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Orden de finalización del Protectorado

Se ha abierto una exposición en el Museo del Ejército sobre la finalización del Protectorado español en Marruecos, que es un instrumento adecuado para entender y comprender lo que en su día fue la obra de España en dicho país. Sobre aquella obra española en territorio marroquí, ya me he ocupado en varias ocasiones en El Faro de Ceuta, porque, con independencia del encono de las relaciones hispano-marroquíes que, a veces, se da, casi siempre debido a la cortina de humo reivindicativa y anexionista que en tantas ocasiones el vecino país echa sobre la buena vecindad entre ambos Estados, si se examina la cuestión desapasionadamente, con serenidad, de forma objetiva, reflexiva y con justicia, lo cierto es que España dio mucho – y continúa dando - por Marruecos.
El Protectorado español en Marruecos se inició cuando el 27-11-1912 el Sultán Muley Hafid, firmó el Tratado de Fez, aceptándolo. La autoridad del Sultán era generalmente desobedecida, con varios líderes que le disputaban el trono, como Muley Mohamed, El Raisuni y Abd-El Krim, a los que las tropas españolas tuvieron que someter. Imperaba la anarquía, el desorden y la injusticia en el país cuya tutela se nos confiaba, y en particular en la zona asignada a España, que era de unos 19.656 kms. cuadrados, agreste, árida, montañosa e improductiva, salvo la penillanura atlántica del río Lucus. Era  una población de unos 700.000 habitantes, muy aguerrida, buena parte de ella vivía en cábilas y zonas rurales, repartida en grupos autónomos, anárquicos y sin control, que se tenían por independientes y desobedecían la autoridad del Sultán, al haber entendido que era una deshonra que éste consintiera el Protectorado. Es de resaltar que Ceuta y Melilla, como territorios de plena soberanía española, quedaban completamente excluidas del régimen jurídico que regía para el Protectorado. Por poner sólo un ejemplo, la Constitución de 1931, en su artículo 8.2 disponía: “Los territorios de soberanía del Norte de África se organizan en régimen autónomo en relación directa con el poder central”. Se declaraba su  plena autonomía.
Lo primero que hizo el Ejército español fue poner orden en aquel territorio respecto de su propia monarquía, con numerosas facciones que eran del todo reacias y hostiles al sometimiento a la autoridad del monarca alauí. Y, así como España en todo momento estuvo firmemente decidida por el restablecimiento de dicha monarquía en la persona de Mohamed V, abuelo del actual rey Mohamed VI, por el contrario, Francia lo desterró a Madagascar y se oponía firmemente a que su dinastía recuperara el poder. Siendo así, que bien  podría decirse, si se quisiera ser justo, que el reinado de Mohamed V, en buena medida se debió al apoyo decidido y determinante de España para que quien reinara fuera él.
En aquella pacificación, España perdió muchos miles de vidas humanas de lo mejor de su Ejército y de su juventud. Y, después, aportó también a aquella importante obra muchos recursos económicos y medios materiales de todo orden, hasta el extremo de que, cuando únicamente el pueblo español pudo levantar cabeza fue a partir de 1960, tras haber puesto término a aquella ingente obra española del Protectorado. Sólo a partir de entonces se pudieron iniciar los llamados Planes de Desarrollo españoles y acometer la industrialización y el desarrollo de nuestro país después de haber puesto fin a la sangría de medios y recursos de todo tipo que hubo que dedicar hasta entonces a la organización y puesta a punto del vecino país, a fin de prepararlo para su independencia. Y he recibido a través de un buen amigo ceutí, Diego Prieto, la Orden dada en Ceuta por el entonces General Jefe del Ejército de España en el Norte de África, D. Alfredo Galera Paniagua, por la que se daba por finalizada la misión protectora y la retirada de las Fuerzas armadas españolas; siendo un documento histórico de interés para la posteridad que a continuación reproduzco textualmente.
“Orden General de este Ejército de 31 de septiembre de 1961, en Ceuta.- En el día de hoy, cumplida la misión que España asignó a su Ejército en Marruecos, las últimas Unidades Militares españolas han abandonado el territorio marroquí. En el momento solemne en que el Gobierno español hace honor con fidelidad y exactitud a sus obligaciones internacionales, el Ejército español quiere mirar con dignidad y orgullo hacia la obra realizada con su esfuerzo y sacrificio. Nuestra presencia en el Norte de África, justificada desde hace siglos  por razones profundas que están enraizadas en la historia y en la geografía de nuestra Patria, tuvo sanción definitiva cuando España en el año 1912 recibió el encargo del Protectorado y asumió, en nombre de la Comunidad internacional, la difícil tarea de establecer el orden en una zona crucial del Mediterráneo que era de vital importancia para la salvaguardia de la paz mundial y el bienestar de todos los pueblos ribereños.
