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“La pandemia me ha enseñado que la gente necesita arte vivo”

Suena el teléfono. Un pitido. Dos. Tres. Después, la voz de Olga Pericet al otro lado de la línea. “Perdona, pero no sé qué le pasaba al móvil”, se disculpa entre risas. Esta bailaora cordobesa tiene duende hasta en la voz.
Olga Pericet actúa esta noche con su espectáculo de danza ‘La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora’, en el Teatro Auditorio del Revellín a las 21:00 horas. El Faro de Ceuta ha hablado con la bailaora y coreógrafa andaluza, ganadora del Premio MAX 2020 a la ‘mejor intérprete femenina de danza’, para conocer un poco más su trayectoria y este espectáculo. -El pasado 7 de septiembre recibió el Premio Max a la mejor intérprete femenina de danza por ‘Un cuerpo infinito’. ¿Cómo fue recibir tal reconocimiento? Como siempre, con mucha gratitud, porque independientemente de la carrera que lleve, es de fondo y constancia. Con mi edad y que me reconozcan el gran trabajo que en esa obra tengo, porque es muy dura físicamente y que ha tenido mucha investigación, para mi ha sido muy importante. Para mi estas cosas son importantes y las agradezco muchísimo. -Además, ha recibido varios premios a lo largo de tu trayectoria profesional. ¿Cuál es el mejor reconocimiento? No hay ninguno mejor, porque todos me han venido en un momento en el que lo necesitaba. Todos son de un reconocimiento muy muy bueno donde me han alegrado y me han subido a veces la estima. Esta carrera es bastante dura, por las reivindicaciones que hacemos en el teatro y la danza, porque en este país es muy duro estar trabajando en esto. El primer nacional de danza, por ejemplo, me hizo mucha ilusión, pero todos son divinos. -¿Qué le hizo ser bailaora? Fue como algo muy intuitivo y muy natural, como que a veces pienso que viene para eso. Yo lo tenía clarísimo desde pequeña, era algo que siempre me llamaba. Donde yo he nacido, en Andalucía, el flamenco siempre está en la calle y yo tenía una familia que son grandes aficionados. Era algo que yo llevaba dentro. Cuando empecé a bailar un poco, era ya una cosa de saber que me iba a dedicar para siempre, que iba a ser mi vida y que ya no me iban a parar. Es algo natural, que eso me buscó a mí de alguna manera y ahora con la edad, siento que he nacido para esto. -¿Desde cuándo baila? Yo estoy bailando desde los 8,9 años. Pero siempre he estado bailando y profesionalmente desde los 16, 17 años. Tengo 44 años, así que toda mi vida. -¿El flamenco fue su primera elección? Empecé a bailar flamenco y lo típico de aprender sevillanas. Después ya me  academicé y cuando sucedió eso pues ya empecé a hacer la carrera de clásico español con lo que lleva el folklore. Con la edad hice unas pinceladitas de contemporáneo. He trabajado mucho con esa libertad creativa por el trabajo que después he tenido. A mi me gusta todo tipo de danza y además me encanta el teatro. Yo siempre he estado apuntada a todo lo que fuese arte. No me siento solamente bailaora, sino que me considero bailarina. -Entonces, ¿cómo definiría su estilo? ¿Es fusión, flamenco, Olga Pericet? Yo estoy especializada en flamenco. Pero si solamente digo que soy bailaora no siento que eso sea Olga Pericet. Olga Pericet es bailarina y bailaora. No hay catálogo. Creo que he creado mi estilo, mi sello, mi forma de ser pero sin buscarla. Realmente, como estudié paralelo todo, cuando incluso la palabra versátil que ahora es tan usada no era tan común. Incluso, más bien que versátil era como un bicho raro. No sabían cómo encuadrarme. Los principios que yo he tenido no han sido fáciles, han sido muy duros, porque por eso mismo, no podían etiquetarme en ningún estilo. Puedo decir eso, soy yo, es el ahora. -¿Quién ha influido en toda su carrera y en la forma en la que ha ido evolucionando? Creo que cuando un artista evoluciona, lo hace tanto personalmente como todo lo que tú estudies también está ahí, tu carrera, los compañeros con los que hayas trabajado, todo eso marca tu identidad. Incluso, la no aprobación también marca tu identidad, porque ahí existe una búsqueda diferente. En mi caso, me ayudó a decir pues yo soy así, esto siento y por aquí tiro. -Además de bailaora, es coreógrafa. ¿Cuándo empezó? Yo no lo separaría tanto. Lo que más me llena en este momento es realmente bailar. Pero sí que siento complementaria mi labor de intérprete con la coreografía, porque me siento creadora. No soy una intérprete que solo interpreta lo que los demás montan. Yo necesito crear para poder interpretar. La creación va de la mano conmigo. Sí que es verdad que mi creación es más individual, no es tanto para colectivo, pero ahora voy a empezar a hacer más. Creo que si yo me definiera solamente como bailarina o como intérprete, no sería la verdad de cómo siento. Es como un pack. Con 16, 17 años yo ya estaba montando, ya creaba. De hecho, como no cuadraba en ningún ballet, yo me hacía mi forma de bailar como a mi me gustaba. -¿En quién