Solo era fútbol. Al menos en apariencia. Solo eran enfrentamientos deportivos, luchas por ser los mejores. Pero como siempre, en el reino de los cobardes se busca el camuflaje perfecto para hacer daño porque sí. Solo era fútbol y solo de fútbol se tenía que haber hablado, pero la tentación de generar crispaciones puede a demasiados, tanto que los resultados son los que hemos visto. Las redes sociales se han llenado de odio, de un odio gratuito. Cualquier mínimo valor que queramos trasladar a nuestros hijos de lo que realmente es el deporte ha caído en saco roto con el ejemplo que se ha dado.
Quizá estemos demasiado aburridos y quizá también acomplejados. Esto genera una combinación explosiva para entrar al trapo de cualquier absurda polémica o simplemente para extender el odio por el odio. Algo que es aprovechado por los cobardes que, agazapados, esperan el momento para saltar. Es su negocio, no hay más. Lo hacen a cara descubierta o como los delincuentes, tras perfiles falsos con el único objetivo de polemizar.
El Mundial de Qatar se ha trasladado al peor de los ámbitos con las polémicas tan dañinas generadas. Foros preñados de insultos y menosprecios en los que se ha terminado mezclando todo. Lo que en principio debía ser una única valoración en torno al arte de dominar la pelota ha terminado mezclado con política y religión. Siempre igual. Una mezcla pretendida, con intención, obsesiva, que únicamente ha buscado sacar partido en el caldeo.
No sé qué beneficios pueden buscarse en la provocación, que fines se pretenden con potenciar una cadena de insultos y menosprecios con ánimo incendiario. Las consecuencias de lo alimentado en redes sociales lo tenemos después en la calle, con una separación y un recelo cada vez más abismal.
Lo que solo debió ser fútbol ha dado pie a la explosión de debates que no conducen a nada, a enfrentamientos y menosprecios evidentemente malos para una Ceuta que debe dar otro ejemplo, otra visión.
Y solo era fútbol. Pero al final se ha dado ejemplo de lo peor de cada uno.