Opinión

Origen del Estrecho de Gibraltar y sus efectos

Existen varias teorías que coinciden en señalar que el Norte de África y la Península Ibérica (Europa) en la más remota antigüedad formaron un solo continente. Consecuentemente, el Estrecho de Gibraltar ni siquiera habría entonces existido. Existen dos teorías al respecto: La “mitológica” y la “geológica”. La primera, refiere que habría sido el griego Hércules quien, usando de su poderosa fuerza y enorme fortaleza, habría sido quien dividió el territorio en dos continentes, apoyándose en dos grandes columnas: la antigua Calpe (actual Gibraltar); y el viejo monte Abyla (hoy Monte Hacho de Ceuta). El nombre de Abyla fue uno de los que también se dio a la ciudad ceutí.
Esta primera teoría, no es pacífica, dado que la mayoría de los autores sostienen la tesis de que la segunda columna en la que Hércules se habría apoyado sí fue el monte Abyla, pero otros indican como probable que pudo ser el monte Musa, conocido en Ceuta por “La Mujer muerta”, ya en territorio marroquí. Y otros autores como Plinio, Ptolomeo, Antonino y Lapie, etc, defienden que la segunda columna en la que Hércules se apoyó fue Abyla, aunque algunos de ellos admiten también la posibilidad menos probable de que fuera el monte Musa; mientras que Pomponio Mela y Estrabón se inclinan más hacia el monde Musa, aun reconociendo también que pudiera haber sido Abyla. Incluso hay otros autores que sitúan esa segunda columna en la Isla del Perejil. Sea como fuere, según esta teoría “mitológica, Hércules habría proyectado su colosal fuerza sobre dos columnas y con ella habría sido capaz de separar Europa de África. Y de esa separación habría nacido el Estrecho de Gibraltar.
Pero luego está la teoría “geológica”, que la tengo por más creíble por estar basada en principios físicos expuestos por geólogos especializados, que por unanimidad sostienen que con anterioridad al período Terciario de la era cenozóica (hace unos 65 a 66 millones de años) entre la Península Ibérica y el Norte de África había dos grandes masas de tierra: la llamada “Plataforma eurasiana”, formada por dos cordilleras, la Ibérica y la Pirenaica con la Meseta Central, el litoral catalán, Galicia y casi todo Portugal. Y la segunda, llamada “Plataforma indoafricana”, a la que habrían pertenecido las montañas del Atlas de Marruecos. Entre esos dos territorios sujetos a los mundos europeo y africano, habría habido una gran isla que cubriera de agua el espacio que en la actualidad ocupan Andalucía, Murcia, el mar de Alborán y el Rif de Marruecos. A su vez, esa gran isla habría estado separada de las tierras pirenaicas por un estrecho dentro de la Península Ibérica, llamado Nortebético, que debió ser un brazo de mar que cubría lo que hoy son los valles de los ríos Guadalquivir y Segura. Y también habría estado separada de las tierras del Atlas norteafricano por otro estrecho llamado Surrifeño.
A principios del período Terciario (iniciado hace unos 65 millones de años, cuando se extinguieron los dinosaurios y otros animales), tuvieron lugar una serie de grandes terremotos, temblores y movimientos sísmicos de tierra, debido a la fuerte presión ejercida desde el Sur, produciendo una serie de pliegues en las capas acumuladas en el geosinclinal Bético y sus orillas (depresión o fosa bética), chocando contra el borde de la Meseta Central. Como consecuencia de tales movimientos telúricos (cataclismo) de las tierras altas del continente africano, se desprendió un fuerte oleaje de montañas que fueron a chocar contra la “Plataforma eurasiana”. El posterior enfriamiento de la corteza terrestre habría originado varias contracciones que en muchos puntos produjeron el hundimiento de grandes porciones de terrenos, con levantamiento brusco de las partes contrarias que servían de contrapeso. En otros sitios hubo más levantamientos de tierras en forma de arrollamientos y plegamientos ocasionados por presiones laterales. Andalucía estaba pegada al Rif de Marruecos y separada del resto de España por dicho estrecho Nortebético.
Esa isla andaluza se partió por el centro, haciendo que el Mediterráneo también se partiera. Las presiones laterales hicieron que Europa presionase a su vez con su peso al Sur y que empujase hacia el Norte. Con esta doble presión se cerraron los dos estrechos, Nortebético y Surrifeño; pero surgió un nuevo estrecho, el de Gibraltar, que nació tras el hundimiento de la tierra en el espacio en el que después habría de formarse dicho brazo de mar; siendo así como definitivamente quedó formado el Estrecho de Gibraltar, que a lo largo de la historia tan relacionado ha estado con Ceuta.
Pues de esa separación física entre España y África surgieron luego una serie de contrastes con resultados negativos y positivos. Entre los negativos están: separación propiamente dicha de Europa y África; división en dos territorios, dos sistemas, dos mundos, dos civilizaciones y dos culturas: oriental y occidental; también la separación en lenguas, religiones, sistemas políticos, económicos, sociales, etc; diversas formas de pensar, de sentir y de entender la vida, sin que para nada ello signifique que un sistema sea mejor ni peor que el otro, sino que se trata de dos mundos y dos civilizaciones diferentes.
