Un penco en Torremolinos deja a su hijastra en el maletero- de un coche- encerrada y encima hay quien dice que está loco, como locos parecen los que reclaman en los bancos que les han robado, lo que invirtieron en ellos, con las preferentes , que no son más que papel mojado para cobrar en el nueve mil después de Cristo, cuando ya tengamos los cráneos pelados y los mismo hasta el planeta esté hecho una patata podrida.
No hay mucho donde mirar que merezca la pena, lo mismo solo los hijos que son futuro aunque incierto, hijos, a los que no sabemos si podremos pagar las carreras o los libros con “los ajustes” del gobierno, con “la ajustada” en nuestras tripas, tipo inquisición, edición americana, que ya saben que las reediciones, sobre todo si son de bestseller, son muy solicitadas y con más efectos especiales.
La Europa que ilusionaba a nuestra dormida generación del 98, esa Europa que se paraba en los pirineos, esa secuestrada por el machista de Zeus, para salirse con la suya, que era hacerla de él, por la pernada, nos esquiva y nos hunde en la miseria de ver a ancianos mendigando, a mendigos cojeando y a inmigrantes desaparecidos.
Sé que hay muchos que se inflaman con la palabra y no levitan, porque su dios no está con ellos, adiós gracias, porque si así fuera, armarían ejércitos y banderas y flamearían el mundo, una vez más. Valientes como Breivik que lloriquea viendo un video fascistoide y marujón y mata porque teme a niños despeinados y greñudos , con carreras y sin trabajo, con desilusiones y venganzas infantiles , como parar un tren o poner una tienda de campaña , en medio de una plazoleta.
Nada despeinado va Bretón al que le temen los presos, con los que comparte cárcel, que no celda , porque no le rinden pleitesía, sino arqueadas sentidas , ya ven ustedes -a él- que como dice su abogado , atusándose la cabellera , no ha hecho nada más que no dar las explicaciones oportunas y que pude mentir , porque para ello le asiste la ley. Y los niños de Córdoba, apellidados para su desgracia Bretón, no aparecen como Madeleine sobre la que habrán pasado los meses y los años y su estela habrá vagado, sin que nada la descubra en su ausencia, como tantos niños, como el de los tetrabrik de leche americanos, que se fue un día -ese primero -al colegio solo y nunca llegó de su aventura. Seis años tenía y ahora le buscan, pasados treinta, porque había hombres a sus alrededor, como su vecino mecánico y otro vecino que le dio un dólar, el día anterior a la desaparición, que le vigilaban, como vigila el Boca las sonrisas festivas de nuestras niñas.
Creen los japoneses que hay que asustar a los niños para que lloren, porque con su llanto matan a los espíritus maléficos, llanto de niños abandonados, llanto de niños perdidos, llantos de bebés robados, que no alteraron a los espíritus maléficos , ni a los que rondan la desgracia, porque solo la risa, las fuertes carcajadas, nos liberaran del yugo de la pena.
El Rey se nos ha estropeado de nuevo y el país cojea por la amargura, sin ganas de sonreír, ni de echarse unas risas, cuando deberíamos carcajearnos de los políticos que nos han engañado, de los bancos que nos han jodido el futuro y mandarlos a todos a hacer puñetas, coger una tienda de campaña y plantarla donde nos dé la gana, parar, no un tren, sino el mundo y bajarnos en esa primera parada, porque los niños nos esperan con sus risas contagiosas y ya tenemos derecho, porque nos lo hemos ganado, a vender cara nuestra esperanza y nuestras promesas.