotros aquí preocupados cuando se hablaba de una posible supresión de la bonificación del 50%...
«Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras», que cantaba el romance.