Como aspectos positivos, la separación llevó aparejados para ambos lados del Estrecho de Gibraltar el nacimiento de una zona de gran importancia geoestratégica; porque desde la prehistoria hasta nuestros días, dicho Estrecho ha sido un espacio de paso, de transito intenso y vía de contacto entre distintas poblaciones; también una franja de comunicación entre dos mares, Atlántico y Mediterráneo, que han sido cuna de numerosas civilizaciones, crisol de culturas y foco permanente de interacciones y conjuntos culturales y religiosos: cristianismo, islamismo, judaísmo, etc; culturas y civilizaciones también del antiguo Oriente y del antiguo Egipto: fenicias, griegas, romanas, bizantinas, árabes, otomanas, europeas, etc. Jamás otro lugar del mundo ha podido conocer el paso, el contacto, la comunicación y tanta mezcla de culturas tan diversas y tan ricas, de tanto trasvase de personas y mercancías, hasta el extremo de que el Estrecho de Gibraltar ha sido el lugar del mundo por el que, a lo largo de la historia, más civilizaciones han pasado, se han cruzado y se han interrelacionado.
El ejemplo más representativo de ese cruce de culturas, civilizaciones y etnias se tiene en Ceuta, bañada por los dos grandes mares, en medio de la encrucijada entre dos mundos y con la convivencia de cuatro culturas: cristiana, islámica, hebrea e hindú, que desde fuera podrá decirse que eso es bueno o malo, pero lo cierto es que las cuatro conviven en territorio ceutí y todas se necesitan mutuamente. Como dijo el historiador británico Arnold Toynbee, a través del Estrecho de Gibraltar y del antiguo Mare Nostrum (Mediterráneo), al que aquel da acceso): “se ha mantenido a lo largo de catorce siglos, una espiral de desafíos, que han alimentado continuamente las más dramáticas confrontaciones, pero también se han dado los préstamos y las más fecundas creaciones entre los mundos Oriental y Occidental. Atracción, fascinación, unas veces amor, otras veces rechazo, odio y temores mutuos que han caracterizado las relaciones entre ambos mundos”. Personalmente creo que el “ancho” Estrecho de Gibraltar debe ser un espacio de paz y convivencia, nexo de unión entre personas, entre culturas y entre Estados, y nunca de guerras o de confrontaciones.
En concreto, Ceuta (España), el Norte de Marruecos y el Estrecho de Gibraltar, hace ya muchos millones de año pertenecieron a un mismo continente, y el territorio sobre el que Ceuta se asienta ha sido siempre el punto neurálgico que en buena parte ha centrado la mirada, la actividad y las interrelaciones que se han dado entre las distintos pueblos, civilizaciones y culturas, sobre todo, habiendo sido, tras la formación del Estrecho, el principal nexo de unión entre las dos orillas, ya que por Ceuta pasaron y en ella se cruzaron numerosas civilizaciones en ambos sentidos, desde África a Europa y desde ésta hacia aquélla. Y tal cruce de culturas, razas y pueblos, no cabe duda que ha ido dejando a través de los siglos mezcla de sangres, rasgos comunes de vida y de formas de ser, de sentir y de estar.
Quizá por eso, hace unos 15 años, los medios de comunicación social tanto españoles como marroquíes se hacían eco del hecho significativo de que en algunas ciudades del norte de Marruecos, como Tánger, Tetuán, Alcazarquivir, Arcila, Melilla, etc, en las que en tiempos del antiguo Protectorado español en Marruecos los españoles tuvieron una mayor presencia, pues ciertos sectores de la población marroquí se echaran a la calle mostrando la bandera de nuestro país y al grito de viva España, que si bien se trata de un acontecimiento casi inaudito y apenas inédito desde que en 1956 tuviera lugar el fin del Protectorado español y la total independencia del Estado marroquí, uno piensa que estos brotes espontáneos de españolidad ahora surgidos tampoco deben resultarnos tan extraños, dado que es de sobra conocida la mutua influencia que se ha dado a lo largo de toda la historia entre españoles y marroquíes.
Hay que tener en cuenta que durante muchos cientos de años, incluso antes de que los árabes allá por el año 640 llegaran al norte de África y de que luego Marruecos en 1672 se constituyera definitivamente en Estado independiente y soberano, la presencia española en la zona del Magreb fue patente y manifiesta en la antigua provincia Tingitana o Transfretania, que en las épocas romana, visigoda, e incluso en principio en la árabe bajo el califato de Córdoba con Abderramán III, pues fue una especie de provincia española, en la que estuvieron asentados los cristianos, hasta que después en el siglo VII llegaron los árabes y los expulsaron. Más tarde, el año 711, ocurrió el fenómeno inverso, cuando Tarik y Muza invadieron España con la ayuda del conde don Julián de Ceuta, y su ocupación duraría ya hasta el año 1492, fecha de la reconquista de Granada. O sea, que durante varios siglos los españoles estuvieron primero en el norte de África, y después durante 781 años los árabes permanecieron en España.
Y, nada más con eso, se ven ahí claros los fuertes vínculos, las estrechas relaciones y la mutua influencia que se dieron entre ambos pueblos y culturas, iremos viendo durante algunos lunes sucesivos.

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