No es fácil tener la cabeza fría cuando eres el padre de un niño que ha sido agredido brutalmente, porque de forma inconsciente te puedes convertir en víctima de individuos que intentan parasitar en tu dolor. No es el caso del padre de Omar que se expresó con estas palabras: “Me da igual su origen, su raza, como si llegan a ser extraterrestres, lo único que quiero es que se haga justicia”. Un padre que no está dispuesto a que rentabilicen el dolor y la injustificable y repugnante agresión a un joven que ha podido perder la vida.
La coherencia y la confianza de la familia de Omar contrasta con la vehemencia de la Asociación Ceutí de Estudiantes que defendía que, según sus fuentes “la hipótesis policial que la Policía Nacional sigue considerando la más probable” es la que vincula los hechos “con inmigrantes”. Esos y otros argumentos los manoseaban ciudadanos desinformados que señalaban al colectivo de inmigrantes y a los MENAS.
Mientras la desinformación “oficial” circulaba a su antojo y a gusto del consumidor, el Cuerpo Nacional de Policía hacía un trabajo encomiable que ha conseguido llevar a los presuntos responsables ante la Autoridad Judicial que, con los datos de la investigación aportados, ha ordenado el ingreso en prisión o centro de menores de los presuntos responsables. Estos son los hechos, aunque todavía el Cuerpo Nacional de Policía sigue investigando para poner a disposición judicial a la totalidad de los presuntos autores de esta brutal agresión.
Hay un dicho popular muy conocido: ‘Buscar los tres pies al gato’, que viene a significar que hay personas que se empeñan con sofisterías y embustes hacernos entender lo imposible. No es el caso, porque esta agresión la podía cometer un inmigrante, un MENA, pero también un ceutí, como ha ocurrido, pero inconscientemente, de tanto escuchar las mismas historias, nuestro subconsciente nos lleva a estos colectivos y, una vez más, señalamos a colectivos inocentes. Por supuesto, no será la última.
La Santa Biblia habla en sus pasajes de este tipo de juicios precipitados o sin motivos suficientes y los viene a llamar JUICIOS TEMERARIOS. Habla de que este tipo de juicios son un desprecio del prójimo y un pecado contra la justicia. No sé si será cierto, pero mi suegro que era practicante y conocedor de la religión cristiana me habló de este tipo de comportamientos en más de una ocasión, porque no sólo se hace en estos casos, también en el chusmerío del día a día a nuestra vecina o compañero de trabajo. En definitiva, esto de hacer juicios temerarios no es algo actual, porque la Santa Biblia ya hablaba de ellos, aunque no hemos tenido tiempo ni ganas de aprender lo que nos enseñan las Santas Escrituras. Y lo dice uno que lo que sabe lo conoce gracias a la sabiduría de su suegro.
El pasado miércoles en la estación marítima me decía una señora musulmana de avanzada edad, con acento andaluz bastante agudizado, que la suya era la quinta generación que había nacido en Ceuta y, con mucha gracia, decía que ella no tenía la culpa de ser española. Decía que hacía más de diez años que no iba a Marruecos, porque no le gusta y ya no tiene nadie allí y que sus hijos están todos fuera, porque aquí no hay trabajo.
Unos diez minutos después llegó su hijo procedente de Algeciras para recoger a sus hijos que pasaban unos días en casa de los abuelos y me dijo “no charla ná mi madre”. Le contesté, sí es muy simpática. Regresamos hacia Algeciras en el mismo barco y el hijo me comentó que los padres no tienen ya a nadie en Ceuta y que están hartos de decirles que se vayan con ellos a Málaga, pero ella no quiere, le encanta Ceuta.
Durante el viaje le dije que a mí también me encanta Ceuta y que me costaría mucho trabajo marcharme, somos de aquí. No hablamos de religión, ni de política, ni de MENAS, ni de inmigración. Hablamos del deporte que practicamos, de la educación de los hijos, de fútbol y otras muchas cosas, porque nada nos separaba, sólo nos unía nuestro interés por esta tierra. La de su madre, la de él y la mía.