Pepe Barroso en las Murallas Reales

Eln 1973 exponía en el Centro de Hijos de Ceuta José Barroso Gil (Los Barrios, 1918-Algeciras, 1999), el reconocido acuarelista figurativo campogibraltareño, que tuvo su particular esplendor entre las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX. Cincuenta años después, el pasado jueves 19 de octubre, en medio de una respetable tormenta, se inauguró en la Murallas Reales la exposición “Retrospectiva” del artista sanroqueño, afincado en Algeciras, Pepe Barroso (San Roque, 1955), hijo del susodicho José. Así pues, de casta le viene al galgo.

El artista

Pepe Barroso arranca su vida artística con una personalidad abrumadora y pronto traza su propio devenir. Tras su paso por la sevillana Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría y otros estadios de formación y docencia, el notable bagaje que porta el sanroqueño le otorgó un sólido fuste para afrontar una intensísima vida artística trenzada a través de medio siglo de lucha y querencia con lápices y pinceles y, sobre todo, con su mundo interior. Como llegó a escribir Bernardo Palomo, en “la obra de Pepe Barroso el contenido y el continente forman una unidad indivisible que organiza un perfecto entramado artístico, seguro y lleno de sabia solvencia”.

La obra

Este bagaje intelectual y académico de Pepe Barroso, abrazado a una fértil y fresca pintura figurativa, queda patentizado a lo largo y amplio historial expositivo. Sin embargo, en esta “Retrospectiva” tenemos la oportunidad de contemplar la producción de sus dos últimas décadas. Tres grandes exposiciones le han servido de basamento: “Galileo Galilei” (San Roque, octubre 2003), “Máquinas de Volar” (Galería Benot, Cádiz, mayo/junio, 2006) y “Ciencia y Fe” (La Línea de la Concepción, junio/julio 2009), más varias muestras de sus últimos años de producción, que Juan José Téllez tilda de “pintura cuántica”, y otras desoladoras imágenes de un mundo distópico, como, por ejemplo, el manifiesto deterioro medio ambiente o el tríptico de un estrecho de Gibraltar en plena Edad de Hielo.

"La exposición de Pepe Barroso estará abierta hasta finales de enero de 2024"

Barroso es un inconformista. Seguro de su técnica -su particular e inequívoco refugio-, va buscando en este mundo tan complejo del arte no sólo nuevos materiales y soportes, sino también nuevas preguntas y respuestas, muy en consonancia con la epigenética propia de un artista inquieto y curioso, que se revuelve una y otra vez para no ser vencido, como un Sísifo inagotable, creando en el espectador sensaciones de diverso signo, a veces conciliadoras, a veces inquietantes.

El catálogo

A tan sobresaliente obra, montaje y escenario, debemos añadir el lucido y amplio catálogo que se ha editado para la ocasión, donde claramente se aprecia la mano del artista en significativos brochazos conceptuales, con esas páginas negras y esos efectos espejo, que subrayan el contenido de la muestra. A este mensaje icónico, trazado con serena cadencia, habría que añadir los deliciosos comentarios de Juan José Téllez, Manuel Caballero, Andrés Bolufer o Marina Rosado, que ilustran mediante sustanciosos párrafos la evolución y las pretensiones de la obra expuesta.

Conclusión

La exposición de Pepe Barroso estará abierta hasta finales de enero de 2024. Una oportunidad de conocer la obra de una primera figura de la pintura actual andaluza que recoge una evolución -me atrevo a advertir un subyugante nomadismo interior-, donde se aprecia la búsqueda eterna, a veces desesperada, a veces serena, del rol del ser humano en este orbe que nos ha tocado vivir. La razón del porqué del hombre en el conjunto de la Naturaleza en mayúscula. Un agnosticismo presente en su obra hasta la saciedad. ¿Es todo matemáticas, física o química?

En definitiva, una exposición que impresiona, que no deja indiferente al visitante, propuesta en un marco excepcional; un contenido bien trazado y escogido y un catálogo nada desdeñable. ¿Es quizás esta la mejor exposición que ha presentado Pepe Barroso? Creemos que sí. Por su parte, la Ciudad Autónoma de Ceuta, cómo no, ha sabido corresponder a la generosidad del artista sanroqueño con sobrada honradez.

El marco expositivo

En el magnífico espacio expositivo del Revellín de San Ignacio, enclavado en el conjunto monumental de las Murallas Reales, que sorprende por la firmeza de sus muros y sus dimensiones colosales, la obra de Pepe Barroso se acentúa aún más.

Aquí, a veces, hasta las obras de gran formato quedan empequeñecidas -no todo lo aguanta-. Sin embargo, la buena disposición de la obra del sanroqueño, que presenta varios trabajos de respetable tamaño, como un hermoso tríptico (Terranova, Evolución, Terranova) de 100x300 cm, y el buen gusto del montaje dominan el escenario, por lo que ese lenguaje armónico entre la obra y el espacio -en numerosas ocasiones olvidado- vertebra con certera idoneidad el discurso expositivo.

Véase, por ejemplo, esa entrada tan íntima, plagada de obritas de pequeño formato, que va abriendo camino hacia lo excelso. Esta escena tan impactante me trae a la memoria esas cuevas cántabras con pinturas paleolíticas que, tras una insignificante oquedad, sorprenden al visitante cuando penetra en el “sancta sanctorum” y se enfrenta a tan sublime espectáculo, que entronca sin remedio con un paisaje íntimo, turbador, difícil de calibrar.