o qué se inspira para crear o montar coreografías? Me inspiro en todo. Me inspira mucho un libro, una pintura, unos mensajes que se repiten, el movimiento de la gente. Y después, mismamente, ver bailar. Simplemente, ver bailar, pero tanto a mis compañeros como a los grandes maestros que tenemos y los que nos han dado paso a las enseñanzas transmitidas. El flamenco, además, y la danza española, es una disciplina que se transmite, que son de vivencias, que van de la mano, que van pasando de generación. No significa que imites a nadie. Es simplemente una referencia. Quien diga que no tiene una referencia, no me lo creo. Mi referencia son todas las maestras. Mismamente, la figura en la que estoy inspirada es Carmen Amaya, por ejemplo. Antonio ‘el bailarín’, Argentinita, Blanca del Rey, es que son muchas. Es que, hasta mis mismos compañeros me encanta aprender de ellos, de mis artistas invitados, de los coreógrafos, de todo el mundo. Me gusta ver a mis compañeros, a los demás, porque así me inspiro. Aunque no conecte a veces con su trabajo, me encanta. Creo que se aprende de todo el mundo. -¿Cómo surgió 'La espina que quiso ser flor'? Este trabajo surgió porque necesitaba ir a otro lado. En este caso tenía las coreografías muy concretas, quería pisar mucho la tradición, el flamenco, los códigos ya cerrados del lenguaje teatral clásico como en nuestro caso puede ser una pintura de Goya, un jamón, una gallina, la muerte, la vida, las mujeres en toda su transformación de vida como cuando es abuela o una florecita que nace, joven, la adolescencia, la mujer torera, los toros… Quería todo nuestro imaginario meterlo ahí y verlo. Y llorar con él, reir con él, hacer escenas, hacer un baile de opuestos. Ir de un sitio a otro y ver lo mágico de nuestra cultura. Esa fue la inspiración. Después, conté con Carlota Ferrer, que es la directora de escena, en la cual, teatralmente aunó todas esas escenas y esas coreografías que eran tan ‘ortodoxa’. Y le dimos una poética, una narrativa con toda esta inspiración. Yo se lo conté y entre las dos creo que salió una forma muy divertida y muy ‘performance’ de verme a mi, de ver todos los pasos que damos las mujeres. El hecho de reírnos y disfrutar de nuestra cultura, y no de machacarla. Ha salido todo, no ha quedado nada fuera. Está todo en una línea donde te ríes, lloras, te emocionas. Estoy bastante satisfecha con el trabajo. -¿Contó con Carlota Ferrer para este trabajo porque sabía que era la persona idónea? Sí, ese era el motivo principal. Primero porque yo no trabajo nunca sola, sobre todo porque, a parte de crear en lo que voy viendo, pues después a la hora de plasmar el trabajo necesito a alguien de fuera que le de una vuelta, que eso crezca. A parte, yo estoy dentro y lo tengo que defender. Igual una mirada de fuera…Pero eso es muy delicado y necesitaba a alguien que entendiera mi imaginario, que entendiera bien mi cabeza. Yo ya había trabajado con ella y sabía que ella era la persona. Primero porque me encanta su trabajo, creo que es una de las mejores directoras del momento que hay en este país, para mí, y su forma de hacer teatro me gusta. A parte, es una enamorada de la danza y para mi eso era muy importante, porque entonces nos íbamos entender muy bien. -¿Qué es para usted ‘La espina que quiso ser flor o la flor que soñó con ser bailaora’? Es un clásico que siempre voy a poder bailar. Es como volver a una esencia en la que está siempre nuestro flamenco más tradicional y, a la misma vez, más surreal, más loco. Creo que se puede convertir en un clásico, además, hay mucha improvisación en ella. -¿Cuál es el mejor momento de este trabajo o cuál es su favorito, el que más le ha llenado o emocionado? ¿Por qué? No me quedaría con ningún cuadro, porque va de un polo a otro, de la tristeza a la alegría, de lo cómico a lo dramático, de la vida a la muerte, de lo masculino a lo femenino. Me quedaría con el hilo de los opuestos, con el viaje que invito a los espectadores, con el que hago yo. Con eso es con lo que me quedo. No me quedaría con nada en concreto. Tú no puedes saber amar si tú no has odiado. Tú no sabes lo que es la flor si tú no te has pinchado. Me quedo con ese viaje de sentimientos. -¿Había estado antes en Ceuta? No y tengo mucha gana, porque es una gran desconocida para mi y quiero saber cómo es. A mi me gusta porque, cuando nadie te puede definir como es un sitio, tienes que ir. Eso me fascina porque eso quiere decir que tiene mucha identidad. -¿Cómo es volver a los escenarios tras el parón de la cultura? La verdad es como un milagro y a veces también un desconsuelo, porque vas y ves cómo el teatro tiene menos público. Pero sí lo ves como un milagro y ves el valor que tiene la gente que va y que, realmente, hay público que consume cultura. En esta pandemia nos hemos dado cuenta que hay gente que necesita movimiento, arte en vida. Que la pantalla está muy bien, pero no tiene la magia que tiene el teatro.

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