Este jueves tuve una llamada de una amiga periodista de El Faro para recabar mi opinión sobre los ataques reiterativos a veleros que están siendo protagonizados por las orcas en el estrecho de Gibraltar. Ya está siendo una noticia recurrente, aquí frente a nuestras costas se producen desde hace ya bastantes meses unos episodios inquietantes y muy desagradables para los ocupantes de pequeños barcos de vela que se ven atacados, privados del timón y en algunas ocasiones sufren alguna vía de agua provocados por ataques de orcas.
Tengo que decir que no sé casi nada sobre la biología de las orcas y tan solo poseo algunos conocimientos generales sobre el comportamiento de los cetáceos y cierta experiencia por haber estado coordinando durante muchos años, hasta la actualidad, un programa de varamientos de estos animales en las costas de Ceuta. Uniendo todos estos datos con mis experiencias e intuiciones propias de un naturalista marino con experiencia la ecuación me sale, y el resultado lo quiero compartir desde esta página de opinión que permite mi querido Faro de Ceuta. Tal y como le comenté a la periodista, desde mi modesto punto de vista se trata de un ejemplo palmario de Cambio Global pues de forma trasparente parece indicar que se está produciendo un comportamiento alterado debido a unos acontecimientos ajenos a las Orcas.
Llevo tiempo trabajando en Cambio Global, un concepto que nos lleva a plantearnos justamente las consecuencias que nuestras actuaciones tienen en el medio natural cuando interaccionan con las condiciones naturales del propio planeta. De esta manera, podemos entender, como, por ejemplo la estabilidad térmica del mar de Alborán, proporciona un rango de temperaturas muy estable a lo largo del año con pocas fluctuaciones entre el invierno y el verano comparadas con otras zonas del Mediterráneo, ha sido un factor decisivo en la expansión del alga invasora que está haciendo estragos en el estrecho y en particular en las costas de Ceuta. Es decir, esta estabilidad térmica unido a la exportación de un alga de origen japonés debido a una operación comercial o al simple trasporte marítimo accidental es bien capaz de provocar un acontecimiento de gran envergadura en el ecosistema marino.
Podríamos poner otros ejemplos que seguirían ilustrando este concepto pero nos vamos a centrar en el caso de las orcas. Antes de continuar debemos entender un poco de la historia reciente del estrecho de Gibraltar en relación al medio marino. A finales del siglo diecinueve y principios del siglo veinte el estrecho de Gibraltar y el mar de Alborán albergaba una preciosa población de un gigante de los mares, el rorcual común. Es la segundo cetáceo más grande del mundo después de la majestuosa ballena azul, el rorcual común puede alcanzar más de veinte metros de longitud, de hecho, en nuestro pudridero conservamos un ejemplar de grandes dimensiones todavía en gran parte está por desenterrar y aprovechar su esqueleto con fines científicos y educativos. Pues bien, esta población fue masacrada en un lustro con la puesta en marcha de una factoría ballenera en la población cercana de Algeciras que arrasó literalmente con la mayor parte de estas ballenas que surcaban esta zona. Este desagradable hecho motivó que perdiéramos un enorme patrimonio natural a manos de una industria creciente que demandaba productos de todo tipo para continuar su progreso hacia un futuro económico demoledor. Posteriormente y gracias a los avances de la medicina y la estabilidad proporcionada por el cese de las guerras mundiales en territorio europeo la población humana aumentó de forma desproporcionada llegando a la situación demográfica que contemplamos en la actualidad del planeta. Los recursos escasean y se están produciendo migraciones de seres humanos desde las zonas más deprimidas del planeta hacia los centros de concentración de capital económico y bienestar material. Y claro, una consecuencia lógica de todo este auge económico vivido por Europa y el mundo económicamente desarrollado ha sido la expansión comercial sin límites a la que estamos asistiendo. Pues bien, el estrecho de Gibraltar es uno de los dos pasos marítimos mas transitados del mundo por los barcos de mercancías que llevan bienes de consumo a diferentes zonas del mundo y conecta América, Asia y Europa a través del Mediterráneo, el canal de Suez y nuestro propio estrecho.
A todo esto tenemos que añadir que la sobrepesca se extiende por todo el planeta y que nuestra zona tiene graves problemas en este sentido y el atún rojo, principal presa de las orcas en esta región pasa por momentos difíciles a pesar de la afortunada protección de que es objeto. De hecho, tanto el atún como la orca son dos especies protegidas interdependientes. Donde quedan nuestras amigas, las orcas, en este entramado de historia y hechos a la luz de los acontecimientos de extrañas agresiones que se están viviendo en el estrecho?. Pues están viviendo en un mar vacío de ballenas de las que se podían alimentar en determinadas temporadas, arrinconadas entre el ingente tráfico marítimo llenos de ruidos acústicos, la contaminación y además se enfrentan a un mar vaciado de su principal presa, el atún rojo, que además tienen que compartir con los pescadores. En este contexto hay que situar la actualidad de las agresiones de orcas a los pequeños veleros. Los seres humanos provocamos impactos importantísimos en el medio y se producen consecuencias de todo tipo sin medir el alcance de nuestros actos desnortados y poco éticos.
Alguien sin conocimientos sobre los graves acontecimientos acaecidos y sin conciencia de todo lo negativo que somos capaces de provocar los seres humanos en el medio natural debe quedar muy aturdido y enfadado por lo que ocurre y tildar a las orcas de asesinas y de seres muy indeseables que provocan situaciones peligrosas para la integridad de los inocentes ocupantes de los pequeños veleros que legítimamente surcan las aguas del estrecho. Sin embargo, después de reflexionar sobre lo expuesto podría llegar a plantearse que han sido unos animales demasiado pacientes con todos los graves y súbitos cambios y alteraciones introducidas en su medio natural en apenas cien años. Se imaginan el estrecho hace ciento veinte o ciento treinta años?, no se pueden hacer una idea de cómo ha cambiado para estos animales magníficos su medio marino y todo el ruido introducido por nosotros. Nosotros no podremos imaginarnos también todo lo bello que hemos perdido en nombre de un progreso que cada vez nos descarna con más furia y expone a la intemperie de un sistema despojado de espiritualidad y de amor profundo por la naturaleza y la creación divina.
Pase lo que pase a partir de ahora, no podemos emprenderla contra las orcas sino entender su pesar y desesperación ante tantos cambios e incluso contemplar la posibilidad de que hayamos introducido hasta la propia enfermedad mental dentro de estas familias de orcas tan inteligentes y sensibles a los ruidos y alteraciones del ambiente. Los ataques de orcas son una advertencia sobre nuestros mayores pecados contra la creación, el saqueo indiscriminado de los recursos, la destrucción de la belleza sagrada y una de las principales fuentes de inspiración y transcendencia del ser humano. Nuestra principal respuesta debería ser el amor por la naturaleza y la comprensión hacia estos animales.