Cuando ayer me volvían a mostrar la manera en que está trabajando la Policía Nacional del Puerto, destinada en el control de vehículos de embarque, pensaba que se trataba de una broma. Lo pensaba porque daba por hecho que la Administración había hecho su trabajo tras la denuncia de sindicatos como la CEP y el respaldo de la Jefatura Superior. Es indigno que, cada vez que llueve, los policías que tienen que controlar la documentación terminen empapados y que a los usuarios de los coches les suceda lo mismo. A pesar de las promesas no se ha hecho nada; a pesar de los anuncios publicados de actuaciones, estas no se han acometido; a pesar de lo grave de la situación, se ha mirado hacia otro lado.
No piensen que la solución pasa por una obra de gran envergadura. Ni tampoco nos tienen que mandar a Cosidó o a Pinocho Zoido a decirnos que si gobiernan se preocuparán por las fuerzas de seguridad. No es necesario nada de esto, solo implicación en acometer medidas para que los trabajos se presten con todas las garantías y la seguridad. Habrá que preguntar quién es el responsable si se produce algún accidente, quién dará la cara cuando los policías o los propios usuarios reclamen, quién, en definitiva, asumirá las consecuencias de un trabajo mal hecho y de un mirar hacia otro lado con un desinterés que causa repugnancia.