Es el goteo constante de droga. Pequeñas cantidades que sirven de carga a las etiquetadas como mulas: hombres y mujeres que cruzan la frontera entre Marruecos y Ceuta cargados con hachís o kifi.
Pequeñas cantidades que nada tienen que ver con los grandes alijos, pero que pueden llevar a sus portadores a prisión.
Es lo que le ha sucedido a un vecino de Ceuta que este domingo terminaba ocupando una de las celdas de Mendizábal.
En una inspección corporal, la Guardia Civil le encontró kifi en sus zapatillas de deporte. Un total de 800 gramos. Era reincidente. Eso le ha llevado a prisión.
El otro negocio menos mediático
Servicios como este no aparecen en grandes titulares. Ni siquiera se difunden en comunicados. Pero la suma de todos ellos sí que evidencia esa otra cara del negocio del tráfico de drogas.
Adolescentes, hombres y mujeres que se prestan a adosarse la droga al cuerpo o esconderla entre sus prendas o como plantillas de sus zapatillas.
En los últimos meses han repuntado estos servicios, aunque las fuerzas de seguridad no toman estos casos con la gravedad de hace años cuando la ruta de los culeros llevaba a jornadas agotadoras de arrestos con calabozos llenos.
No se da aquella situación, pero el problema del tráfico a pequeña escala existe y tiene sus consecuencias para los captados, la más grave la entrada en la cárcel.
Los 2 kilos
A la hilera de estas conocidas como mulas se suma el traslado de hachís en coches en las cantidades justas para que sus conductores, de no tener antecedentes, no entren en la cárcel.
Es una constante. Coches que buscan el embarque con menos de 2 kilos de droga oculta. Es un camino de hormigas, detrás también existen las pequeñas redes que mueven ese negocio a menos escala, con menos ruido, con menos impacto en el ciudadano, pero existe.
Los embarques también son asiduos. Este viernes hubo otro detenido en el puerto con esa cantidad precisa de droga, no hay semana en la que no se cuele uno de esos servicios entre las aprehensiones que llevan a cabo las fuerzas de seguridad.
No salen en prensa. No llaman la atención. Sus pasadores, de no haber tenido antes contacto con la delincuencia, se benefician de la suspensión de la condena. Son embarques nada anecdóticos y forman parte de ese otro mundo paralelo al gran tráfico de drogas.
Las formas de pasar hachís
Las mulas cargan la droga. Se la adosan al cuerpo como particulares cinturones hechos a base de pequeños bloques.
Otros la esconden como si fueran plantillas, los hay que ocultan las posturas en su ropa interior o debajo de sombreros y gorras.
Son cuantiosas las maneras de cruzar que han sido abortadas por las fuerzas de seguridad. Las mulas llevan la droga en sus cuerpos, pero también dentro de supuestos alimentos como chocolatinas que en el fondo son posturas envueltas que simulan esos dulces.
Y así se emprende un rumbo envueltas el que también cabe el desprecio, como el de esas madres que no han dudado en ocultar hachís entre los cuerpos de sus hijos pequeños o incluso entre pañales.
Casos aislados u organización
Estos servicios se toman como casos aislados, de momento ni Guardia Civil ni Policía Nacional han comunicado la actuación sobre cabezas visibles que ejerzan un rol de control sobre estos pases, teniendo el dominio de la droga y su destino.
Día a día, semana tras semana se suman casos y casos asociados al tráfico de sustancias estupefacientes que sortean primero el filtro del paso fronterizo para intentarlo después en el puerto.
Es la otra faceta del pase de hachís, la menos mediática, pero igualmente delictiva. La cárcel también espera a algunos de esos detenidos.
ES QUE NO ERA NORMAL EL FLUJO DE ENTRADAS EN MOTOCICLETAS