Es como una crónica de una desgraciada muerte anunciada. El puerto no puede seguir así, abandonado, sin vigilancia, sin medidas de control que frenen posibles desgracias. Sí, es evidente que no siempre las muertes pueden evitarse, pero también lo es que el puerto no puede seguir siendo esa zona de la ciudad en donde pasa de todo, en donde no hay control, en donde las quejas se repiten y se suceden las demandas pero nada se lleva a cabo. Ayer murió un adolescente que, aseguran, tiene 15 años pero podría tener menos. Murió aplastado por un camión en el puerto, se había metido en sus bajos para colarse. La desgracia ya no tiene remedio, el niño ha muerto y nada se puede hacer por cambiar una realidad dramática. Pero lo que sí puede hacerse es evitar que esto vuelva a repetirse, que siga habiendo una presión sin igual en el puerto, que siga existiendo un temor constante sobre los camioneros y que se sigan viendo escenas de tensión en las que los propios indocumentados arriesgan sus vidas. Ayer mismo, solo horas después de la tragedia, otros inmigrantes intentaban colarse en los barcos ocultándose dentro de bateas. No es ni normal ni justo para nadie, menos para las víctimas de una situación que parece no tener remedio porque falta la implicación real y efectiva de las autoridades competentes. Ya hubo otra muerte y nada se ha hecho por evitar que exista una total impunidad en una zona portuaria en la que se han visto a través de vídeos difundidos por este periódico el desmadre absoluto que hay en esta otra frontera de Ceuta.