Opinión

Pablo

Nadie, ni siquiera yo, se creía que podía una persona tan normal y fuerte entrar en una espiral tan mala debida a una enfermedad. Aunque la sonrisa estuviera siempre en mis labios, la procesión siempre estaba dentro de mí. Las largas noches rezando a todos los Santos del cielo. Esas amargas lágrimas que me ahogaban vivo. Son muy duros estos momentos. Menos mal que siempre tuve a mi lado a los buenos amigos. Esos que desde el momento que tuve los arreos de comunicar las palabras del médico especial, me dijeron que ellos estarían allí para ayudarme en todo lo que pudieran. Parece que no pero ayuda muchísimo.

Hoy en día gracias a la tecnología el directo es lo que prima. Esas sabias palabras de gente de tu edad, vale muchos quilates. También tuve la ayuda inestimable de mis familiares más cercanos. Mi padre muy especialmente. El supo dar una vuelta más al tornillo. No importaba los gastos que tenía que hacer. Los desplazamientos a Algeciras para darme la radioterapia. Esos largos momentos posteriores donde el cuerpo reaccionaba a los ataques abrazadores contra esas células cancerígenas. Ese brazo fuerte de mi padre estaba allí también. Mi madre también ayudó en su suyo. En que estuviera cómodo en casa. En que mis pocos alimentos que me podían entrar fueran buenos. La moral también me la daban los amigos de los dos sexos. Muy especialmente mi buena amiga Lucía. Con ella veía la luz. Y no por mantener nada de una cosa que pensamos ahora. En esos instantes no podía dar rienda suelta al maravilloso mundo del placer. Era imposible. Mi cabeza sólo pensaba en otra cosa. En por qué me había tocado a mí.

Me expusieron que cuando nacemos tenemos una herencia genética que nos hacían ser proclives a estar afectados por esta reacción de que las células no se comportaran con la normalidad deseada y que algunas fueran unas guerrilleras con malas ideas, como me había ocurrido a mí. Desde las primeras impresiones y tratamientos mis médicos fueron muy optimistas. Me informaron que gracias a los avances actuales y también por haberlo detectado rápido había muchas probabilidades de que me curara. De todos modos era una guerra sin cuartel y contra el crono. No tenía que desfallecer. Así que dentro de mi parte me mantuve todo lo sereno y rocoso que pude. Me levantaba muy pesimista muchas veces, pero dentro de mí había algo que me decía adelante muchacho ya queda menos y esta moral me dio unos granos de fortaleza que me vinieron formidable para continuar con la lucha contra el cáncer. Mi panda cuando se enteraba que me encontraba mejor. Y a esto le debo la serenidad y las ganas de que estuviera bien a mi padre. Pues mandaba los audios a mis colegas y me montaban unas buenas serenatas tanto en mi casa como en un local que alquilaban los míos. La verdad que debo de darle un diez a mis buenos e inseparables colegas.

Recuerdo una noche de esas que te dan los bajones de moral terroríficos y se me presento en un sueño mi abuelo. Yo siempre había estado muy unido a él. Pero una enfermedad se me lo llevó en dos meses. Por eso me quedé sorprendido de verlo. Estaba muy bien. Le radiaba una luz blanquecina por todo el rostro que me cegaba el mirarle directamente. Tenía que poner mis manos al lado de mis ojos para contrarrestar la fuerza lumínica. Y me empezó a decir: “Pablo, hijo mío, no decaigas ahora te queda muy poco para salir de este bache. Se fuerte. Yo siempre estaré junto a ti. Todo esto te valdrá para degustar los placeres de la vida. Te tiene reservada muchas cosas bonitas. Sé un hombre y para adelante. Nadie pasa por aquí como un rey. Todos tenemos que sufrir. Y la verdad que mucho. A ti te ha tocado hacerlo en los primeros momentos de tu vida. Pero luego verás que todo será muy bonito”. Fueron unas palabras muy bellas y que me dieron una fuerza extra a mis envites contra la máquina de mi futuro prometedor. Sólo te digo que aunque fueron meses muy malos hoy en día me río de lo que tuve que pasar. Ya estoy mucho mejor. Y aunque tenga que tener mis controles periódicos pero ya he salido de estos días tan malo.

Quiero que lo publiques a los cuatro vientos por si a alguien al leerlo le puede venir bien... Yo sólo os puedo decir que también de este pozo se puede salir. Ánimos amigos.

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