Al llevar a cabo esta misión, España no ha pretendido realizar una obra colonial en provecho propio, sino una labor pacificadora – que ya había empezado antes de 1912 a petición de los mismos naturales del país – y una tarea de civilización que ha repercutido en bien del pueblo marroquí y de una fortaleza de su monarquía. Con una alta moral de servicio y sacrificio, tal como nos lo enseñan nuestras Ordenanzas Militares, el Ejército español realizó la pacificación del Protectorado y veló después por su tranquilidad, empleándose luego en el progreso espiritual y material de Marruecos con todos los recursos de su experiencia y toda la fuerza de su vocación. En su trabajo pacífico, el Servicio de Intervenciones marroquí ha sido uno de los instrumentos más útiles del Ejército para penetrar en el fondo de la vida de esta Zona y contribuir a su mejor desarrollo.
Conscientes de la importancia y antigüedad de la cultura marroquí, España y su Ejército guardaron siempre un exquisito respeto por los usos y costumbres de Marruecos, las tradiciones coránicas, su sistema de justicia y sus formas culturales, estimulando en su acción la revitalización de los mismos. En el orden material, bajo la paz edificada por su Ejército, ha ayudado eficazmente a la elevación del nivel de vida de Marruecos, haciéndolo así, aun a costa de sacrificios propios y actuando en difíciles situaciones nacionales e internacionales durante las cuales la satisfacción de las mismas necesidades españolas estaban en peligro. Han sido creados hospitales, escuelas e instituciones educativas; se ha desarrollado la agricultura y se han abierto nuevas vías de comunicación; se han proporcionado becas y ayudas de estudio a fin de formar una minoría dirigente que en su día sirviera con eficacia a su propio país. El Ejército español cuidó de sentar los fundamentos del Ejército marroquí y en esta tarea creo las Meha-las que, cuando se declaró la independencia de Marruecos en 1956, fueron la base del nuevo Ejército real.
Así, superada la fase militar durante la cual fue necesario llevar a cabo unas acciones guerreras para restaurar la plena autoridad de la Corona, El Ejército español pasó a ser el guardián de la paz y el orden, el colaborador en el progreso y uno de los instrumentos más eficaces con que ha contado España para edificar la trama sobre la que ha podido asentar el Moderno Estado Marroquí, cuya independencia hemos saludado con satisfacción y legítimo orgullo. Fruto de esta tarea de hermandad nacida entre los dos pueblos, hermandad sellada con sangre en su trascendental momento de la historia de España. La obra del Protectorado se ha consumado así, y el Ejército español, que comenzó hace cuatro años y medio la evacuación de tropas, completa hoy está y retiradas sus últimas Unidades. Somos el Ejército de una Nación que nunca fue “colonialista”; que cuando hace siglos emprendió una acción ultramarina, la consumó dando vida a veinte nacionalidades de nuestra estirpe. Por eso hoy, en la plenitud de la soberanía de Marruecos, dejamos esta tierra en la que han vivido y muerto generaciones de soldados españoles con la satisfacción de otro deber histórico cumplido y con la esperanza de la mayor felicidad y ventura del pueblo de Marruecos.
Queremos en el día de nuestra despedida, saludar en la militar posición de firmes a S.E. el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, al hombre que por el simbolismo de nuestras Fuerzas Armadas y la encarnación del espíritu de misión de España se formó en el Ejército de África, derramó su sangre sobre esta tierra y hoy ordena y contempla esta última marcha militar de paz de Marruecos. Soldados: El Ejército español se retira a sus viejos cuarteles, llevándose únicamente su honor, su gloria y sus banderas. Guarda con ello, como un tesoro los nombres de los miles de héroes que cayeron por Marruecos y no contra Marruecos. Y por eso quiere guardar también, como única prenda de sus campañas de guerra y paz la fraternal permanente amistad del pueblo marroquí. Vuestro Teniente General, GALERA”.

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