En estos últimos días de campaña electoral los partidos políticos agotan sus últimos cartuchos, pero todos coinciden en confirmar sus compromisos con los ciudadanos. Patean el sentido de ese concepto porque en el fondo no dan su palabra, no cumplen con la obligación comprometida, no respetan ese acuerdo entre ellos -que son los que manejan y controlan el poder-, y el resto: los sometidos.
Si analizan lo que han venido a contarnos en estos días de campaña, no son más que burdas copias de lo que llevan años anunciando. Es como un rodeo malicioso a la historia. Nos ofrecen milongas, buscando la aprobación popular.
La gestión política es importante, tanto que no debería exponerse a la publicitación de unos falsos compromisos al menos si realmente se tiene respeto por el ciudadano.
No se puede hablar de Europa, de políticas cercanas, de acuerdos y defensas, de bienestar si hace unas horas ha vuelto a morir otro joven en el mar y las mafias se están aprovechando de la presión existente para hacer negocio. Todo eso mientras Europa calla, obvia su responsabilidad y no se implica en salvar vidas.
No se puede hablar de Europa cuando tenemos barrios en Ceuta tan tercermundistas que suena a fraude toda esa hilera de fondos europeos que dicen han sido invertidos en esta tierra. No cuadra esa bonanza con los barrios en donde no disponen siquiera de infraestructuras básicas.
El desprecio de quienes ejercen una acción pública hacia lo que necesita el ciudadano es de tal calado que parece que hayamos asistido a semana y media de auténtico cachondeo, de olvido y de un desapego fatal.