Aproximadamente 40.000 personas viven en una situación de sin hogar en nuestro país, dado de que crece exponencialmente si hablamos de personas que residen en una vivienda insegura (3,6 millones de personas) o inadecuada (5 millones de personas).
Estas personas no sólo se ven sin hogar, sino que también se ven restringidas al acceder al sistema sanitario, las desigualdades territoriales en la obtención de la tarjeta sanitaria o en la atención prestada en servicios específicos como urgencias o salud mental, a lo que también añadimos situaciones de inseguridad en el acceso del sistema de protección social que van desde el empadronamiento a las rentas mínimas.
Está claro que este fenómeno que sucede en nuestro país, no es del interés de los políticos, puesto que si fuese así, deberían demostrarlo ahora que próximamente se van a celebrar elecciones. Desconozco si algún partido político lleva algo referente a este tema en sus programas electorales donde al menos mencione sus pretensiones respecto a esta problemática y así hacer algo por todas estas personas a las que la vida les ha dado tal varapalo, que sin darse cuenta se han visto tirados en las calles, siendo prácticamente invisibles para todo aquel que camina a diario por la mismas.
Se les llena la boca cuando hablan de reinserción, pero realmente ¿les van a brindar algún tipo de ayuda a estos hombres y mujeres? Cada día son más todas estas personas las que mendigan a plena luz, sentados en una esquina sobre un cartón y desgraciadamente también son más todos aquellos que ya no sienten ni la más mínima pena por verlos en esta situación. Y es que se han convertido en parte del paisaje de la ciudad, sin pedirlo y sin quererlo.
Como sosiedad del siglo XXI vamos hacia atrás como los cangrejos. ¿De qué nos sirve ser un país competitivo y estar en la Unión Europea si nuestra realidad es otra bien distinta? Nuestra prioridad debería ser la de que ningún ser humano o ser vivo se viera rechazado por sus semejantes y no dejar que el egoísmo nos inundara. No nos damos cuenta. Pasamos por delante de estas personas a diario y lo hemos normalizado. Sí que es cierto que los Poderes Públicos no deberían consentir que nadie esté en esa situación porque están para dar protección al ciudadano, pero la gente está insensibilizada con el dolor ajeno. Tal vez habría que parar un momento para reflexionar y ponernos en la piel del otro, tal vez de este modo conoceríamos un poco cuáles son sus sentimientos.