No hay nada como mirar las portadas de los periódicos, para que ya te dé – de buena mañana- un impresionante dolor de cabeza. La realidad no es igual si resides en Canarias o Extremadura, y la huelga, esa tan nombrada, no es la misma si la lees – la incidencia- en un medio o en otro. Parece que la ciudadanía no anda preocupada por el futuro y sí por el presente, porque le dejen sin hogar o le echen del trabajo y buscan más mirar a fin de mes, que al año que viene. También hay muchos que se han acostumbrado a la precariedad, al desabastecimiento y al recorte impar y a todo le hacen indiferencia, como si fuera tirón de ingle espesa, en depilación brasileña. Las lágrimas no se nos van, pero decimos, aupados, que son para desentumecernos los ojos y si corremos, y nos ven, no confesamos que es porque nos vienen persiguiendo las deudas, sino que nos jactamos en Telecinco, que son zombis salidos de la sexta o más bien legión de fans, que deliran por nuestro grácil cuerpo.
La cosa es engañarnos y engañar a todos, prosperar en la picaresca que hacía- ya en el lejano quinientos- que los hidalgos se pusieran la camisola al revés, para que no se vieran las lacras y así siguiendo su ejemplo, hacemos ver ahora que no estamos tan mal, que vestimos de chino porque nos gusta y las marcas se hermanan en bajerío y nos ayudan y ya solo son fashionistas los más in, a los que la crisis- ¡jodidos niños de papá!- no toca ni el velo del frenillo.
Hay quien trabajó durante la huelga y sirvió cafés a los que también trabajaron, hay quién compró y surtió la despensa, porque no le afectan los recortes, ni que lo despidan, por la puerta de atrás, que ahora está tan abierta como esas automáticas- de las grandes superficies- que solo te presienten, ya se pliegan por entero para que pases fácilmente. Porque hay quien tiene que pagar deudas, y muchas, luz, agua, sueldos e impuestos, y piensa que un día cuenta en el total del mes, para cuadrar la fútil caja. Hay quienes no se solidarizan ni con su madre y quienes el “mi” impone más que el “todos”, porque aducen y elaboran una soberana legitimación, en que a ellos nadie les ayuda, cuando el cielo de los galos se desploma sobre sus cabezas. Hay veces, que, cuando abres la ventana de una sección o un enlace donde está toda la prensa y das una mirada furtiva, tienes ganas de pasar de todo, de irte con tus hijos a festejar que estás sano, que eres medianamente joven y que aún tienes para darles de comer y te olvidarías del mundo y no harías absolutamente nada, más que seguir cansino los pasos que alguien ha marcado para ti, dejándote embriagar por el momento de absolución mágica, misticismos de unos pocos minutos , en un banco de un parque, con el sol lamiéndote por entero.
Pero luego los ves a ellos y te preguntas qué será del mañana, por cuánto trabajaran o si los contratarán por míseros sueldos, si tendrán que irse fuera a trabajar , dejándolo todo, como sus bisabuelos ,si serán mano de obra barata o reponedores en bazares de chino , por medio jornal , sin cotizaciones que se precien… Te preguntas tantas cosas, que el sol desaparece y reviene ese puñetero lumbago que te asedia por las noches , ese , que te dice que la cosa está mal y que hay que cambiar lo que no nos gusta y que algo habrá que hacer , aunque solo sea quejarse. Porque si escondemos la cabeza como el avestruz, si ignoramos la realidad y nos dejamos llevar por la marea repetitiva, lo mismo, nunca levantamos cabeza, o lo que es infinitamente peor, los de los columpios, que te miran con la sonrisa franca y los dientes mellados por la visita del ratoncito Pérez, se te van de las manos como arena de playa, porque no puedes darle preparación, porque no tienes casa o porque te han despedido, porque la hipoteca te estalló en la cara o porque las deudas no te dejaron respirar y ahora andas a pulmón colapsado. Hay veces, que es mejor no mirar lo que otros te quieren meter en la cabeza y pensar – solo- en lo que tú quieres que salga de ella.